Hoy les cuento algo que me pasó de camino hacia una de las peñas que cada mes hacemos en la Facultad de Matemática de la Universidad de La Habana. Ese día celebrábamos un aniversario de Sexo sentido y se me ocurrió llevar una piñata, regalo de dos lectoras entusiastas, bellamente adornada con un sinfín de palabras relacionadas con la sexualidad humana.
Un par de horas antes tuve un encuentro con jóvenes líderes de la Asociación Nacional del Ciego y me cogió tarde para ir a pie desde el lugar de la cita hasta la universidad, así que tomé una guagua, con tan buena suerte que una mujer decidió cargar mi frágil objeto para que no se dañara.
Su hijo, de ocho o nueve años empezó a leer los llamativos cartelitos, y de tantas posibles rarezas se le ocurrió preguntar en voz alta: «Mamá, ¿qué cosa es un orgasmo?». Solo entonces ella se percató de lo que llevaba en su regazo y me miró espantada, muy consciente del repentino silencio creado en el abarrotado transporte público.
Al final respondió un vacilante «No sé…», poniéndose roja como una amapola. Todavía me pregunto qué le dolió más, si la expresión contrariada de su pequeño ante su «ignorancia» o la risa burlona del resto de los pasajeros
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