En cualquier camino iraquí se puede encontrar uno de estos «regalos» de los «libertadores». Foto: AFP Abbas Yusef Shibli, de seis años, yace en una cama de hospital iraquí porque una bomba de racimo estalló mientras jugaba con tres amigos e intentó recoger lo que parecía un frasco de perfume. El menor sufrió una ruptura del colon y de la vesícula biliar, una perforación pulmonar y una lesión en el nervio medial, y hasta ahora ha sido sometido a dos transfusiones de sangre. Los tres niños que jugaban con él también resultaron heridos.
Las llamadas bombas de racimo o de dispersión se tornan artefactos monstruosos, que diseminan cientos de letales submuniciones y son responsables de la muerte de miles de civiles. Quienes más usan y abusan de ellas, hacen oídos sordos a declaraciones como estas.
Estas patéticas armas cuentan con un dispositivo que, al llegar a determinada altura del blanco, activa una espoleta que rompe la envoltura y permite que la submunición o bomblets se disperse sobre una amplia zona. Una bomba de 250 kilos contiene 240 bomblets, que pueden disgregarse por 50 000 metros cuadrados. Es como un disparo de escopeta desde el aire, con perdigones que no discriminan lo que se topan a su paso.
Uno de los principales peligros de esas bombas es que las submuniciones que se diseminan sin estallar pueden permanecer durante años después de los conflictos y ser recogidas por civiles, a menudo niños, puesto que su aspecto llama la atención, y al estar expuestas a la luz del sol suelen brillar.
Se calcula que hasta 30 por ciento no estallan y quedan en los campos, como una amenaza permanente.
La semana pasada, 46 países firmaron un acuerdo que prohíbe el uso, producción o transferencia de munición de racimo, para 2008. Solo quienes más producen, comercian y usan esas armas se negaron a firmar: Estados Unidos y Australia.
Washington alega que las bombas de racimo son armas de guerra legítimas, y en los últimos años han desarrollado una nueva generación que, según dicen, es mucho más certera, con efectos tardíos en menos de uno por ciento de los casos. ¿Dejan por eso de ser aberrantes?
El Pentágono aseguró hace poco tiempo que la Fuerza Aérea de su país usó en Iraq bombas de racimo, diseñadas para «funcionar contra blancos previstos» y no diseminar municiones si no los alcanzan.
Sin embargo, según UNICEF, los niños heridos en Iraq por explosiones tardías han sido más de 1 000 desde el inicio de la invasión y una ONG británica documentó por lo menos 200 muertes de civiles en el país árabe, causadas por bombas de racimo en solo un año.