Es muy difícil satisfacer los problemas de todos los clientes, pero soy muy exigente, asegura Anisleydi. Autor: Hugo García Publicado: 06/03/2025 | 09:15 pm
¿Cómo ser mujer? ¿Alguien lo ha pensado alguna vez? Aprender a vivir, cumpliendo las expectativas de todos en un mundo en el que, a pesar de las luchas para romperlos, persisten los estereotipos y las miradas reduccionistas de nuestros empeños... Estudiar, trabajar, asumir en mayor medida el cuidado de la casa y de los hijos, lucir siempre bonita y arreglada, tener siempre la disposición para el sexo, ser delicada y tierna, ser la cuidadora de los viejos del hogar, trabajar el doble para que los esfuerzos sean realmente valorados y reconocidos…
Ser mujer es una bendición, pero, sin dudas, es también una condición que arrastra consigo «cargas extras» para poder ser socialmente aceptada y aplaudida en cada triunfo. En las culturas en las que un camello o una vaca puede «valer» más que una mujer, hay peores circunstancias de realización y goce personal, pero en aquellas como la nuestra, la labor no termina aún.
Pequeñas historias colman nuestra cotidianidad y, quizá, no las vemos como lo que realmente son: triunfos ante esquemas anquilosados. En cualquier rincón de este país, por fortuna, muchas existen.
Entre jarana, la exigencia
En la última desconexión total del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), Anisleydi Valdés Domínguez estuvo a tiempo completo en su puesto de trabajo como despachadora de la Empresa Eléctrica provincial de Matanzas. «Enseguida supe que lo sucedido era por disparo de la automática de la Guiteras, y como vivo cerca de mi trabajo, literalmente volé para allá en plena madrugada», recuerda.
Pero así ha sido siempre, cuando ciclones u otras contingencias, aun con dos hijos —una de 18 años y otro de siete— ha asumido su trabajo con consagración. Ella es una mujer admirada y respetada en su colectivo, según apreciamos a cada paso durante nuestra visita.
«Desde los 18 años laboro en esta empresa, primero tres años en el Centro de Atención al Cliente (ahora Centro de Atención Telefónica), al cual llamaban los clientes para reportar una avería o quejas, recepcionando las afectaciones del servicio, o brindar la información sobre la situación de los apagones y el tiempo que podrían durar».
Luego pasa a otra plaza como auxiliar de lectura, puesto en que le tomaba la carga a las subestaciones de toda la provincia, es decir, la lectura diaria de cada circuito y de los metros contadores de cada subestación. Continuó superándose, con un curso de despacho, y después de graduada se incorpora como despachadora, que es quien atiende la operación del sistema, le informa los reportes a los carros de guardia sobre las averías y las interrupciones que tienen los clientes en sus viviendas.
Después pasa un curso de analista, que es el oficio que desempeña desde hace seis años, el cual consiste en revisar el trabajo de los despachadores. Históricamente, sin una explicación clara, siempre han predominado los hombres en estas tareas, por lo que es casi raro ver a una mujer en esas funciones de tanta responsabilidad.
«A veces tenemos que enfrentarnos a los linieros, hay que tener un carácter fuerte, porque son hombres y se creen en ocasiones con más autoridad que una. Nuestra labor es por niveles de voltaje, cuando hay averías y muchas quejas, siempre priorizamos los niveles de voltaje porque es nuestra responsabilidad garantizar la energía primero a la mayoría de la población, y después a los casos individuales.
«Ahora en estos tiempos de falta de servicio hay menos averías, pero hay mucha población con falta de servicio y llaman constantemente porque están incómodos, porque el tiempo de apagón no da tiempo para que el carro de guardia esté resolviendo todos los casos, al necesitarse la energía para solucionarlos y verificar si el trabajo quedó bien.
Anisleydi está hoy como analista, además interviene como despachadora, y asume como especialista principal en el Centro de Atención Telefónico. «Es muy difícil satisfacer los problemas de todos los clientes, pero soy muy exigente. Llego y hago mis jaranas, pero como no me gusta que me regañen por las deficiencias de otros, exijo que se trabaje con eficiencia, y mi mayor satisfacción es cuando se cumple bien cada tarea».
Delegada que acompaña
«No hay un único día para atender a las personas. Siempre estoy dispuesta y recibo a los electores que me necesitan», asegura Rosilema Rodríguez Sánchez, delegada de la circunscripción 72 del consejo popular Harlem, del municipio de Holguín.
A esa función llegó por sorpresa, pues, según declara, nunca soñó con ser escogida para representar a sus vecinos, pero asumió la tarea con la responsabilidad de una joven consciente del papel de los representantes populares.
Hay que saber entender a las personas, en el actual contexto, insiste Rosilema. Foto: Elder Leyva
De eso han pasado cerca de ocho años, en los que el aprendizaje continúa marcando su orden del día. La actual secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas de la cabecera provincial, diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular y educadora de formación ha sabido establecer al trabajo con la comunidad como una prioridad.
«Cuando se adquieren habilidades comunicativas y conocimientos para la educación, uno se da cuenta de que nuestra responsabilidad va más allá de gestionar un problema en el barrio. Debemos atender directamente, brindar orientación y ayudar a vislumbrar posibles iniciativas.
«Existe el comentario de que el delegado debería ser una persona liberada del vínculo laboral, por su cúmulo de trabajo. En lo personal, estoy muy feliz de que este sea un cargo electivo y sin remuneración, pues sé que cumplo con una misión que denota la máxima expresión de la democracia revolucionaria».
Asegura que las rendiciones de cuentas desarrolladas recientemente estuvieron llenas de retos. «Demandaron de mucha preparación para informarse acerca de las proyecciones municipales y dar respuestas acertadas. Esos son los espacios para plantear lo que no se ha resuelto.
«En esta etapa tan compleja, debemos tener elementos para demostrarle al pueblo que se trabaja y existen logros que lo evidencian. Tenemos que ser comunicadores, trabajadores sociales, sicólogos, padres e hijos para los electores. Es una mezcla muy rica.
«El delegado tiene que ser muy receptivo. Hay que lograr un equilibrio entre las inquietudes recibidas, las explicaciones brindadas y los señalamientos a todo lo que puede perfeccionarse. No solo gestionamos, también acompañamos».
Rosilema se siente feliz porque «tengo una familia maravillosa, que es la clave para poder cumplir con las demás tareas. Mis dos hijos me apoyan mucho y mi esposo es un complemento perfecto para mis labores, me ayuda y anima. Todos nos hemos enamorado del trabajo comunitario.
«El mejor premio que llevo conmigo es ser parte de la transformación, el crecimiento y el desarrollo personal de los otros. Puedo agradecerle a Dios, a la vida y a la Revolución, por permitir prepararme y alzar mi voz como mujer. La obra de nuestro sistema social tiene una vanguardia en las cubanas.
«Nosotras, en plena igualdad con los hombres, estamos a disposición de la Patria para defenderla. Cada jornada debe estar colmada de esfuerzo, pero también matizada por la valentía y el empuje de las mujeres. No hay dudas de que juntas lograremos salir adelante».