Señor Presidente:
Las Naciones Unidas se crearon, después que 60 millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial, con el objetivo de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”. La primera resolución de su Asamblea General, de fecha 24 de enero de 1946, pidió precisamente la creación de una Comisión encargada de estudiar los problemas surgidos con motivo del descubrimiento de la energía atómica y, en su párrafo dispositivo 5, llamó a “… eliminar de los armamentos nacionales las armas atómicas, así como todas las demás armas principales capaces de causar destrucción colectiva de importancia”.
Sesenta y cinco años después, graves e inminentes peligros amenazan la existencia de la humanidad. La degradación de las condiciones de vida en el planeta como consecuencia del calentamiento global, y la existencia de las armas nucleares constituyen los principales desafíos para la supervivencia de la especie humana. Sólo el empleo de una parte ínfima del enorme arsenal nuclear mundial, la explosión de 100 ojivas, provocaría el invierno nuclear.
La única garantía de que las armas nucleares no puedan usarse por Estados ni por nadie será su eliminación y prohibición absoluta, que debiera abarcar también las armas convencionales avanzadas de casi similar letalidad. La única solución es el desarme general y completo bajo estricta verificación internacional.
Debe cesar la manipulación política acerca de la no proliferación, basada en el doble rasero y el interés político, en la existencia de un club de privilegiados que continúa perfeccionando sus armas nucleares, mientras intenta conculcar el derecho inalienable al uso pacífico de la energía nuclear por los países del Sur.
Debe abandonarse definitivamente el concepto de la “disuasión nuclear” como base de doctrinas militares insostenibles e inaceptables, que lejos de contribuir al desarme nuclear, estimulan la perpetua posesión de esos armamentos.
Señor Presidente:
Los Estados miembros de las Naciones Unidas, desde su primer período extraordinario de sesiones dedicado al desarme, en 1978, dieron el mandato a este foro de negociar los tratados multilaterales en la materia. Esta Conferencia ha incumplido ese mandato respecto al desarme nuclear. Se ha incumplido también el Artículo VI del Tratado de No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), que establece claramente la obligación de negociar de buena fe el desarme nuclear.
Instamos a los Estados Unidos, principal potencia nuclear, a que deje de oponerse a la negociación de acuerdos vinculantes que permitan librarnos definitivamente de la amenaza nuclear en un período predeterminado.
Para avanzar en este empeño, el Movimiento de Países No Alineados ha presentado una propuesta que merece ser atendida y que contempla un Plan de Acción que establece un calendario concreto para la reducción gradual de las armas nucleares hasta su total eliminación y prohibición, a más tardar en el año 2025. Incluye también la creación de Zonas Libres de Armas Nucleares. Urge establecerla en el Medio Oriente, donde Israel es el único país que se opone. Lograrlo significaría una verdadera contribución para alejar las amenazas de conflicto y de proliferación nuclear, y alcanzar la paz duradera en esa región que vive momentos convulsos y enfrenta el peligro de una intervención militar de la OTAN en Libia.
Cuba apoya la adopción de un Programa de Trabajo en la Conferencia de Desarme y ha expresado en varias ocasiones que está preparada para negociar paralelamente un tratado que elimine y prohíba las armas nucleares; un tratado que prohíba la carrera de armamentos en el espacio ultraterrestre; un tratado que brinde garantías de seguridad efectivas para los Estados que, como Cuba, no son poseedores de armas nucleares; y un tratado que prohíba la producción de material fisible para la fabricación de armas nucleares u otros dispositivos explosivos nucleares.
La Conferencia de Desarme tiene la capacidad de enfrentar al unísono estas negociaciones, lo que falta es la necesaria voluntad política para lograrlo.
La negociación de un tratado que prohíba la producción de material fisible para la fabricación de armas nucleares es una medida positiva pero insuficiente, si no existe un esquema y compromisos claros sobre las etapas que complementarán esa medida. Es decir, si no se definen los pasos subsiguientes para lograr el desarme nuclear.
Señor Presidente:
Para preservar la paz, hay que erradicar todo lo que la amenaza. Resulta inaceptable que en el mundo actual se gaste cada vez más en medios para hacer la guerra y menos en la promoción del derecho al desarrollo. En los últimos 10 años, los gastos militares han crecido en un 49%, hasta llegar a la astronómica cifra de 1,5 millones de millones de dólares.
Con los recursos que hoy se dedican a armamentos, se podría combatir la pobreza extrema que hoy padecen 1400 millones de personas en el mundo, alimentar a los más de 1 020 millones de hambrientos que existen en el planeta, evitar la muerte de los 11 millones de niños que cada año fallecen por hambre y enfermedades prevenibles, o enseñar a leer y escribir a los 759 millones de adultos analfabetos.
Esta Conferencia de Desarme, si cumpliera con su mandato, podría realizar una importante contribución para cambiar el estatus quo, que solo beneficia a los poderosos. Debemos con toda urgencia iniciar nuestros trabajos y exigir el respeto al derecho de los seres humanos y de los pueblos a vivir en paz y en un mundo sin armas nucleares.
Nosotros tenemos el deber de contribuir a edificar otro orden mundial basado en la solidaridad humana y la justicia, en que la solución a los conflictos se base en el diálogo y la cooperación, en que cese la filosofía del despojo que lleva a la guerra y al uso de la fuerza.
Ante los serios peligros que nos amenazan, apartemos lo que nos enfrenta o divide, y unámonos para salvar la paz, el planeta y la vida de las futuras generaciones. Cuba asumirá este año la presidencia de la Conferencia de Desarme inspirada en esos objetivos y con el firme propósito de que este importante foro no pierda su relevancia por el inmovilismo y la falta de voluntad política.
Muchas gracias.
(Cubaminrex-Embacuba Ginebra)