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Esa sencilla ciudad que es Pinar del Río

Han pasado 156 años desde que la reina Isabel concediera a esta villa del occidente cubano el título de ciudad, el 10 de septiembre de 1867

Autor:

Dorelys Canivell Canal

Pinar del Río está de cumpleaños. Han pasado 156 años desde que la reina Isabel concediera a esta villa del occidente cubano el título de ciudad el 10 de septiembre de 1867. Sin grandes construcciones, excepto aquellas que constituyen referentes para la arquitectura vueltabajera y cubana como el Palacio de Guash, el actualmente Palacio de Computación y el Teatro Milanés, esta es una urbe relativamente pequeña, cuyo principal valor es su gente.

Está marcada la ciudad por paños de tejas rojas en sus techos, que los ciclones tropicales se antojan en romper, amplios portales abiertos y una calle real que se convierte en la avenida más importante.

Mas su sencillez y elegancia urbanística debía ser siempre motivo de preocupación y ocupación para sus habitantes. Muy lejos de las celebraciones por el aniversario 150, en 2017, esta vez fueron austeras, como el contexto lo exige.

La capital pinareña se enfrasca en construir las viviendas de sus vecinos, aquellas afectadas por el huracán Ian un año atrás, y también las que fueron dañadas por otros eventos hidrometeorológicos hace más de dos décadas. A ello se le suman las escuelas y centros que tampoco han sido reparados y unidades importantes para la vida económica y social del territorio.

Con desafíos como ese hay que ser objetivos y austeros. No obstante, otras muchas cosas sí se pueden y deben hacer por la otrora Cenicienta de Cuba. En principio, se requiere de espacios públicos útiles, funcionales. Parques tranquilos, iluminados, con actividades para los niños, jóvenes y adultos.

Pinar del Río necesita que se fomente en ella la cultura del buen gusto, del detalle, que prime la calidad en todo lo que se haga, desde la pintura de fachadas hasta la reparación de instalaciones; que no en pocas ocasiones aquello que se inaugura, en breve presenta problemas y tiene que dejar de prestar servicios al público.

Urge que las plazas culturales cumplan su función; que el cine finalmente pueda ofrecer a los coterráneos una programación estable y atractiva; que el Milanés reciba a grandes compañías de este país; que una conga inunde con su alegría las calles y que un día, quizás, regrese el teatro callejero y en el Capitán San Luis se defina un juego de playoff contra Industriales.

Desde la espiritualidad se construye y levanta también esta urbe, que no solo es tabaco y vegas; sino poesía, buena música, artes plásticas y literatura. En 2015 en las páginas de este diario, el historiador de Pinar del Río hablaba de la necesidad de pensar una ciudad para el futuro, más animada, con nuevas tecnologías, apegada a aquellos valores que definen a los pinareños como personas afables y hospitalarias.

Y sí, debemos pensarla para el mañana, pero desde el presente, para que todos los que la caminamos a diario podamos contar con ella, y estar orgullosos de haber nacido en esta sencilla ciudad al occidente de Cuba, que tuvo sus orígenes a orillas del río Guamá, cuyos márgenes bañan hoy su periferia.

Foto: Jaliosky Ajete Rabeiro

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