A los participantes se les dará seguimiento una hora después de inmunizados, además de a las 24, 48 y 72 horas posteriores Autor: Juventud Rebelde Publicado: 10/03/2021 | 11:02 pm
Un año ha transcurrido desde que en nuestro país se identificaran los primeros casos de la Covid-19. Desde entonces y hasta la fecha, ese ha sido el tema top ten de los medios de comunicación, de nuestras conversaciones en la calle y en casa, de los médicos que variaron sus dinámicas de trabajo, de las personas que se sumaron a apoyar en los centros de aislamiento, de las nuevas regulaciones en puertos, aeropuertos... Desde entonces y hasta la fecha, usted y yo, como otros en otras naciones también hemos cambiado la vida.
La epidemia, devenida pandemia, según clasificación de la Organización Mundial de la Salud, «se robó el show», y todavía hay quien lo ignora. Persisten los despistados o «ingenuos» mientras que el SARSCoV-2 y sus nuevas variantes van ganando terreno.
En Cuba, donde la situación económica no era nada fácil desde antes, se incrementaron ciertas carencias, se entorpecieron negociaciones comerciales, incluso con proveedores antiguos y todo aquello que el manto de la enfermedad tocó, como el rayo de luz, se ha trastocado junto al arreciamiento del bloqueo que nos impone el Gobierno estadounidense.
Desde el pasado 11 de marzo, lo prioritario ha sido garantizar los servicios médicos de urgencia y cubrir, por supuesto, todo lo relativo con la atención a pacientes infectados con el nuevo coronavirus.
Se han establecido cierres, regulaciones en el ámbito del comercio interior, nuevas formas de asumir el proceso docente-educativo y no pocos centros laborales acogieron, quizá por primera vez, la modalidad del trabajo a distancia.
Algunos niños se acostumbraron ya a jugar en su portal, terraza o patio, mientras que a otros todavía les llueve el alma esperando correr en un parque o retozar libremente con otros.
El nasobuco, no siempre bien empleado, es el accesorio más vendido en este tiempo, con todos sus diseños y colores, y pensar si dar un abrazo a quien no vemos hace tiempo nos ha obligado a reflexionar sobre lo verdaderamente importante.
Sin embargo, ¿cuánto cada uno de nosotros realmente aportó a la nueva vida? ¿Cuánto estamos dispuestos a dar, usted y yo, para que la salud colectiva (y la nuestra incluida) esté resguardada? ¿Cuántas veces al día nos tendrán que decir lo que debemos hacer en casa, en el trabajo, en la calle, en un hospital, en un establecimiento comercial? ¿Acaso, el tiempo que nos espera conviviendo con la pandemia, será igualmente «aderezado» con los mismos consejos o aprenderemos a asumirlos sin necesidad de que otro venga a decírnoslos?
Nos ha sobrado entereza en otras ocasiones pero, no siempre ahora ha sido igual. Nos ha faltado, y hablo en sentido general, más sensatez, más disciplina, más percepción de riesgo. No digo que no exista, pero a veces «suavizamos» y ahí aparece la ranura por la que se cuela el maldito virus.
Las estadísticas continúan alarmándonos y es vital aprender a vivir con las restricciones epidemiológicas correspondientes. No es justo que quien las cumpla se enferme por la poca cordura de otros. No es justo que el doctor Durán y otros especialistas se empeñen en abrirnos los ojos sobre el tema, y en la dinámica cotidiana, hagamos caso omiso.
Las vacunas cubanas se han convertido en la tablita de salvación en el pensamiento de quienes, un poco simplistas, ya descuidan sus conductas. Es cierto que muchos trabajan sin apenas descansar para obtener el producto final, el resultado esperado...pero si algo la Covid-19 ha demostrado es que, cuando depende de cada uno de nosotros la solución, no todos halamos parejo.
No quiero pecar de rígida en el decir, y sé que muchos sí hacen lo orientado, sin que el miedo les gane la vida, pero ¡qué difícil es tener que repetir lo mismo todos los días para que los seres humanos pongamos de nuestra parte! Caramba, ¿una mascota aprende más rápido o es que nos escudamos en la típica frase: «A mí no me va a tocar»
No puedo vaticinar si nos sobreviene encima otro año más con la fuerza implacable del coronavirus y más variantes, pero está claro que los números siguen en ascenso y las medidas para tratar de revertirlos continuarán si usted y yo, y todos, bajamos la guardia. Toca ser entonces más prudentes y responsables.
Fotos: Maykel Espinosa Rodríguez, Roberto Suárez Piñón, Enrique González Díaz, David Gómez Ávila y Abel Rojas Barallobre
La culminación del curso escolar fue un verdadero reto para familia y educadores, sobre todo con la prioridad de la salud de cada estudiante.
Las medidas en cuanto a entrada y salida del país debieron ser actualizadas en cada etapa.
El uso de nasobucos en espacios públicos pasó de una rareza a la cotidianidad que quedará en el recuerdo al pasar de los años.
Cuba se llenó de orgullo al ver a sus galenos llevar salud a otras naciones. El Presidente les recibió en múltiples ocasiones y les dedicó emotivas palabras.
La atención a pacientes ha tomado en cuenta los factores de riesgo para evitar complicaciones.
En medio de la pandemia, la economía no se ha detenido, y los jóvenes han aportado su parte.
Pesquisa y control han sido palabras de cada día.
Los espacios urbanos han cambiado su dinámica diaria, y la distancia se ha impuesto como carta salvadora.
PCR es sinónimo de seguridad.
Adolescentes y jóvenes han tenido que hallar nuevos modos de socializar y aprender.
Cuando pase el tiempo, recordaremos o mantendremos el hábito de higienizar manos y pies al entrar a cualquier sitio.
Un reto presente es preservar mejor la salud de nuestros menores, como alerta cada día el doctor Durán.
La nobleza de los cubanos que donan sangre ha brillado en medio de los momentos más duros.
Jóvenes con el rol de pesquisar muestran cada mañana su valor.