MATANZAS.— La inauguración de esta Serie Nacional de Béisbol será recordada por su recogimiento en nuestros hogares. Al caminar por la Avenida Martín Dihigo hacia el estadio Victoria de Girón comprendimos cuanto de soledad acompaña estas primeras horas de la apertura oficial.
Otras calles de la ciudad igualmente estaban calladas.
Eduardo Cárdenas y Alexis Garro, entrenadores de Matanzas, enfatizaron que pese a la falta de público no aprecian desánimo y sí mucho embullo.
Felipe Sarduy recordó que le gustaba jugar con el estadio repleto: «Jugar así es como bailar sin música, parece un entrenamiento, pero hay que adaptarse», sonrió el exestelar atleta camagüeyano.
Cuando el torpedero matancero Moisés Esquerré empató el juego a dos carreras al disparar doblete, solo se sintió el murmullo de los jugadores en el banco yumurino.
«Pelea, pelea...», se escuchó perfectamente la voz de Armando Ferrer cuando le gritó desde el banco a Jefferson Delgado, quien dio jonrón en el cuarto episodio.
Se extrañaron los fastidiosos cornetines, las caras pintadas de las adolescentes, la ruidosa conga de la peña beisbolera, al igual que a los incansables bailarines de la escuela pedagógica René Fraga.
Nadie aplaudió en el primer inning al jardinero derecho Juan Miguel Vázquez tras una espectacular cogida contra las cercas.
Se extrañó la presencia de Javier Sotomayor, asiduo visitante del Palacio de los Cocodrilos. A los fieles aficionados Jorge Castellanos y el niño Joán Báez.
Las gradas pintadas de amarillo y rojo permanecieron tranquilas, sin las habituales rechiflas, ni se vieron a los vendedores de cucuruchos de maní y otras golosinas, ni las atrayentes olas del público, ni las gallinas prietas tiradas al terreno.
Y aunque con restricción, hubo conferencia de prensa al final del partido que terminó 15 a ocho a favor de Camagüey: Cuidándonos nosotros, cuidamos el espectáculo, dijo Armando Ferrer en la conferencia de prensa. Mientras, Miguel Borroto sostuvo que se hace un gran esfuerzo para llevarle al pueblo este espectáculo tan esperado.
Al regresar, las calles estaban un poco más concurridas y los vecinos, como de costumbre, criticaban la actuación de los Cocodrilos, porque, sin dudas, el béisbol vive en los corazones de los cubanos aun en medio del vital distanciamiento y las restricciones provocadas por el nuevo coronavirus.