Osvaldo Canceco Fernández, hijo de una de las víctimas del sabotaje terrorista al vapor francés La Coubre, llora en acto de recordación de la efeméride en la capital. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate Autor: Ismael Francisco Publicado: 05/03/2021 | 12:33 am
La foto de un hombre maduro, de rostro arrugado, con nasobuco azul y ojos lagrimosos, aprieta el pecho. Es Osvaldo Canceco Fernández, hijo de una de las víctimas del sabotaje al vapor La Coubre. Un día como hoy, hace 61 años, los cuerpos en pedazos de los caídos, entre los que se encontraba su padre, fueron sepultados en multitudinaria concentración del pueblo capitalino, en representación de toda Cuba.
La ciudad abrazó el silencio. Un recogimiento total se apoderó de las calles y los rostros. Personas que se recostaban en los hombros de otras como consuelo, gente que lloraba sin alivio, expresiones de consternación como la del Che, que magistralmente fotografió Alberto Korda. Aquel cortejo debió ser doloroso, punzante, quizás muchos sintieron rabia por haber visto cómo la ignominia y el odio explotaron un centenar de vidas inocentes en un muelle de La Habana.
En medio de la desolación, una certeza compartida por Fidel acompañó a los presentes entonces, y nos sigue acompañando en estos días: «nuestro pueblo es un pueblo en condiciones de defenderse». Es por ello que al decir ¡Patria o Muerte!, estamos refrendando nuestro derecho a ser libres, soberanos, a no volver a pasados tramperos y a preservar con uñas y dientes este cielo, para que no se tiña nunca más de gris, como aquel fatídico viernes de 1960.
Cuando la memoria hiere es imposible dejar que otros tergiversen nuestro credo, que intenten vendernos el «borrón y cuenta nueva», que quieran negar lo que aquí vivimos.
Mientras la defensa de la Patria implique estar prestos a atajar cualquier agresión, por muy dantesca y solapada que sea, de las bocas y las almas de los cubanos sin el infortunio de la desmemoria, seguirá brotando, vibrante, aquella frase que es signo de vida.