Gabriela Duarte heredó el histrionismo y la belleza de su madre, pero ha forjado su propia carrera con versatilidad y talento. Autor: Tomada de Twitter Publicado: 11/11/2024 | 07:18 pm
En Cuba, el apellido Duarte es reconocido por los amantes de la teledramaturgia brasileña. Con Una mujer llamada Malú, el primer culebrón carioca estrenado en la televisión cubana en 1983, la actriz Regina Duarte se consagró como una de las favoritas del público en la Isla.
Con la transmisión de Orgullo y pasión, telenovela de turno, otra vez este apellido aparece en los créditos del elenco. Gabriela Duarte —a quien ya conocíamos de Por amor, Chiquinha Gonzaga, Passione y Rastros de mentiras— fue la encargada de dar vida a la enigmática Julieta Bittencourt, la «Reina del Café». Gabriela heredó el histrionismo y la belleza de su madre, pero ha forjado su propia carrera con versatilidad y talento.
Julieta Bittencourt, su personaje, es una mujer fascinante que lleva al espectador del odio al amor y se convierte en uno de los pilares de la trama. La «Reina del Café» es fuerte, decidida y con una personalidad férrea que, aunque proyecta una imagen de control absoluto sobre su vida y su entorno, oculta profundas emociones y vulnerabilidades.
La construcción de este personaje permitió a Gabriela desplegar una actuación cargada de sutilezas, en la que la frialdad externa de Julieta contrasta con los momentos de introspección y las decisiones que la llevan a confrontar sus sentimientos más íntimos.
Juventud Rebelde tuvo el privilegio de conversar con esta destacada actriz sobre su carrera, y descubrir algunos secretos de la reina del Valle del Café.
—En Cuba tuvimos la oportunidad de ver hace algunos años la telenovela Por Amor, en la que interpretó a Eduarda, su primer protagónico para TV Globo. ¿Qué representó para usted esta producción?
—Por amor fue un gran punto de inflexión en mi vida. Aunque era muy joven en ese entonces, ya era mi tercera telenovela, pero aún tenía poca experiencia. Fue una verdadera escuela de vida. Siempre digo que Eduarda me enseñó muchísimo. Todo lo que viví a través de ella, los desafíos, el volumen de trabajo y las experiencias arquetípicas que me tocaron, fueron nuevas para mí.
«Además, Por amor es una telenovela que ha tenido un éxito increíble en todo el mundo. En Brasil, Cuba, Venezuela, Rusia, República Dominicana, me reconocen gracias a ella. Es una telenovela que conecta directamente con el ser humano, y esa es una de sus características más importantes. Manoel Carlos, el autor, tiene una manera muy sencilla y hermosa de describir al ser humano».
—En esta telenovela tuvo la oportunidad de trabajar con su madre, Regina Duarte, ser su hija también en la ficción. ¿Qué tan difícil ha sido seguir esta carrera sin evitar ser comparada constantemente con ella?
—Miro hacia atrás y reconozco que fue un camino difícil, lleno de obstáculos, especialmente al seguir mi propia identidad, algo que he estado buscando toda mi vida. Acabo de terminar de escribir un libro sobre ello y espero que se pueda acceder a él en Cuba, ya que se trata de una autobiografía en la que relato todo mi viaje.
«En el libro hablo sobre la dificultad de ser hija de una figura icónica de la teledramaturgia brasileña, una actriz popular y mediática. Pero la verdadera complejidad no está solo en eso, radica en que elegí la misma profesión que ella; lo hice porque me di cuenta de que no había nada más que me apasionara tanto.
«Las comparaciones eran inevitables. Es normal para quienes trabajan en la misma profesión que sus padres. Pero hoy, a mis 50 años, puedo decir que, aunque fue un recorrido difícil, encontré mi propia voz y mi identidad».
—Hablemos ahora de Julieta Bittencourt, la Reina del Café de Orgullo y pasión. ¿Cómo describe a este personaje?
