Aquí les va la primera de las historias ganadoras del concurso Flechazos de amor, que iremos publicando a lo largo de diciembre como regalo de fin de año para el público de Sexo Sentido
Ese día sentí su mirada. Entré al lugar y un calor recorrió mi cuerpo. No podía evitar reaccionar de esa forma. Sus ojos se clavaron en mi nuca como dos dagas, logrando desatar un volcán en mi interior.
Busqué mi sitio en el local y me senté. Decidí ignorar los sentimientos y sensaciones de satisfacción que estallaban en mi piel, pero el rubor de mis mejillas no pude detenerlo: crecía en mi rostro como se desplaza la sangre hacia el río luego de una cruenta batalla.
Sabía que me observaba atentamente y que calculaba cada uno de mis movimientos. Intenté ignorarlo, juro que traté, pero se me hizo imposible: las ganas de enfrentarlo me quemaban las entrañas. Me volteé despacio, de una forma casi imperceptible, hasta que quedamos frente a frente y miré directo a donde ese fuego escapaba de su ser.
Decía tantas cosas que yo solo quería que la tierra se abriera y me tragara. Había cometido un error al devolverle la mirada. No sería capaz de sostener aquella presión que inflamaba mis sentidos, porque una vez que lo contemplé quedé extasiada como un niño ante la inmensidad del mundo.
En ese instante me pregunté si el amor no sería más que el dolor cuando quiere vestir de etiqueta, como dice Arjona. ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me desnudas el alma de esa forma tan desfachatada, tan atrevida, sin pedir permiso? Qué podía hacer yo, si solo quería dormirme en sus ojos y mecerme en sus labios para siempre...
Entonces comenzó a apartarse. Yo parecía haber ganado, pero su cuerpo se volteó y comenzó a mirar con la misma intensidad en otra dirección. (Mirell Medina. La Habana)