Rajoy tratará de disimular las disensiones internas del PP, y Zapatero pondrá énfasis en la gestión «social» del PSOE. La carrera será en marzo de 2008, pero los atletas ya hacen calistenia —el de la derecha pretende incluso ocultar que cojea de un pie—. La meta son las urnas. Desde las gradas, el público —el electorado español— observará atentamente el comportamiento de los contendientes. Y evaluará resultados.
El gubernamental Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el derechista Partido Popular serán los principales rivales, si bien se insertan en la carrera otras formaciones más pequeñas, cruciales para formar las necesarias alianzas en el Parlamento, de modo que le hagan la vida llevadera o imposible a aquel de los grandes que alcance las riendas del poder.
Los socialistas, con José Luis Rodríguez Zapatero al frente del gobierno, tendrán algunos avances que mostrar. El crecimiento anual de la economía en un cuatro por ciento ha sido un punto fuerte. Se han creado dos millones de puestos de trabajo (solo el pasado año se añadieron 590 000 empleos a tiempo completo), y se prevé que al terminar la legislatura haya un millón más.
Ha sido este, asimismo, un tiempo sin sobresaltos para el PSOE. Los incendios forestales, muy comunes en veranos pasados, han disminuido, como también el flujo de inmigrantes indocumentados desde África, en parte por las gestiones de Madrid ante los gobiernos de esos países.
En este tópico, por cierto, el Ejecutivo español desmintió días atrás al primer ministro francés, François Fillon, quien señaló que Zapatero le había confesado que «lamentaba amargamente» la regularización de 600 000 inmigrantes ilegales en 2005. Para el gabinete socialista, esa decisión fue «positiva y necesaria», y ayudó a sanear las cuentas sociales, pues convirtió a personas escondidas en contribuyentes. Los puestos de trabajo estaban ahí, así que ¿por qué no habrían de ocuparlos los inmigrantes?
Otros de los pasos que el PSOE seguramente mostrará en la campaña, ya fueron citados por Zapatero en su discurso sobre el Estado de la Nación, como la entrega de ayudas monetarias a las personas con algún grado de dependencia, y a las parejas que tengan hijos. De igual modo, exhibirá su decisión de consultar con el Congreso de los Diputados cualquier envío de tropas españolas al exterior, algo que al «demócrata» de José María Aznar jamás le pasó por sus autoritarias mientes.
Asignatura pendiente será el acceso a la vivienda, «una de las principales preocupaciones de los españoles», reconoció Zapatero. Una paradoja, toda vez que el país ibérico está entre los primeros de Europa en los que más se construye.
«El incremento agudo de los precios ha convertido la vivienda en algo difícilmente alcanzable para muchas familias», apuntó, por lo que, a fines de julio, anunció un «gran salto» en el tema, con medidas que se concretarán en otoño. Queda, no obstante, la incógnita de por qué se habrá esperado tres otoños para mejorar la situación, en un país que es hoy la octava economía mundial...
¿Qué es, entretanto, del otro corredor, el Partido Popular? Pues que, de hacer la oposición más destructiva que ha podido, le han quedado marcas. Desaprobó el intento del gobierno de darle un fin dialogado al conflicto vasco, atacó el Estatuto de Autonomía de Cataluña, cerrando los ojos a la realidad de que España es un mar de nacionalidades, cuyas necesidades deben ser tenidas en cuenta; arremetió contra la regularización de inmigrantes que, en definitiva, ya estaban en España sin aportar a las finanzas públicas, y deploró que se quitaran los nombres franquistas de las calles que aún los conservaban.
En fin, el PP y su jefe, Mariano Rajoy, se han metido tanto en el papel de contrarios, que casi se les ha olvidado formular propuestas a favor de los españoles, y han achacado al actual gobierno cuestiones que tampoco remediaron cuando Aznar cortaba el bacalao (como las dificultades con la vivienda, la inmigración ilegal, etc.).
Ahora, para colmar la copa de su desventura, les ha salido el fundador del PP, Manuel Fraga, a expresar que es tiempo de «preparar las sucesiones». Sutil manera de decir que el liderazgo de Rajoy le ha venido al partido como un helado en medio del Polo Norte, y que su derrota en los comicios de marzo está cantada. «No tenemos ninguna sucesión prevista en el PP», cortó tajante un vocero de la derecha.
Además, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, amagó con ser candidato a un escaño parlamentario del PP. Pero «desde arriba», donde no desean sombras para «don Mariano», ya le sugirieron que se dedicara a su alcaldía, y punto.
Bueno, si a la ausencia de iniciativas y a los trompetazos apocalípticos, van a añadir la fragmentación interna, arreglados están los nostálgicos seguidores de Franco.
Allá, al final, está marzo de 2008. Y los españoles estarán tomando nota.