Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Entre amaños y ardides

Los que no estén familiarizados con el ámbito ajedrecístico les debe chocar la tensión estática de los competidores que durante horas se enfrentan en arduos combates mentales

Autor:

Amado del Pino

Entre las obras cinematográficas que recrean el mundo de las 64 casillas, El séptimo sello de Ingmar Bergman nos legó una insólita y provocadora escena que ha cautivado a generaciones tanto de cinéfilos como de amantes del juego ciencia: la partida de ajedrez entre el Caballero y la Muerte, en la que se disputa la integridad de la vida y el sentido de la existencia.

Como parte de la rivalidad de esos personajes arquetípicos alrededor de un tablero, las partes enfrentadas emplean subterfugios poco apegados a los que hoy asociaríamos con las prácticas del «juego limpio»: la Muerte asume una falsa identidad para indagar los planes estratégicos de su contrario, mientras que el Caballero derriba con fingida negligencia las piezas de juego en una posición que vaticinaba su inminente derrota.

Si bien ha sido considerado como el «noble juego» por la mayoría de sus practicantes, la historia del ajedrez registra lamentables incidentes en los que el afán de vencer ha desdeñado el respeto y cortesía que merece cada escenario competitivo. Desde la época que el Autómata que ocultaba un operador humano conmocionó a las capitales europeas por su «capacidad» para el ejercicio de los trebejos, se han propagado decenas de incidentes que han empañado el paradigma del fair-play: partidas amañadas, incorrecta manipulación de las piezas, atentados a la presunción de inocencia, el acuerdo entre cómplices y más recientemente las trampas informáticas.

Dado el impacto mediático y legal de determinados casos que han conmocionado a la comunidad ajedrecística, Jaque perpetuo evaluará cuán desafiante resulta en las actuales condiciones tecnológicas y competitivas velar por la transparencia de una hazaña deportiva.

«Componer» la justicia deportiva

Tal vez los que no estén familiarizados con el ámbito ajedrecístico les debe chocar la tensión estática de los competidores que durante horas se enfrentan en arduos combates mentales. Aun en esas condiciones de rigidez corpórea y concentración absoluta, determinados jugadores han empleado el lenguaje corporal con el propósito de desestabilizar a los rivales para revertir posiciones comprometidas en el tablero. Eso sí, la proyección extrovertida de un jugador durante un momento crítico de la partida no debe implicar que se infrinjan las leyes del ajedrez válidas para los torneos.

Una de ellas es la conocida como «pieza tocada, pieza jugada» que implica la obligatoriedad de realizar un movimiento legal con la primera pieza que se manipule; a menos que el jugador exclame «compongo» para garantizar la ubicación correcta de los trebejos sobre el tablero.

En la alta competencia se han dado reprobables incidentes en los que los infractores han revertido la legalidad de un movimiento que implicaba la probable pérdida de la partida, con el pretexto de componer las piezas o de no depositarla efectivamente en su casilla de destino. Estos hechos que han mancillado la integridad deportiva de grandes trebejistas, han sido protagonizados por figuras de amplio palmarés y en certámenes de prestigio como el Gran Maestro (GM) yugoslavo Milan Matulovic en el torneo interzonal de Susa, Túnez, en 1967; el campeón del mundo Garry Kasparov en Linares 1994 —cuyo impacto antideportivo lo intentó minimizar Luis Rentero, el organizador y artífice del Wimbledon del Ajedrez—; y por el entonces vicepresidente de la FIDE Zurab Azmaiparashvili en el campeonato individual europeo de Estambul 2003.

Con una carga de mayor dramatismo se recuerdan los playoffs del Campeonato Nacional de Canadá Montréal 2017, donde el Maestro Internacional Nikolay Noritsyn vio esfumarse la posibilidad de reeditar el título alcanzado en 2007 por una jugada «escondida» de su rival Bator Sambuev: ocultarle una pieza para que no pudiera promover en dama su peón arribado a la octava fila, y así caer en una situación imprevista de underpromotion (subpromoción).

Para colmo ese campeonato tenía la connotación de torneo zonal clasificatorio para la Copa del Mundo Khanty-Mansiysk 2007, por lo que Sambuev se llevó la mejor parte de esta situación rocambolesca.  

Si bien la información periodística que circula sobre el ajedrez no está desprovista de cierto sensacionalismo, tal vez a muchos les impresionó la noticia proveniente del Campeonato de 2024 de la República del Daguestán en el que una jugadora intentó envenenar a su rival aplicándole una sustancia tóxica a sus piezas antes del comienzo de la ronda. En efecto, en la urbe norcaucásica de Makhatchkala, Amina Abakarova intentó poner «fuera de combate» a su rival Umayganat Osmanova, con quien había contendido en el campeonato de partidas rápidas del Daguestán. Aunque no faltaron ciertos
comentarios festivos encontraron una analogía entre este incidente y la Variante del «Peón Envenenado» de la Defensa Siciliana, el suceso conmocionó a los medios de comunicación eslavos.

