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López Obrador: vía para las transformaciones

Aunque no anuncia una revolución, sus propuestas resultan lo suficientemente radicales  en el contexto de México como para considerárseles mutaciones de trascendencia

Autor:

Marina Menéndez Quintero

El sexenio que hoy se inicia puede que no le resulte suficiente a Andrés Manuel López Obrador para concluir todo lo que se propone con la Cuarta Transformación. Pero seguro alcanzará el tiempo para demostrar que se ha abierto una nueva etapa en la historia reciente de México.

Así —transformación— ha calificado López Obrador el período que inicia su «Gobierno, en una sustitución de la palabra cambio» que parece conveniente. No solo porque ese sustantivo haya sido empleado tan manipuladoramente por la derecha en los últimos tiempos latinoamericanos, que ya pocos crean en él.

También puede resultar prudente porque el mandato de AMLO no se propone  —al menos según lo que él ha dicho hasta hoy— giros abruptos ni golpes de timón que remuevan los cimientos.

Sin embargo, sus propuestas resultan lo suficientemente radicales en el contexto, como para considerarlas mutaciones de trascendencia.

De hecho, los antecedentes de esta que él ha llamado Cuarta Transformación muestran sus paradigmas y dan fe, por tanto, de sus propósitos.

Haciendo un repaso de la historia nacional, López Obrador ha considerado como primera transformación al movimiento libertario encabezado por Miguel Hidalgo entre 1810 y 1821, que condujo al país a la independencia de España.

La segunda, en su opinión, es la llamada Reforma, que tuvo lugar entre 1858 y 1861, y con la cual México se conformó en un Estado nacional regido por una Constitución.

Y la tercera, la Revolución Mexicana, gesta heroica que puso fin a la dictadura de Porfirio Díaz.

El logotipo que identificará a su Gobierno utiliza el lenguaje de los símbolos y recoge estos mismos momentos, al estampar las imágenes de Morelos, Hidalgo, Juárez y Madero junto a la bandera.

Aunque no se autocalifica como un Gobierno de izquierda, su programa constituye una plataforma antineoliberal y de justicia social lo suficientemente «herética» de acuerdo con el statu quo, como para poder considerársele revolucionaria en el sentido etimológico de la palabra, y sin que su propósito sea llevar a cabo lo que política e ideológicamente podría considerarse «una revolución».

Proveniente del histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI), AMLO pasó después al Partido de la Revolución Democrática (PRD) para conformar luego esta agrupación nueva que ha llamado MORENA (Movimiento de Regeneración Nacional).

En ese sentido, su elección marca, además, otro hito: la llegada al Gobierno mexicano de un ejecutivo ajeno al PRI, que gobernó de forma consecutiva durante 60 años, para dar paso luego a otro partido de la vieja política, el derechista Partido Acción Nacional (PAN), con los mandatos de Vicente Fox y Felipe Calderón, hasta el retorno del PRI con el saliente Enrique Peña Nieto.

Luego de una gestión al frente del Gobierno del Distrito Federal que le ganó amplio prestigio, AMLO estuvo muy cerca de la presidencia en las elecciones del año 2006, que denunció le fueron robadas.

Emprendió entonces un periplo por todo el país que lo llevó a sus lugares más recónditos y le permitió conocer de primera mano los dolores y las necesidades de todos.

Ello también contribuyó a que no fuera un desconocido cuando volvió esta vez, por tercera ocasión, por el Gobierno.

El 53 por ciento de votos obtenidos con una diferencia de 30 puntos porcentuales sobre su más cercano seguidor lo convirtió en lo que la revista The Economist ha considerado «el Presidente mexicano más poderoso en décadas» tomando en cuenta, además, que MORENA tiene mayoría de legisladores en ambas cámaras del Congreso, con lo cual AMLO gozará de comodidad para materializar sus planes.

Avances

Si el lapso transcurrido entre su elección y la asunción, este sábado, puede considerarse un adelanto, ya son visibles los ejes que indican los puntos cardinales de su gestión: lucha contra la corrupción y la violencia; austeridad de los funcionarios públicos, atención a los marginados y desvalidos, y participación popular.

Dos consultas previas pidieron el pronunciamiento del pueblo sobre asuntos cruciales que él promete «tocar» durante su mandato, en lo que podría entenderse como un calentamiento de motores para el ejercicio de la opinión popular, en una nación donde no ha sido práctica hasta hoy que la gente se pronuncie si no es en período de elecciones.

