Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuadrar la caja

Autor:

Abdul Nasser Thabet

 

La cola nada tenía que envidiarle a uno de esos embotellamientos que vemos a diario en las películas. La única diferencia radicaba en la razón del estanco: comprar uno de los famosos «desmayaos» (porción de masa horneada y de sabor algo dulzón) que oferta la Empresa Cubana del Pan.

Una hora de espera, con el producto a la vista de todos, y nada. Ante las reclamaciones de los compradores de ese cilindro a base de harina, levadura, sal, azúcar y aceite (ingrediente este último un poco escurridizo de vez en cuando), la respuesta fue categórica: «Estamos cuadrando la caja».

Imaginen: ese pan calentito, suave hasta el punto de ganarse el sobrenombre que sin pedir lleva, casi tiene que empezar a despacharse como palitroque, de la potencia mandibular que demandaba a sus consumidores tras dos horas de espera, y todo por necesidades «geométricas»: cuadrar las operaciones comerciales en ese preciso instante.

Mi pregunta podría parecer ingenua, pero ¿no había otro momento para contabilizar el dinero? Precisamente ahora, cuando el país lucha por hacer eficiente su sistema económico, todo lo que hagamos en pos de esa necesaria meta resulta poco.

La solución, y ya me están sonando los oídos de solo escribirlo, pudiera estar en la competencia. Consulte usted las múltiples acepciones de la palabra.

Si existiera otra panadería cerca, con un servicio rápido y de calidad, ¿no hubieran abandonado las personas de la cola esa inútil espera?

Sin embargo, como esa era la única por los alrededores, no quedaba otro remedio que aguardar o renunciar al «desmayao» (con el consiguiente efecto de quedar con ganas de saborear el pan nuestro de cada día).

Pero no solo acudo a la acepción más conocida de la palabra, pues aunque el ejercicio de competir y exigirnos más resulte necesario, las maneras para solventar económicamente cualquier sistema van más allá de confrontaciones de mercado y variedad de ofertas. Esgrimo entonces otro significado del vocablo, pues el Diccionario de la Real Academia Española lo contempla además como: pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo o intervenir en un asunto determinado.

¿Pero cómo formamos un trabajador más competente y comprometido con su labor? No basta solamente con optimizar los recursos, crear mecanismos reguladores y controladores, exigir, motivar... Y ahora que menciono la motivación, recuerdo que ella también cristaliza cuando estimulamos una buena práctica, como reconocer a quien soluciona problemas sin paralizar el servicio que brinda una entidad.

Ya nuestro país adelanta pasos y se enfoca en retribuir de modo más justo el esfuerzo de cada trabajador, para que «ganarse los frijoles» sea visto como una imprescindible necesidad y no solo como un deber cincelado con apelaciones.

El ser esencial del hombre se expresa en el trabajo. Cuando el criterio de retribución es homogéneo y quienes más trabajan reciben lo mismo que quienes aportan poco, el valor de la faena empieza a decrecer.

Y claro que no estoy descubriendo el agua tibia. Ese camino ya lo han señalado muchísimas veces. El trabajador debe sentirse útil, pero su labor ha de ser recompensada apropiadamente.

El bienestar social no debe estar separado de la actividad productiva. Por supuesto que para solventar un sueldo adecuado y justo primero debe existir una producción que lo respalde. Solo así, haciendo que nuestro esfuerzo genere beneficios, podremos salir adelante.

Precisamente esa es, según mi opinión, una de las fórmulas correctas en esta importante ecuación que intentamos resolver para sanear la economía cubana. Por suerte, ya estamos cimentando el camino y andándolo hallaremos la forma adecuada para «cuadrar la caja».

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