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Hacer más que hablar

El Doctor en Ciencias Técnicas Enrique Rosendo Pérez Cruz, director del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Sancti Spíritus, describe a JR la esencia de esa institución de vanguardia

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Norma López despierta una noche sí y otra también con la misma pesadilla. Se ve vestida de verde, lista para entrar al quirófano, donde le amputarán la pierna izquierda.

«Estoy traumatizada. Fue una batalla dura para que eso no sucediera. Una úlcera casi me lleva a eso. Imagínate, soy diabética “de las malas”, pero la ciencia, como un milagro bendito, me salvó. Ya solo falta que los malos sueños desaparezcan», cuenta mientras masajea la zona del tobillo que muestra una coloración más tenue que el resto de su cuerpo.

Su buen estado de salud no es resultado de un hecho inexplicable. Integra la lista de alrededor de 12 000 espirituanos beneficiados con el Heberprot-P, un fármaco de producción nacional cuya prueba piloto comenzó en esta provincia en junio de 2007.

Según explica a Juventud Rebelde el Doctor en Ciencias Técnicas Enrique Rosendo Pérez Cruz, director del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología en esta provincia (CIGBSS), ese es uno de los resultados relacionados con la extensión de productos y tecnologías propias del CIGB capitalino.

El Doctor en Ciencias Técnicas Enrique Rosendo Pérez Cruz dirige el CIGBSS, uno de los polos científicos más importantes de Sancti Spíritus.

«El Heberprot-P no solo se aplica a la úlcera del pie diabético, sino que se ha extendido a otras especialidades médicas como urología y ortopedia, y que hoy sean más los pacientes beneficiados da la idea del sostenimiento de ese programa, lo cual, como diríamos en el argot popular, es justamente porque el CIGB tira de ese carretón junto con las 23 consultas especializadas en la atención primaria de salud».

Habla despojado de toda vanidad. En el pequeño local, ubicado en una esquina de la Universidad de Ciencias Médicas de Sancti Spíritus. La humildad corre entre sus paredes gélidas y cargadas de silencio sepulcral.

El CIGBSS, uno de los dos centros de su tipo ubicado fuera de La Habana, no piensa en términos de fatalismo geográfico, magnificencia de laboratorios o presupuestos millonarios para hacer ciencia.

«Está en nuestro ADN hacer, más que hablar. Esa es la forma de expresar nuestros resultados: contribuir, aportar. Nos lo enseñó el Comandante en Jefe».

Un sueño

Para este hijo de la comunidad rural de Punta de Diamante, en Cabaiguán, hoy miembro de la Academia de Honor de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC), resulta imposible no mencionar a Fidel cuando se miran con lupa los resultados del CIGBSS. Al calor de las celebraciones del 26 de Julio de 1986, al llegar a la casa de altos estudios de Ciencias Médicas, disparó sin tapujos: «Haremos uno aquí», narra la memoria histórica.

«El Comandante en Jefe confió en el talento de los guajiritos espirituanos», añade el actual Director del centro. Hoy, a la vuelta de 38 años de aquel sueño, hecho realidad en abril de 1990, muchosresultados concretos confirman que no se exagera cuando se expresa que Fidel es uno de los grandes visionarios de Cuba y de gran parte del orbe.«Podemos hablar de la generación de nuevos hibridomas secretores de anticuerpos monoclonales para diferentes enfermedades, diversos propósitos de la investigación-desarrollo que se realiza de conjunto con la organización BioCubaFarma, de forma general. Apostamos a los candidatos vacunales que se crean contra el dengue y el virus del papiloma humano. Para la parte agropecuaria, nos centramos en la soya y la biotecnología de los peces. Satisfacer esas herramientas básicas ha sido puntal».

También pasan horas frente a los microscopios, pipetas y otros instrumentos de laboratorio para dar continuidad a un estudio realizado en Sancti Spíritus relacionado con la leche materna.

«No es un ensayo clínico, sino el resultado de la práctica clínica. Los lactantes de embarazadas vacunadas con Abdala a las 30 semanas de gestación están protegidos contra nuevas cepas del virus SARS-CoV-2. Eso demuestra la producción de anticuerpos neutralizantes en las gestantes que recibieron el producto del CIGB».

Entre tantos proyectos del colectivo —donde no es común la fluctuación del personal— se distingue el de Desarrollo de tecnología para la producción de los fructooligosacáridos (FOS).

«Logramos un estudio clínico a etiqueta abierta en el hospital Hermanos Ameijeiras, en La Habana, para verificar las propiedades probióticas del Sirope FOS al 55 por ciento (KestoMix) en pacientes con diabetes mellitus tipo 2».

Además, recientemente estrecharon alianzas con el Laboratorio Central de Criminalística y el sistema criminalístico de Sancti Spíritus para crear varios reactivos útiles para identificar la especie a la cual pertenezca cualquier mácula de sangre hallada en escenas de delitos. Eso evidencia otras particularidades
del CIGBSS: trabajar por la soberanía tecnológica de conjunto con otros centros científicos, y ganar tiempo compartiendo resultados.

COVID-19, un impulso

La ciencia espirituana ha permitido a este país ahorrar significativas sumas de dinero. Ha logrado, con su ingenio y horas de estudio, generar productos que nada tienen que envidiar a los creados en los grandes polos del primer mundo.

Mas, Enrique Rosendo Pérez Cruz prefiere concentrarse en el impacto social de cada uno de los resultados de un colectivo que no mira el reloj y mucho menos busca protagonismos particulares.

Cuando la COVID-19 puso en jaque a todo el orbe, en el CIGBSS no fue diferente. Un pequeño grupo se quedó allí y demostró, otra vez, que Fidel no se había equivocado.

«El kilómetro 336 se convirtió en punto de encuentro. Había que aprovechar todo lo que fuera para La Habana para enviar las muestras. Nuestra tarea fue desarrollar sistemas analíticos, y eso nos permitió crecer. Propiciamos el sistema que da identidad a los cinco candidatos vacunales, y la forma de cuantificarlos salió con reactivos biológicos nuestros. Nuestro bioterio generó 30 000 reactivos de las pruebas para diagnosticar la COVID-19. La entrega y compromiso del colectivo lo hicieron posible.

«Hoy muchos centros valoran nuestros esfuerzos por las publicaciones científicas en revistas de alto impacto. Eso lleva reconocimiento a la ciencia espirituana, y cubana, por supuesto».

Cuantificar todo lo realizado en el pequeño local del CIGBSS es casi imposible. Su historia devela un crecimiento que no ha entendido de presiones y carencias.

«No creo que seamos algo extraordinario, solo cumplimos con lo que sabemos hacer con un gran compromiso social», concluyó el directivo.

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