O.L.: Después de muchos esfuerzos pude llegar a casa del hombre que amo. Para mi sorpresa, no me recibió con un abrazo. En primer lugar, se preocupó por tomar todas las medidas de prevención contra el coronavirus, entre las cuales cuenta mantenerme en aislamiento dentro de la casa, al menos 15 días. No se imaginan lo mal que me he sentido. Yo me arriesgué por estar con él y lo que encuentro es la prioridad de él por su vida. Debo decir que él tiene problemas de salud que lo hacen vulnerable, pero, aun así, me siento decepcionada. Después de esto, no sé qué voy a hacer. ¿Qué piensa usted?
No ha encontrado la respuesta esperada a cambio de su sacrificio. Es comprensible que le duela no poder recibir el abrazo esperado. Pero sería pertinente tomar un tiempo para ver lo que sucede, intentar comprender contemplando lo actual y la historia entre ambos, sus vivencias, hasta poder elegir cómo actuar.
El amor ahora reclama utilizar la palabra, los medios virtuales, los símbolos, la imaginación para mostrar afectos cuando los cuerpos se distancian. La pandemia del coronavirus pone en jaque nuestros modos tradicionales de intercambiar placeres y afectos cotidianos. Lo paradójico es que la mejor manera de amar es protegernos y proteger a otros, para cuando sea posible contactar nuestros cuerpos de otro modo.
Tal vez en momentos como estos, en los que la vida puede estar en un verdadero riesgo, la prueba de amor no sea sacrificar salud. Quizá se pueda intentar un amor que sacrifique placeres inmediatos a cambio de preservar la vida de cada ser amado, buscando hoy el modo de proteger y potenciar salud entre ambos.
Mariela Rodríguez, máster en Sicología clínica
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