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Tres sets con Wilfredo Henry

El jefe de Entrenadores del Equipo Nacional de Tenis de Campo de Cuba, Wilfredo Henry Torriente, dialogó con Juventud Rebelde sobre la situación actual del deporte de las pelotas y las raquetas, y rememoró momentos icónicos de la historia de la disciplina en nuestro país

Autor:

Ariel Alejandro Niévares Luis

En un país donde el béisbol y el boxeo se llevan las principales portadas, el tenis de campo ha creado su propia historia, y Wilfredo Henry Torriente es un testimonio vivo de ello. Desde sus inicios como jugador en la década de los 70 hasta su actual rol como Jefe de Cátedra en la selección nacional, Henry ha dedicado su vida a elevar un deporte que, aunque no alcanza toda la popularidad que él quisiera, ha regalado a Cuba grandes momentos, como las siete medallas de bronce panamericanas o la clasificación al Grupo Mundial de la Copa Davis en 1993.

Su pasión por el tenis no solo se refleja en los triunfos obtenidos en sus años de atleta, sino también en su rol como formador de nuevas generaciones de tenistas que en el futuro escribirán páginas de gloria sobre las canchas.

Saque potente de Henry

Su andar en el mundo del tenis comenzó en el central Australia, de Matanzas, donde se formó bajo la tutela del profesor Carlos Rodríguez, quien fue fundamental en su desarrollo como atleta en Jagüey Grande. Desde entonces, confiesa que no sabe definir qué lo enamoró de esta disciplina, pero recalca que le presenta retos constantes y eso lo motivó desde el primer día.

Su pasión por el deporte tiene raíces familiares. «Pertenezco a una familia de deportistas. Mi primo, Jesús Torriente, destacó como lanzador del equipo de béisbol de Cuba», comparte. Además, su abuelo, de ascendencia jamaiquina, influyó en su vida al enseñarle idioma inglés a Rodríguez, quien, en agradecimiento, introdujo a Wilfredo Henry en el tenis. Su talento lo llevó a participar en los Juegos Provinciales Escolares y, posteriormente, a un riguroso entrenamiento en la antigua ESPA Nacional.

Con un poderoso servicio como mejor arma, una gran estatura física y una increíble fortaleza mental, entre las que considera sus principales cualidades, Henry llegó al equipo nacional en 1980. «Hubo un proceso de restructuración en 1979 y me seleccionaron como joven talento», explicó. Solo seis años después marcaría un primer hito en su carrera en los Juegos Centroamericanos de Santiago de los Caballeros, en 1986: «Tuvimos una buena preparación en Europa, con una gira por los países socialistas. En los Centroamericanos ganamos varias medallas de plata y bronce, incluida una mía con Mario Tabares en dobles masculino. Fue el despegue del tenis cubano en esa época», sentenció.

—¿Cómo era la dupla Mario Tabares -Wilfredo Henry?

—Formamos un buen equipo de dobles, con gran compenetración. Tabares jugaba derecha y yo revés. Él era excepcional y defendía muchísimo. A partir de aquella presea de bronce, participamos juntos en varias competencias internacionales y ganamos el Circuito Lotto de Venezuela. Luego nos separamos porque tuvo una ascendencia en el ranking individual y le permitió disputar otros torneos, y yo estuve en los que podía, con muy buenos resultados.

«La estrategia utilizada para formar los dobles fue excelente porque el profe Brito organizó las parejas de la mejor manera. Desde 1986, con Rolando Martínez Pérez como presidente de la Federación Cubana de Tenis, y un grupo de entrenadores muy valiosos como Manuel Suárez, Manuel Brito y Francisco Acosta, que tomaron las riendas del tenis en Cuba, fue cuando se obtuvieron los mejores resultados. Gracias a la capacitación en cursos impulsada por Rolando, tuvimos el mejor cuerpo técnico de Centroamérica, con muchos profesores de nivel I, II y III de la Federación Internacional de Tenis (ITF, por sus siglas en inglés). Hoy, varios exatletas que residen fuera del país forman tenistas con enorme calidad. Por ejemplo, Sandor Martínez, producto de la escuela cubana y del cual fui maestro hasta su retiro, es profesor del número uno de México y entrenador asistente del equipo de Copa Davis de esa nación».