Quizá esa falta de práctica y de comprensión acerca de la importancia que tendrá el criterio de la población para el nuevo Gobierno, hizo que la ciudadanía participara menos. No obstante, las autoridades encargadas de la organización de las consultas consideraron bueno que alrededor de un millón de personas acudiera.

En la primera se pidió el parecer acerca de la construcción de un aeropuerto en Ciudad de México que se erige sobre el lago Texcoco, y del que se ha criticado su alto costo y  denunciadas irregularidades en la ejecución de algunos contratos.

López Obrador ha pedido al pueblo, como el Quijote, «que nos ayuden a desfacer entuertos».

Más trascendente fue la segunda consulta, que puso a consideración los que serán Diez Programas Prioritarios del ejecutivo, y entre los que se cuentan asegurar la atención de salud y las medicinas a los estamentos más desfavorecidos (el que más se votó, con un 95 por ciento); dotar de pensiones a todos los mayores de 68 años; garantizar estudios o becas a los adolescentes y jóvenes en edad de segunda enseñanza; la construcción de una refinería en Tabasco para procesar «en casa» el petróleo y bajar los precios de la gasolina; plantar de árboles frutales y maderables un millón de hectáreas, lo que creará 400 000 empleos en el soslayado sudeste de México, región que también se verá favorecida por otro importante programa: la puesta a punto del llamado Tren Maya, que recorrerá más de 1 500 kilómetros y conectará y contribuirá al desarrollo de los estados de Chiapas, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.

Al comentar los resultados de esa votación, Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de Comunicación Social del Gobierno electo, consideró que la consulta tuvo «una buena recepción ciudadana», y que con ella se avanzó en la consolidación del ejercicio democrático.

Ello, dijo, reafirma que la gente quiere ser escuchada y ser parte de las decisiones.

Algunos observadores especulan que seguirá acudiendo al parecer del pueblo.

Por lo pronto, ya tiene otras consultas sobre el tablero. Una de ellas pedirá opinión acerca de la creación de una Guardia Nacional que vele por el orden y la seguridad, con lo cual quitará esas funciones a la actual fuerza pública.

También está en el tapete la conformación de un cuerpo de asesores integrado por empresarios escogidos por él, y la posible investigación de exmandatarios acusados de hechos corruptos, un trayecto que AMLO preferiría evitar para que el tiempo no se vaya en examinar lo de atrás, y centrarse en caminar, limpios, hacia adelante.

Mucha gente, sin embargo, lo pide, y es muy probable que él, entonces, consulte de nuevo.

Estabilidad sin corrupción

Estos amplios planes con énfasis en lo social requieren estabilidad económica, y López Obrador ha asegurado que con su Gobierno no habrá sobresaltos en esta esfera para los inversionistas, a quienes ha asegurado que el país será seguro para sus capitales, y no habrá expropiaciones.

Tampoco habrá gasolinazos ni aumento de impuestos o de deuda para financiar sus aspiraciones en materia social. Se mantendrá, dijo, el equilibrio fiscal.

Eso sí, ha anunciado 50 medidas que significan una guerra a muerte a la corrupción y los ilícitos, y que deben resultar un paso importante contra las bandas violentas, al tiempo que colocarían una camisa de fuerza para llevar la austeridad a las instancias de Gobierno.

Entre los llamados 50 Puntos se cuenta desde la rebaja de su propio salario a menos de la mitad de lo que gana el Presidente hoy, hasta la revisión de los contratos que se sospeche fueron pactados de manera corrupta, y priorizar, en lo adelante, a empresas de países donde se castigue aceptar sobornos; pasando por la prohibición de lujo en las oficinas de los funcionarios públicos o el uso particular de los vehículos oficiales.

Otro adelanto relevante ha sido su enfoque en relación con el problema de la migración, asunto siempre en crisis para los países pobres, pero con un repunte que le sorprende a su llegada al poder, y ante el cual ha ofrecido una visión que por primera vez, de manera práctica, va a sus causas.

Frente al aluvión que representan las caravanas centroamericanas en azaroso camino hacia el Norte, el nuevo mandatario de México propone a sus colegas de Centroamérica y a EE. UU. la creación de puestos de trabajo en las naciones istmeñas, para que no haya gente obligada a emigrar.

Sí que se ve transformador el panorama en México. Andrés Manuel López Obrador acaba de poner pie en ese interesante camino de desafíos.

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