Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Fieles testimonios de la épica cotidiana

Desentrañar los efectos más demoledores de una política agresiva es la misión que por estos días asume un grupo de jóvenes pertenecientes
al Ministerio de Relaciones Exteriores, quienes realizan visitas a centros de trabajos y escuelas del país como parte de la expedición Tumba el bloqueo

Autor:

Diana de la Concepción

Un largo y agotador trayecto. Casi mil kilómetros por carreteras hasta Santiago de Cuba. Dos jóvenes diplomáticos son los protagonistas de esta aventura que tiene como trasfondo la misión de la verdad, de contar lo humano y rescatar historias que van de lo cotidiano. 

Casi sin quitarnos «el polvo del camino», ya en las huestes santiagueras, repasábamos el itinerario de la jornada. El primer destino sería el combinado cárnico de esa ciudad. Allí, frente al colectivo de trabajadores debíamos desentrañar los efectos más demoledores de una política agresiva. 

Cuando uno enfrenta a algún tipo de público, da igual la edad, la expectativa siempre es alta, pero también la incertidumbre. ¿Cómo lograr que los trabajadores se abrieran al diálogo sobre un tema recurrente, tan cotidiano? Arianna, la joven diplomática perteneciente al Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), pensaba lanzar una dinámica grupal o una pregunta provocadora. Yo, más escéptica, le advertí que sería difícil: distintos grupos etarios, distintas realidades, con rutinas duras.

Alejandro, el otro joven que lidera esta expedición, opinaba distinto. A veces la confianza es el mejor disfraz de la improvisación. Sin embargo, más allá de la espontaneidad, sabían que estaban allí por algo serio.

La visita tenía un propósito claro: recoger testimonios reales para nutrir el informe anual sobre el impacto del bloqueo. Cuba lo presenta cada año ante la Organización de Naciones Unidas, y ellos estaban allí para escuchar, provocar reflexión y, sobre todo, lograr la concientización del fenómeno. 

El colectivo de trabajadores nos recibió con cortesía, pero con esa mirada algo desconfiada que, a veces, se cuestiona como ráfaga en la mente: «qué pueden traen estos chiquillos para contarnos a nosotros». 

Al principio, el diálogo fue más frío. Pero los muchachos —dinámicos, creativos y astutos— se las ingeniaron para abrir grietas en ese muro de silencio. Poco a poco las manos comenzaron a levantarse. Opiniones, dudas, inquietudes; y llegó el turno de hablar a Yoadis, especialista en control de calidad de la empresa.

Hasta ese instante, la palabra «bloqueo», que flotaba en el aire, dejó de ser abstracta y se volvió una cifra, una herida, una rabia contenida. Con dos palabras fue suficiente su testimonio: fotocolorímetro roto, o lo que es lo mismo: 190 000 dólares de pérdida a causa de una medida injusta que sacude las historias cotidianas de esta Isla desde hace más de seis décadas. 

Debo confesar que, más tarde en la conversación, entendí lo que era ese aparato. Con él se mide cómo una muestra absorbe luz, determinando el color exacto. En la industria cárnica es esencial para garantizar calidad, seguridad y presentación. Y claro, su inexistencia dificulta hacer el control en la entidad, y hay que depender así de terceros. Sin acceso a piezas de repuesto, por culpa de la criminal restricción impuesta por el Gobierno de Estados Unidos, la pérdida es inevitable.

Arianna y Alejandro, los dos jóvenes del Minrex, hicieron entonces un análisis que dejó pensando a todo el auditorio. Resulta que el 80 por ciento de los cubanos hemos nacido bajo los efectos del bloqueo. No se trata de una cifra más, sino un impacto generacional profundo en derechos humanos, bienestar familiar y acceso a servicios básicos. Cuba vive una guerra económica «no declarada», una violación flagrante del derecho internacional. Que no le quepan dudas a nadie.

Entre jóvenes 

En Santiago también nos recibió un avispero de niños, adolescentes y jóvenes de varias escuelas. Si fue todo un reto para Adrianna y Alejandro el auditorio en una empresa por la diversidad de los adultos, lo fue más aún para captar la atención de las nuevas generaciones, esas que no disimulan el aburrimiento ni fingen interés. El público más difícil, pero también el más auténtico.

Con palabras sencillas, con ejemplos cercanos, con preguntas que no buscaban respuestas perfectas, sino pensamientos propios llegaron hasta la Ciudad Escolar 26 de Julio. Allí los adolescentes escucharon, cuestionaron, debatieron sobre un asunto que, aunque complejo, les tocaba muy de cerca.

Traducir el informe que Cuba presenta ante Naciones Unidas al lenguaje de la infancia no es tarea fácil. Pero ellos, los estudiantes, lo entendieron. Y más que eso: lo hicieron suyo. Nos hablaron de lo que les falta, de lo que no llega, de lo que sus familias deben inventar cada día. No dijeron sanciones, no dijeron restricciones y, sin embargo, lo dijeron todo.

Igualmente, sucedió luego con los estudiantes del IPVCE Antonio Maceo Grajales, donde las preguntas fueron punzantes y las respuestas sinceras. De eso también va esta expedición juvenil: de desmitificar, recordar lo humano, recopilar esencias.

Las respuestas a la épica de resistir no están en los libros, ni siquiera en fríos documentos. Se encuentran en el pueblo, en esas voces cotidianas que, como en los niños santiagueros, los estudiantes o los trabajadores de una empresa, se suman para denunciar esta política criminal.

Todas esas historias merecen contarse como fiel testimonio y muestra de la heroicidad cubana frente al muro económico, comercial y financiero más atroz que se conozca. Y son los jóvenes del Minrex quienes recorren nuevamente con su expedición Tumba el Bloqueo cada espacio, cada rincón de la Isla para contar una verdad a voces que es sinónimo indudable de resistencia.

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