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Ángel del corazón

Un joven cardiólogo matancero ha enfrentado a la COVID-19 desde las salas de urgencia de esta provincia

Autor:

Hugo García

 

MATANZAS.— Conversar con este joven matancero a veces se torna simpático, por su manera de contar cómo muchos pacientes sufren distintos eventos cardiovasculares durante la Serie Nacional de Béisbol u otros torneos deportivos.

«Los fanáticos se acaloran y les sube mucho la presión arterial. Algunos hasta sufren infartos», nos dice Ángel Bárbaro Hurtado de Mendoza Soler, especialista del Servicio de Cardiología de la Unidad de Cuidados Intensivos Coronarios en el Hospital provincial clínico Quirúrgico Universitario Faustino Pérez.

A pesar de su juventud, solo 29 años de edad, ya se le confirió la categoría docente de Profesor Asistente y obtuvo el Premio Mérito Científico de la Educación Superior, además de comenzar el Doctorado en Ciencias Médicas.

«Fui alumno ayudante de Pediatría, ni siquiera de Cardiología, y también alumno instructor no graduado, una de las categorías que se necesitan para optar en la etapa de posgraduado por otras categorías docentes.

«Siempre estuve vinculado dentro de mis investigaciones a proyectos sobre cardiopatías congénitas, con intervenciones comunitarias, y todo eso me encaminó hacia la Cardiología, proyectada hacia la Pediatría. Finalmente opté por trabajar con adultos».

Entre sus logros se encuentran haber alcanzado el Sello Forjadores del Futuro en 2015 y 2016 por investigaciones que realizó en la carrera: «Una trató sobre sobre el uso del consentimiento informado en el trabajo con pacientes pediátricos, porque hasta para extraerte sangre para análisis hay que pedir consentimiento, y eso no se hacía.

«Otro fue en la Maternidad provincial, donde investigué sobre sepsis puerperales, uno de las mayores causas de mortalidad materna en la provincia en ese entonces. Ese alcanzó premio en la Jornada Científica Nacional.

«Algunos estudios versaron sobre la detección de cardiopatías congénitas, sobre defectos del sistema nervioso central y sobre la prevención de la osteoporosis en el Instituto Preuniversitario José Luis Dubrocq.

—¿Cómo has enfrentado esta etapa de la pandemia?

—Hoy ingresan a la sala de Cardiología los pacientes con enfermedades cardiovasculares de Cárdenas, Colón y Jagüey Grande, porque los hospitales municipales están dedicados a la COVID-19 y esas personas se trasladan a nuestro hospital.

«También funciona la consulta pos-COVID, que damos de conjunto neumólogos y cardiólogos, porque esta enfermedad puede dañar al corazón.

«Al principio de la pandemia, en el hospital militar Mario Muñoz había dos cardiólogos y solicitaron apoyo para completar cuatro grupos. Me sume a un equipo y trabajaba siete días, después pasaba siete de aislamiento y siete en la casa. Así estuve casi seis meses, acabado de graduarme.

«Tenía conocimientos cardiovasculares, pero para enfrentarme a un paciente con COVID-19 tuve que ponerme a estudiar porque la dinámica es completamente diferente. Uno no está acostumbrado a ver pacientes entubados en la sala de Cardiología… Aprendí a manejar la ventilación, perfeccioné las habilidades que ya tenía en la implantación de marcapasos y abordajes venosos, entre otras cosas.

Ángel Bárbaro junto a la doctora Liliete Caravalloso (izq).

«Fue una experiencia linda en lo profesional, aprendí mucho de los colegas experimentados del hospital militar, quienes me trataron muy bien; nos sentábamos y discutíamos los casos y me escuchaban como cardiólogo, explicaba por qué suministrar determinado medicamento a un paciente…

«Viví momentos difíciles con pacientes jóvenes. A veces los miraba y me decía: se salvan, se salvan… y en minutos fallecían por complicaciones asociadas a la COVID-19. Eso me impactaba, porque uno no lo esperaba.

«El caso que más me dolió fue una muchacha de mi edad. Al hacerle un ecocardiograma detecté una malformación cardiovascular rara que llamamos ventrículo izquierdo no compacto. Llamé a la cardióloga Liliete Caraballoso García para que lo verificara. Tuve que quitarme la escafandra y salir, pues no concebía que nunca antes le hubieran detectado esa enfermedad. Luego hizo insuficiencia renal aguda y fue difícil darle esa noticia a la familia. Finalmente se salvó».

—¿Cómo te has sobrepuesto al intenso trabajo?

—Eso es un entrenamiento que lleva la carrera de Medicina. Cuando uno empieza a estudiar, si realmente te gusta sabes que son noches sin dormir de mucho estudio y trabajo.

Ángel Bárbaro fue dirigente estudiantil durante cinco años. Llegaba a las diez u once de la noche a la casa después de reuniones y otras actividades, se bañaba, comía algo y estudiaba hasta las 3:00 de la madrugada.

Insiste en que le gustaría especializarse en las arritmias o en la rama de la imagen, y confiesa que tiene muchos proyectos cuando termine la pandemia.

—¿Cuál es el protocolo con los pacientes positivos?

—Cuando ingresan con problemas del corazón, se evalúa su enfermedad y se hospitalizan en la sala de vigilancia intensiva de la COVID-19, o en la terapia para esos casos.

—¿Qué daños cardiovasculares genera la COVID-19?

—Los trombolismos son la complicación más frecuente. Esta enfermedad provoca que la sangre no coagule de forma adecuada y se forman los trombos, que pueden viajar hacia el pulmón, riñón, cerebro, miembros inferiores o cualquier otro lugar, también el corazón. Pacientes pos-COVID he visto tres infartados en estos meses.

Lo otro que hemos apreciado son las miocarditis, pericarditis y otros procesos infecciosos esperables porque estamos en presencia de un virus, y trastornos del ritmo, como la taquicardia y otras complicaciones que al final descompensan al corazón de cierta manera, y como tiene que trabajar más de lo habitual se hipertrofia en ese estado inflamatorio.

«Si no existía daño cardiovascular previo, un paciente pudiera recuperar la función normal del corazón en alrededor de tres meses.

«—¿Qué te ha sorprendido de la pandemia?

—Uno no piensa que esto esté sucediendo. Ya llevamos mucho tiempo enfrentándolo, y desde el punto de vista de la sociedad, las personas han tenido que detener sus vidas de cierta manera, sus planes profesionales y personales, y todo eso provoca estrés y ansiedad.

«Al menos yo he aprendido mucho, y me queda el placer de haber servido en un momento en que me necesitaron en la provincia. Aporté lo poquito que sabía».

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