Pero un año más tarde, en 1987, Cuba se reincorporó a la Copa Davis, tras 28 años de ausencia. Wilfredo Henry integró el equipo y contribuyó a la clasificación de nuestro país por única vez en la historia al Grupo Mundial en 1993, aunque posteriormente caería ante la potente selección de Suecia.

En la actualidad, Wilfredo Henry entrena al Equipo Nacional de Cuba que participa en la Copa Davis. Foto: Tomada de la página en Facebook de Copa Davis

«Formé parte en 1987 junto a Tabares, Juan Pino y Tomasito, y disputamos varios encuentros para avanzar en el Grupo de América. El primero fue contra la Mancomunidad del Caribe. Perdimos en la ronda inicial. Al otro año mejoramos, hasta que ganamos el grupo en 1990. Para ascender, derrotamos a Chile en su capital y siendo ellos favoritos. Estuve en el repechaje contra Yugoslavia para acceder al Grupo Mundial, pero no participaron por la guerra que se produjo en su territorio. Íbamos a ser sede del partido y teníamos jugadores, como Pito y Tabares, con un ranking superior a los suyos», relató.

En apenas seis años, desde el regreso de la Mayor de las Antillas a la Copa Davis, el conjunto nacional entró a la etapa élite del torneo y protagonizó una de las mayores hazañas de la historia del deporte de la Isla, un logro que Wilfredo califica como «excepcional y casi irrepetible». La clasificación demostró la grandeza de los atletas y entrenadores cubanos de aquella época, en una competencia como la Davis, dominada por naciones poderosas económicamente y con tradición en la disciplina. El legado de estos héroes de la raqueta constituirá una inspiración para las presentes y futuras generaciones de tenistas que representarán a nuestro país.

La carrera de Henry pasaba por buenos momentos en la década de los 80, tras participar en Copa Davis y triunfar en la modalidad de dobles en torneos del campo socialista, y en el Campeonato Nacional de cancha dura de Venezuela. Sin embargo, en 1991 llegó el momento más doloroso de su vida como atleta. No duda en afirmarlo. Antes de soltar la primera palabra, baja la mirada: «Es difícil pensar en el fin de tus posibilidades como deportista. Todavía era de los tres mejores jugadores del equipo nacional. Es duro que te digan: “Lo has hecho bien hasta ahora, pero la proyección para el futuro es contar con jóvenes y por tu edad tienes que dar paso”. Cuesta comprenderlo porque deseas seguir y debes entender que las cosas cambian».

Aun con la tristeza de aquellos recuerdos, Henry cuenta que, en el año de su retiro, el tenis cambió mucho en el mundo y eso influyó en la decisión. «En la época en que se tomó la decisión de que dejara de ser competitivo, el tenis lo ganó el alemán Boris Becker a los 17 años y todo se volcó a la juventud. Cuba tenía una buena base de muchachos con buen somatotipo y técnica. Hoy en día, existe un grupo de jóvenes talentosos internacionalmente y conviven con jugadores de otra generación. Antes no fue así», agregó.

El retiro de la selección nacional le impidió formar parte de la experiencia cubana en el Grupo Mundial de la Copa Davis contra Suecia y Rusia, pero contribuyó en la clasificación. No obstante, el amor de Henry por su deporte —en el que alcanzó un meritorio ranking ATP de 832 en una disciplina que él valora por su alta competitividad— lo impulsó a sumarse en la formación de nuevos tenistas.

La pasión del maestro

Con la envergadura física de sus mejores tiempos, este atleta y estomatólogo, convertido también en entrenador, encontró en las canchas un escenario para forjar el futuro de este deporte. Permanece sereno en los entrenamientos. Se sienta cerca de las canchas y observa desde una de las gradas, mientras su mirada aguda detecta cualquier detalle a corregir en los movimientos de sus pupilos, guiándolos cual padre con sus hijos. 

