Una inmensa marea roja, rojita despide al Comandante-Presidente Hugo Chávez Frías. Una inmensa marea roja, rojita, esa misma que tantas veces bajó de los cerros, salió a las calles, colmó las plazas, tomó las avenidas de Venezuela, es la que ahora mismo acompaña al líder de la Revolución Bolivariana en el recorrido que hace la marcha fúnebre, en este último adiós a su cuerpo, nunca a sus ideas, nunca a sus sueños, nunca a la obra que edificó para todos y todas los venezolanos, para la América Nuestra y para el mundo.
La vista se nos pierde entre los cientos de miles de venezolanos y venezolanas que despiden con lágrimas en los ojos, y con consignas ¡Viva Chávez! ¡Hasta Siempre Comandante! ¡Chávez vive! ¡Chávez, por siempre?
Así lo constatan las imágenes de las televisora estatal e internacional Venezolana de Televisión y de TeleSur, respectivamente, las que transmiten cada segundo, cada minuto, cada instante de este adiós al cuerpo físico del «Comandante Supremo», al «único líder de la Revolución Bolivariana», al «padre de los pobres», al «impulsor de la nueva integración latinoamericana», como se le escucha decir gente humilde de su pueblo, a líderes políticos internacionales y amigos en diferentes partes del mundo.
Ahí está su pueblo inmenso, como lo fue Chávez. Niños y niñas, los jóvenes, mujeres y hombres, con las huellas de dolor por la pérdida irreparable, pero en un acompañamiento apoteósico a su Presidente.
Venezolanos y venezolanas de todas las edades, y venidos de todas las partes del país andino, y en particular de toda Caracas, le dan su adiós a Chávez.
Una inmensa marea roja de pueblo, pueblo de Venezuela, bolivariana y chavista, que se hace acompañar de banderas, carteles, fotos de su Presidente.
Pueblo inmenso que le dice adiós, que se despide de su cuerpo pero que, desde el mismo instante que conoció de su muerte, juró ser como él, juró continuar la Revolución que él, su Presidente, construyó para todos y todas, con el pueblo.
Es el amor del pueblo, es el amor de sus hijos, es el amor de Chávez.