Caja de comida. Autor: Adán Publicado: 11/06/2022 | 08:36 pm
Trato muchas veces de no asumir máximas o proverbios creados por el hombre como inevitables reglas de la vida. Aunque a veces parecen verdades de Perogrullo, no debemos generalizar porque estaríamos cometiendo un grave error; es lo que siempre digo, sin embargo…
Hace apenas unos días descubrí en un lugar (que no comentaré para que no se abarrote de gente, o lo que es peor, de acaparadores y revendedores) donde quedé muy sorprendido con una oferta que, como diría mi tío campesino: parecía «de cochino enfermo». Lo cierto es que en ese «anónimo» centro expedían para el público una cajita con congrí, picadillo a la habanera, vianda (boniato hervido) y ensalada de estación (col y rodajas de pepino) al módico precio de 35 CUP. Rápido fui a avisarles a mis colegas que estaban trabajando cerca de allí para que mitigaran su apetito y sin apenas atenderme simplemente dijeron: «A ese precio, eso debe estar en llamas; no habrá quien se lo coma». Y dirigieron sus pasos hacia una cafetería cuya «fama» comenzaba a ser la comidilla de la zona.
Yo, por amor propio y por no traicionar mi júbilo y mi orgullo de descubridor de nuevos horizontes, opté por no acompañarlos. A solas y maldiciendo mi suerte, regresé al sitio de la cajita y consumí una, que a la postre fueron dos, porque hice como todo buen cubano, pedí «pa’ comer y pa’ llevar». No les diré que aquella comida era la miel de los dioses, o el bufé del Olimpo, pero estaba muy buena y a ese precio me supo a gloria. Mi ánimo volvió a levantarse física y moralmente.
De regreso al encuentro de mis colegas no vi buenas caras en el colectivo y hubo algún que otro comentario: «Eso es un robo»… «Yo no sé cuál es la fama de esos descarados»… Hasta que uno de ellos finalmente me miró y soltó todo lo que llevaba por dentro, como quien confiesa una culpa muy grande mientras se autoflagela: «Mi hermano, ¿tú sabes qué es, un poquito de arroz, media ruedita de jamonada verde, y medio plátano hervido, verde también… ¡150 cañas!?».
«Es que te cobran el confort», trató de aplacar la queja uno de los que animó a visitar el afamado sitio. «¿¡Qué confort!? ¿Dos vasitos, un mantelito cheo y el televisor con los cuatro videoclips insoportables y groseros de siempre? ¡Porque ni aire acondicionado tenía!». Entonces respondió otro de los comensales que se sentía estafado… «¡Lo pagué porque ya lo habíamos pedido y no quería dar la nota!», agregó un tercero.
No quise poner el dedo en la llaga y por eso no comenté lo exquisita que estaba mi cajita de 35 CUP, falta de lujo, pero muy bien condimentada. Entonces me puse a reflexionar en el comentario que hicieron cuando vine a avisarles y pusieron en dudas la relación precio-calidad. Pienso que hemos creado un mito de que aquello que no está caro no sirve. Es un axioma que no siempre se cumple y que sirve de guía a muchos «comerciantes» de los que ahora pululan.
El latino, y el cubano (latino al fin), es, por lo general, y por esencia, especulador, inflador, aparente y otros adjetivos vinculados con un refrán, también muy popular: «Gusta de tirarse el pedo más alto que el fondillo». Entonces no queda más remedio que decir como el viejo chachachá: «Toma chocolate, paga lo que debes».
Al principio les dije que no me gusta abusar de los refranes a la hora de enmarcar mi vida, pero es que suele ser cierto que cada cual tiene lo que se merece.