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Cuando la pandemia quiso desafiar al amor

Por la fatal estela que va dejando la COVID-19, no pocos amores se truncan, se alejan, se sufren, se limitan, se postergan. Por fortuna, muchos más se crecen, se fortalecen, se vuelven mejores…

 

Autores:

Ana María Domínguez Cruz
Sailys Uria López
Hugo García

NO huelen a almendras amargas, como olió el doctor Juvenal Urbino al entrar en aquella casa en penumbras. Sin embargo, el temor al contagio y la incertidumbre de una posible complicación le recordaba a ella cada día el destino que pueden sufrir los amores contrariados.

No es ella Fermina Daza ni es él Florentino Ariza. No son los célebres personajes de El Amor en los tiempos del cólera, novela de amor que 36 años atrás escribió Gabriel García Márquez. No han perdido tiempo en amarse desde que se conocieron, pero bien pudieran hablar de contrariedades, de amargas preocupaciones y del amor que se acomoda dentro a la espera del mejor momento para expresarse.

«Cada noche la cama se me hacía más y más grande, vacía. No lograba dormir. Cambié entonces mis horarios de descanso y dormía de día, cuando el cansancio me vencía», nos cuenta Malvis Molina, editora de la Casa Editora Abril, quien poco vio a su esposo durante meses el año pasado.

El especialista en Medicina Intensivista y Emergencias Ariel Blandy permanecía 14 días en la terapia intermedia del hospital Salvador Allende, en la llamada zona roja. Luego debía permanecer 14 días en aislamiento antes de regresar a la casa. El ciclo se repetía, mes tras mes.

La separación siempre es difícil, ratifica ella. «Además, tenía la angustia con la posibilidad de enfermarse. Nos comunicábamos por teléfono diariamente, por WhatsApp, y los mejores días para sentirnos cerca eran cuando estaba en el centro de aislamiento, pues en el hospital no tenía tiempo para hablar, era mucho el trabajo. No ha sido fácil».

Siente orgullo, comenta. Si alguien ha sido protagonista de verdaderas hazañas en estos tiempos son los que integran el personal de salud, pero sin dudas, sus familiares han debido ser fuertes, por encima de todo. «El amor debe superarlo todo».

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«El amor se hace más grande y noble en la calamidad», escribió el escritor colombiano Premio Nobel de Literatura en la misma novela que hoy, con la actual situación sanitaria, pudiera rescribirse. Algunos pueden pensar que es un vaticinio, pero sería pecar de demasiado misticismo, sabiendo que las tragedias le inspiraban para poner a prueba el puro sentimiento, como también sucedió en Del amor y otros demonios.

Pero de crecimiento emocional en medio de esta terrible pandemia pueden hablar los artemiseños Susana García Pérez y Víctor Villafaña, quienes aseguran que amar no va de ser la mitad ni el complemento de nadie, sino de hacer el equipo perfecto para enfrentar la vida de una manera más bonita.

Se conocieron siendo estudiantes de la escuela pedagógica Abel Santamaría, y un día la amistad se transformó en algo más. Están juntos y son excepción de esa  regla que asegura que el amor de estudiante muere al ser profesional….

«El otro día me robé una flor y se la regalé al despertar, cumplíamos cuatro años y cinco meses de estar juntos… quise sorprenderla», cuenta Víctor. Mientras ella dice: «Ahora estamos más unidos, nos cuidamos y protegemos entre los dos porque esta es una tarea difícil, pero hermosa. Yo la ayudo en sus cosas y ella en las mías. Al final… ¿No es eso el amor?».

Están conscientes de que la celebración del Día del Amor y la Amistad no será como otras. Trabajan como voluntarios en el centro de pacientes confirmados de COVID-19, ubicado en la Universidad de Artemisa. Es otra forma de mostrar el amor.

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«Este 14 de febrero lo pasaré ingresada, pero lo considero como el mejor de todos los días de los enamorados por estar esperando la llegada de nuestro bebé», cuenta la doctora Janys Grisel Díaz Fundora. Y su esposo, el doctor Renier García Ibáñez, nos confirma: «Y yo este 14 de febrero me levantaré más temprano para felicitarla e ir a verla».

Ambos revelan que este ha sido el mayor desafío como médicos y una experiencia única que los ha hecho crecer como pareja. Nadie podía imaginar que en la zona roja el amor podría fortalecerse. Ella con 27 años ya ha estado tres veces en ese sitio al cuidado de pacientes positivos a la COVID-19. Él cumplió 33 y en cinco ocasiones ha trabajado en zona roja.

«De mi esposo admiro todo su amor hacia mi persona y su hijo sin apenas conocerlo, además de su entrega como profesional ante cualquier situación y su gran capacidad intelectual, es una excelente persona, por eso es que cada día me siento más orgullosa de tenerlo como mi compañero», dice ella.

«De Janys elogio su disposición, su inteligencia, su voluntad para el trabajo, saber que no se atemoriza ante nada», subraya él. «Todos hemos sentido miedo, pero nos protegemos», refiere el médico, mientras nos dice que ha sido satisfactorio y muy bonito trabajar juntos en momentos tan difíciles, a pesar de tanto dolor y muertes.

«Estoy feliz por el niño que esperamos, aunque han sido días duros, con la esperanza de que aparezca una vacuna efectiva, porque con las medidas higiénico-sanitarias no se ha podido controlar la pandemia», advierte Renier.

«Miedo sentimos todos los que trabajamos en zona roja, pero el amor a nuestra profesión nos hace fuertes y capaces de enfrentarnos a cualquier situación», recalca Janys. «La pandemia nos unió porque trabajando en zona roja nuestro amor se hizo más fuerte al llegar a nuestras vidas la existencia de nuestro niño Janier.

«Ahora me mantengo ingresada con 36 semanas de embarazo, en espera de la cesárea y llegará a nuestras vidas nuestro mayor regalo. Muchos de los que trabajan con nosotros se mofaban y nos decían: pónganle Covinier… pero bueno, era de gracia, porque no se le puede poner el nombre de esta tragedia a un bebé».

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«Al final he descubierto para mi regocijo que es la vida, y no la muerte, la que no tiene límites». Y el capitán del buque Nueva Fidelidad, tan cerca de Fermina y de Florentino, supo que el amor trasciende aún más allá.

Lo avala Jessica Castillo, quien sufrió el cierre de las fronteras aéreas en pleno auge de la pandemia. Ella se quedó del otro lado del mundo, y su pareja acá, en Cuba, esperándola.

«Los mensajes por WhatsApp, las videollamadas, los correos abundaban… Intentamos que la distancia no mellara demasiado lo que sentimos, pero no fue fácil. Nunca habíamos tenido una separación tan prolongada. Pero la vida pone trabas, retos, ríos crecidos… solo hay que estar seguros de lo que sentimos y tenemos, y esperar», afirma Jessica.

Ojalá Melanie Gutiérrez y Armando Franco pudieran contar otra historia de amor. Cuando alguien les preguntara, ojalá pudieran decir que se conocieron en la playa, o en un parque… quizá en la escuela, en un teatro, en casa de unos amigos comunes.

Sin embargo, Melanie y Armando se conocieron en pleno auge de la pandemia, cuando los dos trabajaban como apoyo a la actividad de pesquisaje. «Fue bonito, después de todo, conocernos así. Trabajar juntos, velar uno por el otro… ¿Sabes cuál fue nuestro primer regalo? Un nasobuco… Sera siempre nuestro recuerdo, nuestro mejor recuerdo», cuenta Melanie.

Víctor y Susana celebran este 14 de febrero en un centro de aislamiento. Foto:  Cortesía de los entrevistados

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