Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El día que me detenga dejaré de respirar

No puedo estar sin venir a Cuba, es la única forma de volver a afincarme en mis raíces, afirma en diálogo con JR una de las inolvidables Cuatro Joyas y actual directora artística asociada del English National Ballet

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Porque son verdaderas obras de arte, difícilmente pierdan el encanto. Así responde la gran Loipa Araújo si le preguntan por qué todavía perduran en el repertorio de importantes compañías, clásicos como El lago de los cisnes y Las Sílfides. «Sucede con ellas lo mismo que ocurre con la Mona Lisa y con esculturas al estilo de la Victoria alada de Samotracia o la Piedad de Miguel Ángel, que convocan a miles de personas a quienes no les importa esperar horas con tal de apreciarlas; obras que han llegado a nuestros días por los valores que encierran», afirma una de las inolvidables Cuatro Joyas del Ballet Nacional de Cuba (BNC).

«No únicamente cuenta la cultura que es reflejo de estos tiempos, también nos sigue sorprendiendo aquella que nos legaron nuestros antepasados y que todos debemos conocer; obras que prácticamente hacen que la piedra hable o que aún nos cautiven como esa sonrisa enigmática que captó Da Vinci de la Gioconda... Disfrutarlas nos enriquece espiritualmente, nos llena de sensaciones; nos insufla vida, nos activa, nos invita a ser partícipes de este mundo que por momentos nos puede parecer terrible, por las guerras y las muertes, pero que debemos preservar para también salvar toda la belleza que existe en él».

En sus palabras también está la explicación del porqué la Premio Nacional de la Danza, en lugar de entregarse al breve descanso que la trajo a su amada Isla, devuelve solo sonrisas al reclamo de sus muchachos que se le acercan para que los aconseje, o les brinde sus sabias opiniones sobre este o aquel montaje. «Y yo accedo con un placer inmenso. Esta es mi vida, que comienza y termina con la danza, aunque nunca descarto la música, la literatura, el cine...».

Entonces, a Habanarte habrá que agradecerle tanto la oportunidad de descubrirles «escondidos secretos» a añejas obras al estilo de Las Sílfides que la compañía dirigida por la Prima ballerina assoluta acaba de reponer a propósito de este festival, como el reencuentro de Juventud Rebelde con la actual directora artística asociada del English National Ballet (ENB), tarea que la ha tenido muy ocupada en los últimos tiempos.

«Resultó muy halagador que Tamara Rojo me llamara en cuanto la nombraron directora del ENB, para que la acompañara en esa empresa. No debía haberme sorprendido si se tiene en mente que en los diez años que hemos trabajado juntas en el Royal Ballet hablamos con frecuencia de cómo debía ser una compañía, me daba su visión del repertorio que se debía elegir, en qué había que insistir...

«Pero la sorpresa fue inevitable cuando me lo propuso, porque cuando uno llega a cierta edad, y no obstante se dedique a dar clases aquí y allá, cree que irá reduciendo la carga, aunque esté consciente de que nunca parará, pues tengo plena conciencia de que el día que me detenga dejaré de respirar. Sin embargo, Tamara me estaba planteando un reto enorme: transformar una compañía que atravesaba una situación muy delicada. Por tanto, había que empezar prácticamente de cero.

«Mas estoy al creer que los retos quitan años, porque uno comprueba que todavía posee la fuerza física para asumir una labor extenuante, sobre todo en ese primer año en el cual se debe establecer desde el primer día los objetivos, la forma en que se trabajará, la ética, la estética..., para que la gente conozca a qué se va a enfrentar».

—Entonces fue un primer año muy intenso...

—Muchísimo, pero ya ahí empezamos a notar un cambio en la compañía. Como la carrera de los bailarines es tan difícil, de tanta dedicación, tan pronto sienten que alguien los cuida y está a su lado para ayudarlos, sudando con ellos, que quiere convertirlos en mejores artistas y seres humanos integrales, de inmediato responden positivamente.

«De ahí que en el segundo año hayamos estado de un éxito en otro. Hicimos una nueva versión de El Corsario, que ha sido recibida magníficamente por el público y la crítica, con una producción maravillosa (el imaginativo Bob Ringwood, diseñador del vestuario de películas como Troya, Batman y Spiderman, creó los nuestros, por ejemplo).

«Después nos fuimos a la otra línea que Tamara quiere desarrollar dentro del English: la contemporánea. Y además de poner en el repertorio obras de Jiri Kylián y William Forsythe, que ya se han convertido en clásicos, decidimos convocar a otros creadores. Comenzamos con Akram Khan y Russell Maliphant (conocido aquí por Two, una pieza que Carlos Acosta interpretó en un Festival Internacional de Ballet de La Habana). Ambos muy diferentes entre sí y que colaboraban por vez primera con una compañía de ballet clásico. Al principio estaban un poco renuentes, sin embargo, se fascinaron con el empeño y los deseos de aprender de los bailarines. El programa se dedicó al centenario de la Primera Guerra Mundial y se llamó No debemos olvidar (Lest We Forget), que también incluyó la versión de hace tres años de El pájaro de fuego de George Williamson, coreógrafo residente que estamos desarrollando.

«Terminamos la temporada con la puesta muy tradicional de la Coppelia de Ronald Hynd. Realizamos una gira por los Teatros del Canal de Madrid y la gente se quedó desesperada por ver más, así que volveremos en 2015, pero con El lago de los cisnes. En resumen: dos años de intenso trabajo, pero los resultados te compensan».

