Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Indolencia no, prepotencia

Autor:

Nelson García Santos

A veces a los escépticos, conscientes o inconscientes, les hace falta una sacudida telúrica para quedarse boquiabiertos y comprender, honradamente, que cuando se trata de preservar la existencia de una persona siempre se pone alma y corazón. ¡Vamos con todo!

Ahí se asienta la génesis de que la inmensa mayoría confiamos a rajatabla en nuestro sistema de salud, creado, paso a paso, bajo la guía de Fidel, desde instaurar una múltiple y amplia infraestructura edificada y la formación de numerosísimos especialistas de un alto rango profesional, hasta dotar al país de la tecnología más avanzada.

Recordemos su proverbial luz larga en esa decisión, muy suya, de multiplicar al máximo la formación de médicos y, consecuentemente, de expertos para las distintas ramas de atención, y pegar a la calle la Medicina, con la creación de los consultorios del Médico de la familia.

Si bien tampoco todo ha sido perfecto (porque en las cuestiones humanas la pifia se puede colar), llegamos a este minuto con una capacidad humana y material que deviene bastión a tener en cuenta.

Por ello, en estos días hasta los escépticos, conscientes o inconscientes, sobre nuestro sistema de salud, se siente seguros, mientras conocen asombrados esos grandes absurdos que acalambran en casi todos los países con su estela de miles de muertos.

Lo que ha sucedido resulta un colapso de la atención médica, incluso en el primer mundo, con Estados Unidos a la cabeza, por falta del adecuado enfrentamiento, mientras al señor Presidente imperial se le desbordaba su colosal prepotencia hasta con la pandemia, y proclamaba que la COVID-19 era como un catarro que se pasaría con el calor, o peor aún: que lo tenía todo controlado.

Bien rápido se desinflaron sus habladurías absurdas, pero han costado muchas vidas, y el señor Presidente, como acostumbra a hacer, apeló a la marcha atrás forzosa al decir, ante la irrefutable expansión del coronavirus, que quería ser optimista y no alarmar a la población. ¡Le zumba!

Luego llegaron las revelaciones de sus propios especialistas, en el sentido de que Estados Unidos tenía que haber tomado medidas más serias y amplias mucho antes de que lo empezara a hacer.

En su página digital, la multimediática BBC destaca que el mismísimo doctor Anthony Fauci, jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, admitió que «nadie negará» que unas medidas tempranas de mitigación podrían haber salvado vidas.

Se recuerda ahora que el Gobierno yanqui no recomendó a la ciudadanía cumplir con normas de distanciamiento social hasta mediados de marzo, y el periódico The New York Times publicó el 11 de abril una investigación sobre las alertas que Fauci y otros funcionarios trasladaron a la Casa Blanca, ya desde finales de febrero, insistiendo en que se tomaran medidas más agresivas.

Solo cuando la pandemia se había enraizado vino la reacción… A destiempo, afirman sus especialistas, y el propio Gobierno ha terminado por reconocerlo, luego del récord doloroso de personas fallecidas.

Se perdió la oportunidad: aplicando acciones sensatas, Estados Unidos podría haber salvado muchas vidas. ¿Qué hubiera pasado a los Gobiernos populares o, simplemente los que no son bien vistos por el imperio, si hubieran adoptado ese absurdo descuido, imitando al homólogo norteamericano?

No hay que ser adivino: oportunistamente, hubieran utilizado ese desliz para desacreditar, pedir sanciones y amenazar con «llevarles» esa democracia que, tratándose de la suya, hace lo que le venga en gana.

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