Este es un libro definitivo. Lo compiló y lo introdujo ante el lector el crítico Enrique Saínz. Y resulta definitivo no solo por la ausencia sin retorno de su autor, sino porque congrega la obra escrita de Octavio Smith, poeta nacido en Caibarién, en 1921, y fallecido en La Habana, en 1987.
Smith fue, según mis datos, un poeta silente, discreto, apenas aparecía en los medios, apenas también la crítica lo enjuiciaba. En este volumen titulado Obras, con el sello de Ediciones Unión, el poeta se nos define hondamente. Sus poemas se afilian a la tendencia neobarroca, con su creativa y poco común tropología.
Perteneció a la escuela del grupo Orígenes. No quiero decir, desde luego, que los poetas de ese movimiento encabezado por Lezama Lima sean prácticos en oscuridades. Notamos por momentos que lo hondo se hace acompañar de lo oscuro. Los buceadores saben de esos matices del agua. Y la sensación de lo velado, de lo en apariencias invisible, es también cofre de inusitadas reacciones poéticas para los lectores.
Habría que preguntarse, dentro de una antigua polémica, si la poesía se escribe para ser entendida. Pero es discusión impropia de un comentario tan breve. Mi gusto prefiere, antes que entenderla, sentir la poesía en ese orden, esa cadencia, esas imágenes que nos va armando el ámbito inusual de la vivencia o la querencia del poeta.
Aquí, en este volumen de 350 páginas, con el título de Obras, parece estar todo —o tal vez lo mejor— escrito en prosa y verso por Octavio Smith. Posiblemente, los poemas más deleitables sean los que escribió en la forma tradicional del soneto y otros moldes estróficos. Pero si las formas clásicas, como resulta usual, se suceden en una música audible por los oídos físicos, los poemas no rimados se maceran dentro del poeta para resurgir como en una búsqueda de lo más entrañable del hombre: lo humano doblado sobre un fin previsible e inexorable.
Obras es un libro para leer despacio. Tanto el poema como la prosa narrativa, se han de leer musitando, como en un rezo, cada verso, cada frase. Octavio Smith fue un poeta sin estridencias. Su obra, a mi parecer, discurre como su vida, sin apenas hacerse notar, aunque plantando tenues y a la vez duraderas huellas.