—¿Qué siente Loipa cuando es tan buscada en el mundo?

—Satisfacción de saber que uno hace bien lo que le corresponde. Aparejado marcha un sentido total de agradecimiento hacia quienes me enseñaron, los que me dieron esta ética de trabajo, este compromiso con mi arte y con mi país, porque, lo digo siempre, me siento muy orgullosa de representar a esta escuela y al BNC del que seremos parte eternamente. Ambos fueron fundados por Fernando, Alicia y Alberto, pero después muchas generaciones han aportado lo suyo, aunque nosotras hayamos sido las primeras en beber de los maestros fundadores, lo que le dio grandeza al BNC y luego poder transmitirlo.

«En nuestra manera de enseñar se reconoce ese compromiso. No somos de esos maestros que dan la clase y se van, nosotros nos comprometemos con esos principios que dieron base y sustento a la escuela cubana de ballet y al BNC. Y estoy hablando de Aurora, Mirta, Josefina, pero también de Ofelia, Pablo Moré, María Elena, Lázaro, Marta, Orlando...».

—Tiene una agenda bien apretada, pero siempre encuentra un tiempo para venir a Cuba...

—No puedo estar sin venir a Cuba, es la única forma de volver a afincarme en mis raíces. No es que las pierda, pero necesito ver y sentir el sol, el mar, la gente, la actualidad de mi país; un país cambiante que no deja de sorprenderme. El cubano ha sido creativo para salir adelante y ahora lo es ordenando esta nueva Cuba que va surgiendo: una Cuba hermosa, donde no se pierda esa solidaridad, donde no se pierda esa sonrisa, donde no se pierda esa energía que solo existe aquí y de la que yo me nutro, porque es mi esencia. Eso es lo que trato de absorber cuando vengo, incluso hasta el calor. La gente me pregunta si no lo sufro. No saben que aquí funciono como un acumulador: almacenando sol y calor para andar campante cuando llegue el invierno, mientras los otros mueren de frío (sonríe).

—Cuando está trabajando con el BNC, ¿extraña algo de los viejos tiempos?

—Mira, somos generaciones completamente distintas, por tanto, nos hemos formado en situaciones distintas. Creo que uno se pierde en el extrañar. No tiene sentido querer que las cosas sean ni siquiera como hace diez años, porque la vida ha evolucionado. Por lo tanto, lo único válido es tratar de inculcar, de transmitirles aquellos valores que sí deben ser parte fundamental de sus vidas, y somos nosotros los únicos que lo podemos hacer, al tiempo que vamos aprendiendo de cómo los más jóvenes piensan, de cómo bailan. Lo esencial es intentar entregarles lo que recibimos, para que se mantengan la calidad, el humanismo, el compromiso que siempre distinguió a los integrantes del BNC.

—¿En qué rasgos de la escuela cubana habría que insistir hoy dentro del BNC?

—Pienso que lo más importante es provocar que en ellos nazca ese compromiso con el arte, ese compromiso con lo que haces, que el compromiso sea intrínseco a sus formas de ser. Porque los rasgos estéticos están ahí, a veces más, a veces menos... Quizá haya que insistir en el hecho de que la danza no está en una Torre de Babel sino que tiene que ver directamente con la realidad, que uno no es un bailarín virtual que está en el éter, sino un bailarín que está comprometido con su arte y su realidad.

—A los cubanos nos encanta compararnos y saber en qué posición estamos en el mundo. Usted que ha visto tanto, ¿qué podría decir al respecto?

—Los que tienen calidad están a un altísimo nivel, y los identificas en cuanto se paran en el escenario. No tienes que mirar el programa. Aquellos con un alto nivel, compromiso, ética e intención de llegar, lo han hecho; los otros, los que han tomado la danza como una forma de vida y no como su esencia misma, esos se han quedado en el camino.

—Parece que el éxodo no se acabará por el momento...

—Mira, hay una juventud que siente la necesidad de «correr», que quizá siente que se le pasan los días y no está haciendo lo que quisiera, pero eso no solo sucede en nuestro ámbito, ni tampoco es exclusivo de Cuba: ves japoneses que tratan de bailar en Inglaterra o húngaros que buscan triunfar en compañías más dinámicas. En lo personal, no le niego a nadie la facultad de ver y confrontarse con una realidad completamente distinta. Puede ser que a muchos de ellos los ayude a darse cuenta de cómo hay que enfrentar la carrera. Otros se percatarán de que el baile no es para ellos y buscarán otra forma de vida, porque bailar, te repito, no es solo hacer pasos, debes fortalecerte artísticamente, humanamente, y después si consideras que necesitas todavía ver, probarte, por mí... Será la vida la que dirá.

—¿Le queda algo pendiente a Loipa Araújo dentro de su carrera?

—Seguir aprendiendo, yo aprendo cada día, lo mismo con esta oportunidad que ahora tengo de trabajar con coreógrafos de los que había escuchado hablar pero cuyas obras jamás interpreté, que con los bailarines, con quienes me retroalimento. De pronto te dices: «Mira qué bien ejecuta ese paso», y yo tal vez ni siquiera había pensado que esa podía ser una manera de enfrentar un paso, o un personaje. Soy feliz mientras aprendo.

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