Los hermanos palestinos Ahmed y Fawaz Almanassra. Autor: Calixto N. Llanes Publicado: 21/09/2017 | 05:53 pm
«¿Dónde está el mundo?», me pregunta Fawas Almanassra con una mirada que me cuesta sostener, y me deja sin más opción que tragar en seco, porque soy parte de ese universo al cual le pide ayuda para poner fin al genocidio contra el pueblo de Gaza, allí donde él tiene familia, vecinos y donde hace apenas tres años perdió a su padre, víctima de un bombardeo sionista.
Este joven que ahora estudia Medicina en Cuba, el 7 de abril del año 2011 solo tenía 15 años cuando presenció la masacre que ultimó a más de 200 palestinos, entre ellos a su progenitor, quien en aquel entonces no rebasaba los 58 años de edad.
No preguntaron nada —recuerda—; solo apretaron sabrá Dios qué botón, y enlutaron para siempre la vida de muchas familias. El barrio quedaba a 800 metros de Israel; era muy fácil matar sin dar la cara, sin arriesgar nada, como siguen haciendo los israelíes.
«Mi padre no era militante de Hamas, ni de otra facción política. Era un humilde maestro de árabe que ajustaba su tiempo con mucho rigor para trabajar en la agricultura y poder sostenernos, y ayudar a mi hermano Ahmed que ya estaba en Cuba estudiando Medicina y que ahora está en cuarto año de su carrera.
«Así, como era nuestro padre, una persona de paz, son casi todas las víctimas que por más de 60 años han conformado el martirologio palestino. Ahora mismo casi todos los muertos, desde el 12 de junio y hasta la fecha, son niños que no han ofendido a Israel, ni al mundo. A veces creo que los matan para no tener que enfrentar años más tarde a un luchador, a un justiciero; para no tener que responderles a tantos por las muertes de su padres…».
Fawaz está consciente de que su carrera ayudará a salvar muchas vidas, por eso asegura que junto a su hermano trabajará en Gaza, donde todos los días hay que salvar inocentes, donde hay una resistencia que no renunciará al sueño que desde hace 65 años defiende.
«En Gaza todos los días hay guerra, todos los días muere alguien, todos los días acosan a alguien, extorsionan a alguien para que se vaya de esa zona que Israel tiene ocupada descaradamente en una violación de todos los derechos internacionales».
—¿Cómo reaccionas con las noticias que llegan de Gaza todos estos días?
—Con una impotencia enorme. Y lamento no poder hacer nada. Solo le pido a Dios que proteja a mi pueblo. Ya han muerto 1 900 palestinos y 400 000 han tenido que refugiarse. Perdieron sus casas 60 000 personas. Mi familia se cuenta también entre los que por segunda vez pierden su hogar.
«La lucha no va a detenerse hasta que le den a Palestina lo que es suyo, hasta que se vayan de nuestro suelo los ocupantes sionistas, que desde que somos niños nos acosan y no nos dejan vivir en paz. Nos tienen en permanente tensión y rodeados de violencia. Cuando los niños van rumbo a las escuelas los ocupantes los revisan, como si portaran bombas y no libros.
«Hace más de 60 años que vivimos en constante sufrimiento. Suman miles los refugiados, muchos de ellos nacidos en los campamentos del Líbano y otros lugares.
«Israel está usando contra mi pueblo bombas y armamento que están prohibidos por protocolos internacionales, pero nada le sucede como nación, tiene por aliado a Estados Unidos, que además de suministrarle armamentos y darle dinero para que haga la guerra, justifica sus crueldades».
—¿Cuál crees será el desenlace de este genocidio?
—Israel tiene la fuerza y quiere la guerra. Nosotros no tenemos miedo. Seguiremos la lucha hasta tener nuestra tierra para poder pasear libremente por ella. Palestina es preciosa y no podemos disfrutarla porque la muerte ha hecho de ella una sede permanente.
«No cesaremos de luchar por nuestros derechos como nación. No pararemos hasta que dejen pescar tranquilos a nuestros pescadores en el área que les corresponde, y dejen a los agricultores sembrar sus tierras.
«Israel ha obligado a los pescadores a pescar solo en tres millas, cuando legítimamente les corresponden 12. Siembra en nuestras fértiles tierras las flores y la fresas que luego vende en Europa y otras latitudes, como si fueran ellos los dueños legítimos de esas producciones.
«Queremos la paz y la justicia. Queremos que dejen libres a los presos de conciencia que llevan más de 25 años en prisión y ya les corresponde salir de los calabozos.
«Ya basta de sufrimiento. Basta de matar, bloquear y ocupar. Queremos que el mundo ayude a parar esta guerra. Pedimos que nos ayuden a parar este mar de sangre».