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Lo irremediable de lo imprevisto

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

Era 28 de mayo, alrededor de las 11:20 de la mañana. Aquel hombre caminaba, tranquilamente, por la acera de la calle G y cuando dobló a la derecha, fue impactado por dos vehículos que chocaron, justo en la intersección de la Avenida de los Presidentes con la calle 17. Fue tal el choque que su cuerpo fue lanzado hacia el interior de la vivienda de esa esquina, arrancando de un tajo la cerca que protegía la entrada. Increíblemente se levantó, sacudió su ropa y se dispuso a ayudar, como tantos así lo hicieron, a las personas que iban dentro de ambos vehículos.

Lo que describo se puede ver en el video que circula hace días en las redes sociales, grabado en la cámara de seguridad que está colocada en esa esquina. La falta de fluido eléctrico en los semáforos, al parecer, «confundió» a quien manejaba el almendrón que transitaba por 17, pues en ese caso es harto sabido que G tiene prioridad.

Aun cuando, de alguna manera, ambas calles tienen cierto nivel de importancia, ahí está la señal de Pare para respetar, y si no, la ley de la mano derecha e, incluso, la posibilidad de que el vehículo se detenga en el tramo del paseo que divide a ambos sentidos de la avenida, al menos para tener tiempo de mirar si viene alguien hacia abajo por G.

Lo más importante, claro está, es que no se ha reportado fallecimiento alguno como consecuencia del siniestro, pero es un suceso que sigue asombrando a los que conocen la historia y, por supuesto, convida a ponerse las manos en la cabeza y exclamar: ¡Caramba, se salvaron de milagro! No obstante, más allá del asombro y de la certeza de que la vida debe cuidarse más, la reflexión en torno a lo sucedido suscita el debate.

Ningún accidente debería suceder si tenemos en cuenta que, al conocer las condiciones que podrían propiciarlo, las evitamos. Sin embargo, en cuestiones de actuación en la vía, cada día hay ejemplos que demuestran que se confía y se viola lo establecido, sin pensar que puede acontecer un suceso fatal.

Las leyes del tránsito deben ser estudiadas y bien conocidas, las señales deben ser respetadas, los apuros deben quedar relegados cuando se toma un timón e incluso cuando transitamos a pie, pues no pocos peatones incurren en infracciones… Y, por demás, el tino y la prudencia deben primar. Recordemos el refrán: más vale perder un minuto en la vida que la vida en un minuto.

De eso se trata. De privilegiar los minutos de vida que tenemos porque nadie sabe cuándo será el último. ¿Acaso ese señor que caminaba tranquilamente pudo imaginar, al salir de su casa, que de repente podría estar en un hospital, y ser examinado para descartar cualquier traumatismo? Quienes iban dentro de los autos, ¿pensaron que podría ocurrirles algo similar mientras conversaban?

De lo que nunca imaginamos, surgen los imprevistos. De lo que no prevemos, se desencadena lo irremediable. Lo que perdemos, luego ya no puede ser recuperado. No siempre ocurren los milagros. Los que protagonizaron el hecho, supongo que hayan aprendido la lección. Quienes hemos visto el video después, espero que también.

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