Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Del sacrificio a la obra buena

Recordará el pueblo matancero este 29 de abril el aniversario 65 del asalto al cuartel Domingo Goicuría 

Autor:

Hugo García

MATANZAS.— Abril de 1956 transcurría para la dictadura de Batista en medio de la represión que arreciaba sobre el pueblo, pero a la espera de algún hecho de gran magnitud en el país. Sin dudas, el ejército estaba alerta.

En la ciudad de Matanzas, a propuesta del líder revolucionario Reynold García García, desde el sábado 28 se movilizó un grupo de revolucionarios hacia la mina Margot, en las cercanías de la urbe. El trayecto lo hicieron tapados con una lona, en absoluto silencio y amparados por la noche.

El lugar escogido para la concentración de hombres y medios fue la finca Las Tres Ceibas, a un kilómetro de la mina y a unos seis del cuartel Domingo Goicuría, el blanco de las acciones que se preparaban.

La fecha y hora para atacar se decidió teniendo en cuenta que los domingos quedaban en el cuartel aproximadamente 27 hombres, y al mediodía normalmente hacían guardia solo 12 soldados, mientras el resto descansaba.

Al amanecer, García García explicó a los hombres el plan de ataque, y juntos confeccionaron un croquis con el posible movimiento de los camiones una vez que entraran en la explanada del cuartel. Era un domingo caluroso, y un grupo de valiosos cubanos se alistaban para entrar en la historia.

«Lo mejor que hice, y no me arrepiento, por lo que siento y volvería a hacer, fue la confección de los planos de la mayor fortaleza militar de la provincia en aquella época, el cuartel Domingo Goicuría, que sirvieron a los jóvenes para el asalto de 1956», confirmó a la prensa el pintor ya fallecido Mariano de la Red Sotolongo.

El líder del grupo hizo énfasis en la conducta a seguir con los soldados en caso de vencer, sobre todo con los heridos y prisioneros, para no caer en la bajeza del ejército durante los sucesos posteriores al ataque al cuartel Moncada.

Poco antes del mediodía avanzaron cautelosamente hacia la mina, donde se ocuparon cinco camiones y una camioneta, dinamita, mechas y fulminantes. De ahí partieron hacia la ciudad.

A las 12:30 p.m., el primer camión cruzó por la posta militar principal y penetró pocos metros por el perímetro defensivo del cuartel. En el vehículo iban 11 hombres, uno de ellos, Nelson Fernández Oliva, con una ametralladora calibre 30, el resto con armas largas de distinto calibre.

A distancias irregulares le seguían los otros camiones. Cuando el segundo rebasaba la posta se originó un intenso tiroteo por parte de la guarnición, que fue respondido por algunos asaltantes, pero el principal elemento de triunfo, el factor sorpresa, se había perdido.

Veinte minutos sangrientos

Pilar García, conocido como La Hiena, sonríe ante el cadáver de Reynold García. Foto: Archivo

«Más que un combate, aquello fue una masacre, sin detenidos», cuenta la máster Clara Enma Álvarez Chávez, investigadora y autora del libro Mártires del Goicuría, quien ahonda en exclusiva con este diario sobre las causas del fracaso de la acción armada: «Ocurrió algo que no se ha podido corroborar científicamente. Hay varias versiones, como la de que el camión principal, en el que iba Reynold García, se ladeó hacia la izquierda al chocar contra un muro de la garita de la posta principal, lo que puso sobre aviso a la guarnición, que comenzó a disparar».

Ese camión lo conducía el más joven de los asaltantes, Néstor Luciano Rodríguez Borges, uno de los sobrevivientes: «Tampoco se puede demostrar si hubo delación o no. Años después entrevistamos al chofer y siempre dio la misma versión de los hechos: que pudo escapar al esconderse debajo del vehículo y luego logró ocultarse en la barriada de Versalles», recuenta.

«Reynold y sus compañeros quedaron bajo el fuego de la guarnición, y la destrucción del transporte impidió el avance del resto, además del caos que se generó en el fragor del combate», describe la investigadora.

«No tenían plan de retirada: era a ganar o morir porque en la ciudad de Matanzas no había para dónde ir, era una ratonera, y aun así intentaron tomar esa fortaleza», considera la historiadora Álvarez Chávez.

«El único que sabía manejar la ametralladora calibre 30 era Nelson Fernández, que iba en el primer camión, y herido de muerte se quejaba ante los periodistas y militares, hasta que un soldado lo remató delante de todos, en la explanada», rememora.

El coronel Pilar García, jefe del Regimiento, conocido como La Hiena, ordenó desde el principio que no hubiera ni heridos ni prisioneros, y nunca ocultó su alegría ante los periodistas que llegaron para reportar el suceso.

De los 15 combatientes que perdieron la vida, cinco cayeron en combate y el resto fue asesinado tras una implacable persecución ese propio domingo y en la madrugada del lunes 30.

«Después de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el Goicuría demostró que se seguía la línea de la lucha armada y la insurrección», sostiene Clara Enma al hablar de dicha acción militar, la de mayor envergadura en Matanzas en el siglo XX.

De los mártires, seis eran matanceros. El promedio de edad de los asaltantes era de 28 años. Pertenecían a varios partidos políticos.

Hacer de la honra un propósito

Cada año los pioneros del centro escolar Mártires del Goicuría rememoran aquella gesta heroica. Foto: Hugo García.

El 29 de abril de 1960, el Comandante en Jefe Fidel Castro presidió el acto en que el antiguo recinto militar se convirtió en centro escolar Mártires del Goicuría, donde miles de niños han saciado la sed del saber desde entonces.

«Y al conmemorarse hoy este aniversario más del heroico ataque al cuartel Goicuría, al conmemorarse un aniversario más de aquel sacrificio de un puñado de jóvenes, que fueron sacrificados aquí en este mismo sitio (...), ninguna satisfacción mayor que este acto, ninguna obra mejor que esta escuela, ningún orgullo más grande, ningún momento más inolvidable, que esta fortaleza convertida en escuela», subrayó el Líder de la Revolución ese día: «Ningún homenaje mayor, y ese será siempre el homenaje a los caídos: una obra buena».

Desde entonces, cada año, el pueblo matancero se da cita ante el antiguo cuartel para rendir tributo a los que cayeron en aquel abril aciago, y reiterar el propósito expresado por Fidel cuatro años después: «trabajar más cada día, estudiar más cada día; ¡que se llenen esas aulas de niños!, ¡que se llenen esas aulas de libros!, ¡que se llenen esas aulas de maestros!, ¡y que sobre la tierra abonada con la sangre de esos mártires, crezca ese fruto y esa semilla que son ustedes y que son las generaciones venideras de nuestro pueblo, para que cada día nuestra Patria sea más fuerte, más sabia, más grande, más feliz, y para que siempre ondeen con orgullo esas banderas de nuestra Patria!».

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