—Julieta Bittencourt es otro personaje importante en mi carrera. Orgullo y pasión gira en torno a mujeres del siglo pasado, fuertes, temperamentales, visionarias, adelantadas a su tiempo… Obviamente, no viví en esa época, así que busqué mucha inspiración en mi abuela paterna, doña Rute, quien era una mujer muy fuerte, toda una matriarca.
«Mi familia solía reunirse los domingos para almorzar en su casa y ella siempre estaba en el centro de todo. Su forma de ser, la autoridad que exudaba y su manera de hablar me inspiraban profundamente. Al mismo tiempo, ejercía un poder femenino, un poder matriarcal hermoso. Mi abuela fue una gran fuente de inspiración para construir este personaje.
«Para interpretar a Julieta, tuve que estudiar mucho e investigar. Me sumergí en la historia de Brasil durante la época dorada de la producción cafetera, un contexto histórico fascinante. También investigué el universo feminista, un tema que hoy me interesa mucho. Julieta Bittencourt fue un personaje que me enseñó mucho sobre la fuerza de la mujer y el verdadero significado del feminismo».
—¿Por qué cree que el público comienza a empatizar con Julieta y deja de verla como la villana de la historia?
—Creo que la máscara social de Julieta siempre estuvo a punto de caer. Ella había estado ostentando esa imagen de mujer poderosa durante mucho tiempo, y es muy difícil cambiar esos patrones. Sin embargo, creo que ya venía deseando vivir un amor, experimentar algo diferente.
«Cuando conoce a Aurelio (Marcelo Faria) y se da cuenta de que está enamorada de él, deja de ser esa mujer de mano firme, hace las paces con su hijo, vive plenamente ese amor, abre su corazón y cuenta su historia. Además, empieza a usar ropa de colores en lugar de siempre vestirse de negro, y se suelta el cabello. Así logra salir de un patrón muy asfixiante para las mujeres de su tiempo, un cambio que ha ido ocurriendo a lo largo de los años, pero que en esa época era especialmente opresivo».
—¿Se parecen Julieta y Elisabeta Benedito a pesar de sus diferencias?
—Ambas son mujeres adelantadas a su tiempo, cada una a su manera, pero ambas comparten el deseo de querer expresarse. Esto era algo que estaba prohibido para las mujeres en esa época, ya que no se les permitía tener voz, imaginación ni deseos propios. Sin embargo, ambas rompen con esos moldes y expresan sus deseos, mostrando una valentía que las conecta.
—¿Cómo describiría el estado actual y futuro de las telenovelas brasileñas?
—Creo que las telenovelas siempre han tenido una gran fuerza en Brasil, han sido un principio rector en términos sociales y culturales. Sin embargo, creo que el formato tendrá que adaptarse a los nuevos tiempos. Ya no contamos solo con las telenovelas como forma de entretenimiento; hay muchas otras opciones disponibles. A pesar de ello, estoy convencida de que las telenovelas siempre tendrán su espacio garantizado en la vida de los brasileños».
—¿Nos podría contar cómo es Gabriela Duarte cuando se despoja de sus personajes?
—Soy muy práctica en mi día a día. Como cualquier mujer que tiene hijos, me ocupo de cuidarlos. Al coordinar mi trabajo como actriz con la administración del hogar y de la familia, me encuentro haciendo un malabarismo constante. Esto no es muy diferente de lo que muchas mujeres hacen, ya que todas debemos equilibrar nuestras responsabilidades diarias.
«Me considero extremadamente sencilla. Disfruto de la vida social; me gusta abrazar a las personas y me alegra recibir cariño de los demás. El contacto humano es algo que me alimenta tanto como persona que como actriz».
A través de su carrera y los múltiples personajes que ha encarnado, Gabriela Duarte ha encontrado su identidad y ha explorado no solo su propia historia, sino también la esencia de las relaciones humanas y el papel de la mujer en la sociedad.
En palabras suyas, «la amistad y el apoyo son pilares fundamentales en el camino de la vida», y su compromiso con estas ideas es un testimonio de su búsqueda constante de autenticidad y conexión en un mundo en constante cambio.