Su historia es una crónica de resiliencia en tiempos difíciles. Tras su retiro, se graduó en Cultura Física y se sumergió en la formación de jóvenes talentos, enfrentando las dificultades del período especial. A través de su empeño, clasificó a un grupo de jugadoras para el Grupo Mundial de la Copa Federación en 1994: «Fue un gran logro del tenis en esa época, junto al hito del Grupo Mundial masculino. También, en 2003, dos de mis jugadoras: Yanet Núñez y Yamilé Fors, alcanzaron por primera vez para Cuba una medalla de bronce en dobles femeninos, en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo, donde derrotaron a las favoritas argentinas», comparte con orgullo.

Para Henry, la transición de jugador a entrenador requirió una profunda comprensión: «No es suficiente ser buen jugador. Necesitas un proceso de formación. Me gradué del Curso de nivel I, II y III de la ITF. Me dieron conocimientos y otra visión del tenis porque conocí los métodos de diferentes academias». Pero su inagotable labor educativa no se ha limitado al interior de las fronteras cubanas, convirtiéndolo en un verdadero «maestro de maestros». Como Tutor Internacional de la ITF, ha dedicado años de su vida a preparar a entrenadores de otras naciones. Su pasión por el tenis lo ha llevado a impartir cursos de nivel I y II en Centroamérica y el Caribe, sentando cátedra en países como El Salvador, República Dominicana, Panamá, Honduras y México.

Ahora, como Jefe de Entrenadores del Equipo Nacional, convierte los entrenamientos en oportunidades de crecimiento para los atletas. Aunque advierte que hoy la preparación es muy especializada e individualizada, por lo general se enfoca en mejorar cinco situaciones de juego: «Sacar, devolver, hacer intercambios, competir uno contra otro desde el fondo de la cancha, practicar la defensa y aprender a atacar es parte del trabajo diario», aclaró.

Sin embargo, el mayor desafío que enfrenta es motivar a los jóvenes de la selección nacional, en un país donde el tenis no posee tanto arraigo y no goza de las condiciones para alcanzar el éxito internacional. «Ser entrenador de tenis en Cuba requiere mucha inventiva, por eso el trabajo mental se convierte en un pilar decisivo, pero estoy comprometido en llevarlos a lo más alto posible», aseguró.

Golpes de revés para el tenis de campo cubano

Pese al esfuerzo cotidiano de Wilfredo Henry, el tenis de campo no pasa por sus mejores tiempos. A día de hoy, Cuba se ubica en el lugar 110 del ranking mundial y disputa el Grupo IV de la zona de América en la Copa Davis. Solo en la memoria han quedado aquellos años en los que se acumularon siete medallas de bronce panamericanas, la victoria de Reynaldo Garrido en el Abierto de Canadá en 1959, la primera participación de un equipo de tenis cubano en los Juegos Olímpicos de México 1968, la clasificación de nuestra nación al máximo nivel de la Copa Davis, y el mejor puesto (131) de un tenista de la Mayor de las Antillas en el ranking mundial, conseguido por Mario Tabares en 1989.

—¿Cuáles son las fortalezas y debilidades del equipo Cuba?

—Es una selección muy joven, la de menos experiencia del país en los últimos 30 años, pero tienen mucha hambre y dan el máximo para obtener mejores resultados. Los muchachos llegaron con déficit de horas de entrenamiento y de competencia en la base. Mi generación, en los años 80, subió al equipo nacional con más experiencia competitiva y mejor físico y técnica. Hemos perdido a jugadores y falla la estructura, por lo que saltaron etapas de su desarrollo, te diría que cinco o seis escalones. Ellos han asumido en condiciones que no son las ideales y han suplido cinco generaciones de tenistas. Trabajan duro y hay que enfocarse en la adaptación a los sistemas de competencia, a los patrones actuales de juego, a la diversidad de golpes y a la potencia del tenis moderno, que no tienen por falta de experiencia competitiva.

—¿Qué tan fácil o difícil es ser tenista en la Cuba actual?

—Bastante duro porque no tenemos los recursos que quisiéramos en todas las áreas del país. Esa constituye una primera dificultad: que tengan pelotas, raquetas y cuerdas. Es el deseo del Inder y del país, pero a veces no puede ser. La Federación Cubana de Tenis se esfuerza para que lleguen al menos algunas pelotas a los municipios, a través de diferentes programas internacionales. Tratamos, pero es muy deficiente. Entonces, el proceso de enseñanza, que podría ser mucho más rápido, se hace lento.

