El escudo antimisiles, esa rara idea de George W. Bush de ponerle una batería antiaérea en las narices a Rusia para contrarrestar el lanzamiento de un cohete desde Irán (un proyectil que, por cierto, todavía no se ha fabricado y tal vez nunca se fabrique), ha sido sacado de circulación por la administración de Barack Obama.
Les recuerdo el plan: se trataba de instalar un radar de alta tecnología en la República Checa, más diez misiles interceptores en Polonia. Así, cuando los iraníes (más aun: ¡los norcoreanos!) dispararan un proyectil hacia EE.UU. o Europa, el sistema lo derribaría…
El cuentecito era, realmente, de escasa originalidad, pues Washington conoce muy bien —¡oh, omnipresentes satélites!— que Teherán no dispone de la tecnología para fabricar un misil que llegue tan siquiera a Bulgaria. Y si Pyongyang fuera el «villano», ¿por qué lanzarlo hacia EE.UU. por esa vía, y no por el Océano Pacífico?
¿La verdad? La explicaba a JR en 2007 Peter Stania, director del Instituto Internacional por la Paz, de Viena. En términos de un conflicto entre EE.UU. y Rusia, el radar en suelo checo (verdadero pollo del arroz con pollo, pues podría otear el territorio ruso hasta los Montes Urales) evitaría que Moscú diera un segundo golpe: «Se ha dicho que “quien tira primero, muere segundo”, pero esto no tiene vigencia desde el punto en que se deja ciego al adversario. Los rusos quedarían ciegos, y no podrían enviar cohetes en segundo golpe a EE.UU. Si eso ocurre, los norteamericanos tendrán la supremacía por mucho tiempo».
Ahora Obama le da tierra y pisón al proyecto. ¿Buena voluntad hacia Rusia? Mmm… Mejor hablemos de cordura: no son tiempos para gastar millonadas en inventos sin ninguna utilidad real. ¡Sería como comprar un par de esquíes por si un día nieva en La Habana! Para jugar al «Irán el Terrible, con bomba atómica» —pensarán en Washington— van bien épocas de vacas gordas, pero no esta. Y de llevarse a efecto, el escudo se hubiera tragado 20 000 millones de dólares.
Por otra parte, pesa Afganistán. Moscú ha dado luz verde a los aviones estadounidenses para que, en su ir y venir desde el país de los talibanes, sobrevuelen Rusia y se ahorren unos cuantos kilómetros. Además, la colaboración del Kremlin, que ya tuvo su propia «aventura afgana» y algo puede enseñar, puede resultar valiosa en momentos en que nadie halla la fórmula para salir de ahí con la cabeza sobre los hombros.
Por otra parte, aunque los gobiernos de la República Checa y Polonia estén trinando contra Obama, tal vez debieran suspirar de alivio al saber que, evaporado el escudo antimisiles, Rusia desistirá de colocar cohetes Iskander, de 400 kilómetros de alcance, que apuntarían a Praga o Varsovia desde el enclave ruso de Kaliningrado, fronterizo con Polonia. Varias fuentes airean la posibilidad de que Moscú dé marcha atrás a esa idea, y que el presidente Dmitri Medvédev se lo confirmará mañana al inquilino de la Casa Blanca, cuando se vean las caras en Pittsburg, EE.UU., durante la Cumbre del G-20.
No obstante, algunos en el gigante euroasiático creen que tal vez se deba esperar un poco más antes de cualquier decisión, pues EE.UU., como alternativa al escudo, piensa desplegar cohetes interceptores de misiles de corto o mediano alcance en barcos que navegan por el Mediterráneo. ¡No a cuatro cuadras de Moscú!
Esperemos detalles de esta nueva «armadura». Por lo pronto, ¡enhorabuena a la paz…!, y un pésame a los buscapleitos.