El presidente de Haití, Michel Martelly. Autor: Internet Publicado: 21/09/2017 | 05:06 pm
Un acuerdo en extremo, firmado por el presidente Michel Martelly con los titulares del Senado y la Cámara de Diputados, Jocelerme Privert y Cholzer Chancy, respectivamente, para designar un gobierno de transición desde este domingo parece abrir la posibilidad de conjurar el posible vacío de poder en Haití, cuando concluye ya el mandato del actual jefe del Estado.
El acuerdo, según las informaciones de las agencias noticiosas, contempla que la Asamblea Nacional, bicameral, elija a un presidente interino en los próximos días y se realicen elecciones el 24 de abril.
Mencionar el nombre de esa parte de la isla La Española trae solo memorias tristes: huracanes, terremotos, revueltas, pobreza y ahora una enorme crisis política que hunde más a la infortunada nación haitiana en medio de un sinnúmero de conflictos sociales aún por resolver.
La crisis presente se agudizó tras el aplazamiento indefinido de la segunda vuelta de la elección presidencial que debió celebrarse el 24 de enero pasado, luego que fuera pospuesta la del 27 de diciembre, en la que se enfrentarían el oficialista Juvenel Moise y el opositor Jude Celestin, quienes alcanzaron las dos mayores votaciones en las elecciones generales del 25 de octubre pasado, celebradas con tres años de retraso.
Los resultados cerrados llevaron a que la oposición denunciara «fraude», y a que estallaran una serie de protestas violentas que obligaron a retrasar aun más los comicios.
Celestin finalmente renunció a presentarse a la convocatoria de enero denunciando un «golpe de Estado electoral», del que acusó al presidente Martelly, y a esa retirada se sumó la salida de varios de los nueve miembros del Consejo Electoral Provisional (CEP); la quema parcial de algunos colegios electorales; una resolución del Senado exigiendo postergar los comicios; un llamado de la Iglesia Católica al diálogo y a la negociación, y el anuncio de grandes manifestaciones para impedir las votaciones.
Agrupados en un bloque llamado G8, los partidos de la oposición culpan al Gobierno, a la Organización de Estados Americanos (OEA) y a Estados Unidos del problema actual, ya que validaron los resultados de la primera vuelta electoral del 25 de octubre pasado.
Ante la crisis, el presidente Martelly se comprometió a dejar el poder tal como lo establece la Carta Magna, y el Gobierno emitió un comunicado en el que propuso cuatro alternativas para solucionar la difícil situación política: la refundación del país con nueva Constitución, la continuidad del mandato de Martelly para asegurar el desarrollo de un nuevo proceso electoral, que el control del país sea entregado a la Asamblea Nacional y la última alternativa es la de entregar el Gobierno al Poder Judicial.
Finalmente, se ha llegado al acuerdo de este sábado para enfrentar el agravamiento de una crisis que tiene su historia.
Ha sido duro gobernar
Tras unas convulsas elecciones, Michel Martelly, un popular cantante devenido político, asumió la presidencia en mayo de 2011, con el propósito de hacer avanzar en lo posible a la nación mediante dos grandes, y extremadamente difíciles prioridades para su gestión: levantar económicamente el país y dar soluciones a las víctimas del brutal terremoto de 2010.
Pero su andar ha sido duro y, fuertemente cuestionado.
No obstante, durante su gestión Haití logró un incremento del Producto Interno Bruto (PIB) de 3,5 por ciento y estableció importantes programas de cooperación comercial con organismos regionales como el Mercado Común del Sur, Petrocaribe y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP).
Sin embargo, en los últimos meses, cuando se agudizó la inestable situación política y la económica empeoró, la inflación subió al 12 por ciento, la moneda perdió el 30 por ciento de su valor y no se hicieron esperar las explosivas protestas populares.
La mano injerencista
En medio de esta situación, siempre la mano oscura de Washington se cierne sobre la realidad haitiana, como lo ha hecho desde la ocupación militar en 1915.
Ahora promovió y aplaudió la presencia de la OEA, que fue al país para «mediar», a solicitud de Martelly. El grupo fue ampliamente rechazado a nivel popular y por diversos sectores haitianos, sobre todo opositores, e, incluso, por la iglesia católica. Calificaron la visita como mala idea para el trance político y social y como una intromisión en sus asuntos internos haitianos.
El panorama se tornó distinto cuando, respondiendo a un pedido del canciller haitiano, Lener Renauld, en la IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), celebrada en Ecuador en enero pasado, el mecanismo de concertación envió una comisión a Haití para analizar de cerca la situación y propiciar el diálogo entre todos los implicados.
Los cancilleres de Ecuador, Costa Rica, República Dominicana y Bahamas se entrevistaron con el propio Martelly y con el presidente del Senado, Jocelerme Privert, diálogos en los que —aseguraron— constataron los deseos de ambas instancias estatales de encontrar una salida a la crisis política.
Esa disposición, agregó un texto emitido por el grupo después de la visita, tiene como fundamento el mantenimiento de la estabilidad, la paz, la democracia y la continuidad del proceso electoral iniciado el año pasado.
A pocos días, ya hay un acuerdo, cuando pareciera que Haití no respirara. Este pudiera traer la solución y habrá que observar de cerca los acontecimientos, pero lo cierto es que hasta esos «próximos días», establecidos sin fecha precisa en el texto firmado, hay una especie de vacío de poder político.
En el complejo panorama, la oposición se mantiene inflexible y, a pesar del acuerdo ejecutivo-asamblea bicameral, convocó a nuevas protestas que pondrán en jaque también al gobierno provisional que debe realizar nuevas elecciones.
Martelly calificó como de «muy importante» este sábado «porque encontramos un acuerdo entre nosotros», y llamó a los opositores a no seguir en las manifestaciones violentas que solo hacen retroceder a Haití. «No estamos negociando para ganar sino para buscar soluciones», subrayó, pero miles se manifestaban en las calles.
Este 7 de febrero Haití debió estrenar un presidente elegido en las urnas y un nuevo Parlamento, previamente instalado, pero la realidad es otra. Una nueva catástrofe podría avecinarse y crecerían nuevas justificaciones injerencistas.