Enigmáticas sospechas

Repasando los incidentes extradeportivos que han deslucido los ciclos de clasificación del Campeonato Mundial —la colusión entre los ocupantes del podio del Torneo de Candidatos Curaçao 1962 que los incitó a firmar fugaces empates entre ellos, las conocidas «tablas de salón»; la protesta de Victor Korchnoi en el Campeonato del Mundo de Baguio City, Filipinas, 1978, por los mensajes que hipotéticamente eran suministrados a Anatoly Karpov junto a los alimentos ingeridos por el moscovita durante las partidas, que trascendió como la «guerra de los yogures»; la expulsión del maestro kazajo Evgeny Vladimirov del equipo de entrenadores de Garry Kasparov en pleno Campeonato Mundial Londres/Leningrado 1986, por presuntas «filtraciones» a su contrincante Karpov—, ninguno ha alcanzado una connotación mayor como el que se produjo en el Match de Reunificación Elista, Rusia, 2006 entre el local Vladimir Kramnik y el búlgaro Veselin Topalov.

Evento sumamente esperado por la comunidad ajedrecística, luego del divorcio de Kasparov con la FIDE en 1993 que provocó la cohabitación insólita en el escenario competitivo de dos campeones del mundo; el Match de Reunificación pendió de un hilo por la protesta del equipo de Topalov —en particular de su entrenador Silvio Danailov— que cuestionaba la asiduidad con que su rival se encerraba en el baño durante los cotejos. Esta acusación implícita que señalaba el supuesto acceso de Kramnik a un módulo de análisis durante sus visitas sanitarias, alcanzó su clímax durante la sexta ronda a la que el maestro ruso no compareció y condicionó su permanencia en la lid hasta que no fue esclarecida esta incómoda situación. En su paroxismo acusatorio, el equipo de Topalov llegó a sugerir cierta analogía «sospechosa» entre las jugadas de Kramnik y las del programa informático Fritz.  

Para escarnio de sus tramposos ejecutantes, determinados infractores de la ley competitiva que veta el acceso a dispositivos electrónicos durante las partidas, han sido pillados in fraganti por los árbitros y organizadores: el maestro letón Igors Rausis en el Abierto de Estrasburgo 2019; el doble campeón georgiano Gaioz Nigalidze en el Abierto de Dubai 2015; y el atleta Paul-Stelian Mihalache durante el Campeonato Nacional de Rumanía 2023. Mayor connotación alcanzó el fraude orquestado por Sebastian Feller y su entrenador Arnaud Hauchard durante la Olimpiada Mundial de Ajedrez Khanty-Mansiysk 2010, a espaldas de los miembros del equipo olímpico francés.

En estos casos ominosos para el espíritu deportivo se han aplicado sanciones que van desde la acusación penal, la reintegración de los premios en metálico, la revocación de títulos internacionales y la suspensión durante años para acceder a cualquier competencia oficial de la FIDE.  
Tal vez desde hacía muchos años el ajedrez no acaparaba una atención mediática tan rotunda desde que se destapó la velada acusación de «trampa» del campeón mundial Magnus Carlsen hacia el estadounidense Hans Niemann luego de disputar ambos la segunda ronda de la Sinquefield Cup 2022. Sin evidencias concluyentes, Carlsen se retiró del torneo y estigmatizó la figura de Niemann, causándole al californiano un hondo perjuicio en cuanto a las perspectivas de patrocinio, de invitaciones a torneos de élite y del ofrecimiento de servicios virtuales como entrenador.

El affaire Niemann hizo recordar un lamentable incidente ocurrido en el Campeonato Individual Europeo Femenino Chakvi, Georgia, 2015, en el que un grupo de competidoras encabezadas por la Gran Maestra Natalia Zhúkova cuestionó el performance competitivo de la rumana Mihaela Sandu. Desestabilizada por esta acusación improcedente luego de un excepcional arranque de competencia, Sandu terminó encajando en la lid cinco derrotas consecutivas.

Aunque son plausibles las medidas anti-cheating (antitrampas) sugeridas por la Comisión de Ética y Disciplina de la FIDE —el empleo de escáneres corporales para detectar dispositivos ocultos, el retardo de las transmisiones streaming de los torneos de máximo nivel, el estudio de las partidas para evaluar la correlación entre las jugadas «humanas» y las variantes del módulo—, tampoco debe identificarse sin cortapisas a un atleta de los trebejos como un potencial infractor. Mientras prevalezca en el juego ciencia la presunción de inocencia y el rigor organizativo, seguiremos disfrutando de esta atractiva disciplina tan provechosa para el desenvolvimiento social y el desarrollo cognitivo.

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