«Además, no hay torneos nacionales de mayores y carecemos de una buena organización de eventos, por tanto, no existe un estímulo para que los atletas compitan y la motivación disminuye. A ellos les gustaría verse en una página, en la televisión o en un periódico, pero esa oportunidad no está muy desarrollada debido al déficit de competencias. Oficialmente, solo efectuamos los Juegos Escolares, los Juegos Pioneriles y algunas copas cuando contamos con pelotas y recursos. Este año queremos realizar dos juveniles. Si les preguntas, quieren ser como Federer u otros, pero estas situaciones les alejan esa meta. De ahí que ser un atleta del Equipo Nacional de Tenis es difícil.

«Por otra parte, nuestros rivales en los Centroamericanos y Panamericanos son jugadores que pasan por un proceso de formación, entrenamiento y competencia superior, desde su etapa juvenil hasta su ingreso al profesionalismo. Eso les permite adquirir una maestría en la cancha y les ayuda a tomar mejores decisiones en el partido, y cuando nuestros jugadores se enfrentan a ese nivel, les cuesta trabajo. Todos los países del área disputan un mínimo de ocho o nueve torneos internacionales en su territorio y tenemos una desventaja grande en ese sentido. Por ejemplo, a los Panamericanos Junior se va por ranking, y ellos tienen a su favor que sus atletas juveniles pueden obtener los puntos necesarios sin salir de su país».

—Ante estas condiciones, ¿es una posibilidad la contratación de tenistas cubanos en circuitos profesionales?

—Resulta bastante complicado en nuestro deporte. Si nuestros muchachos no compiten y no pueden mejorar su ranking, disminuyen mucho sus opciones de ser contratados por equipos para disputar los interclubes, sobre todo, en Europa. Hay otra fórmula. Personas que ponen una bolsa de dinero en un tenista para que pueda jugar internacionalmente, y luego lo devuelve, pero necesitas visibilidad y que te conozcan. En la actualidad está muy difícil que puedan contratar a alguien. Tenemos amigos que nos ayudan y nos permiten entrenar en su academia. Ahora, competir en un equipo destacado no es posible para nosotros en este momento.

—¿Qué debe cambiar para recuperar el esplendor de antaño?

—La estructura está bien planificada desde hace años, pero se ha deteriorado mucho porque hemos perdido la fuerza técnica, es decir, los entrenadores de la base con más conocimientos. Su formación es vital, por lo que debemos rescatarla y potenciarla urgentemente. Desde 2015 no tenemos un curso de formación de entrenadores y eso nos atrasa. Siendo realistas, pasamos de ser el primer país con mayor cantidad de profesores de tenis de nivel I, II y III en la región a ser el último hoy.

«Necesitamos adaptarnos al sistema internacional de competición, en el que los niños tomen experiencia desde los seis años y transiten por el grupo de competencia de pelota roja, naranja y verde, y luego en el nivel de 12, 14 y 16 años. Eso nos falta. También ser capaces de atraer muchachos a edades tempranas y aplicar la metodología de los diferentes tipos de pelotas, canchas y raquetas.

«Fortalecer el sistema competitivo nacional requiere recursos con los que no contamos, pero resulta esencial fomentar torneos de base en los municipios y otros eventos internacionales juveniles en el país. Estuvimos años alejados del circuito mundial de esa categoría por la ausencia de competencias nacionales. Nos hemos quedado atrás. Ahora, con el apoyo de la Federación Internacional, pensamos organizar torneos profesionales», detalló.

Aunque culmina el tercer set de esta entrevista y el panorama del tenis de campo cubano no se vislumbra alentador, Wilfredo Henry Torriente sostiene la raqueta de la esperanza y no se da por vencido. Para él, la partida continúa hasta que el equipo Cuba salga victorioso. Recuerda que la historia y su entrega a este deporte en la Mayor de las Antillas lo ameritan, y así lo dejó claro en nuestra despedida: «Es una pasión que viene conmigo y forma parte de mí. Así lo inculqué a mis hijos que hoy son profesores de tenis en Estados Unidos. Cada día me levanto pensando en él. Estoy y seguiré en el tenis porque lo amo».

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