El neoliberalismo no es amigable, ni con la naturaleza, ni con las esperanzas del hombre, dice Pichs. Autor: Juventud Rebelde Publicado: 21/05/2020 | 07:49 pm
Una maquinaria, basada esencialmente en el libre mercado, que incluye las dimensiones económica, social, política, ideológica y cultural, entre otras; una madeja en la cual millones de perdedores llegan a pensar que son culpables de su propio fracaso.
En esos términos Ramón Pichs Madruga, director del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM) —perteneciente en Cuba al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma)— define al neoliberalismo, propuesta muy antigua que hace relativamente poco tiempo usa traje renovado y que no es amigable, ni con la naturaleza, ni con las esperanzas del hombre.
A pesar de lo inmensamente dañino que ese modelo entraña, y así lo estamos constatando descarnadamente en los últimos tiempos, parece no tener fin. Por eso vale mucho conversar con un experto sobre sus características.
Desde 1997 Ramón Pichs es miembro del Buró del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (más conocido por sus siglas en inglés como IPCC), institución creada en 1988 por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Dicha institución realiza, cada seis o siete años, evaluaciones integradas sobre el cambio climático. Por tal desempeño obtuvo, en 2007, el Premio Nobel de la Paz junto con el ciudadano estadounidense y excandidato a las elecciones presidenciales de su país, Albert Arnold «Al» Gore.
Hay un grupo de la comunidad científica internacional que tributa al trabajo de esa institución —nos explicó Ramón Pichs—; y a todos aquellos que hasta ese momento habían tenido una participación, una contribución directa y que por tanto habían ayudado a que ella obtuviera el Premio Nobel, les fue reconocido también ese mérito.
Graduado en la especialidad de Economía del Comercio Exterior en la Universidad de La Habana desde 1985, Pichs explicó que el neoliberalismo hace creer a muchas personas que ellas son parte de un proceso incluyente en que pueden aspirar al progreso, para lo cual solo deben «ser eficientes» y así ser elegibles para todo tipo de éxitos. Es así, trabajando desde lo simbólico, que ha nacido un ejército de seguidores, algunos conscientes y otros que inconscientemente viven envueltos e ilusionados en la madeja neoliberal.
«Más que una definición estrictamente académica para el neoliberalismo, reservaría para él la presentación como una corriente de ideas, cuyos antecedentes datan de hace más de 200 años, y que tiene una expresión en la economía, en la política y en la ideología. Una escuela de pensamiento que aboga por la aplicación del libre mercado entre agentes económicos que operan con condiciones socioeconómicas muy diferentes.
«En su versión más reciente pudiéramos estar hablando de una corriente que resurge en la década de los 70 del siglo XX. Uno de sus principales exponentes es Milton Friedman (1912-2006), estadístico, economista e intelectual estadounidense de origen judío, ganador del Premio Nobel de Economía de 1976. Se trata de un defensor de la economía del libre mercado; fue uno de los fundadores de la Escuela de Economía de Chicago. Esta corriente es considerada por algunos teóricos como la mayor ofensiva lanzada por el imperialismo en el siglo XX.
«El hecho de que en ese momento haya resurgido la corriente neoliberal hay que verlo asociado a una crítica a las escuelas de pensamiento, a las políticas económicas, a los enfoques que predominaron después de la Segunda Guerra Mundial. Estamos hablando de políticas económicas —si lo vamos a ver en lo económico— que abogaban por una mayor intervención del Estado en la economía, y en América Latina tuvieron su expresión en la propuesta de una industrialización por medio de la sustitución de importaciones.
«Si lo vemos más en América Latina y el Caribe, esa corriente estaba asociada al pensamiento predominante en la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina (Cepal), donde se destacan nombres como el de Raúl Federico Prébisch Linares (1901-1986), un político, académico y economista argentino, reconocido por sus aportes a la teoría estructuralista del desarrollo económico.
«Hacia finales de la década de 1960 ya se notaba un agotamiento de aquel crecimiento rápido que se venía dando en las economías, sobre todo en las llamadas centrales después de la Segunda Guerra Mundial. Se acercaba el fin de un paradigma tecnoeconómico que había comenzado a dar muestras de límites crecientes para la rentabilidad. Y entonces comenzó a florecer una corriente alternativa, empezó a pujar el neoliberalismo, pretendiendo encontrar solución a muchos de aquellos problemas en una opción de política económica mucho más liberal, donde el Estado tuviese una presencia muy limitada.
«La liberalización del comercio, la desregularización de los mercados financieros, de capital y laborales, comenzó a instrumentarse en algunos países, algo sustentado en algunas experiencias a través de dictaduras militares, como es el caso de Chile, donde desde inicios de los años 70 fueron implementándose muchos de los preceptos del neoliberalismo.
«Con la llegada de los años 80 sobrevino un fenómeno que le dio un nuevo impulso a la corriente neoliberal. En 1979 resultó electa como primera ministra del Reino Unido Margaret Thatcher (hasta 1990), y en 1981 asumió la presidencia en Estados Unidos Ronald Reagan, quien estuvo prácticamente en el poder durante toda la década de los 80.
«Ambos abogaron por soluciones neoliberales ante los problemas económicos que encontraron al llegar a sus respectivos gobiernos. En el caso de Reagan, esa elección cobró forma en la doctrina o política económica conocida como Reaganomics, que en esencia era una práctica neoliberal, con el fin de controlar la inflación acentuada a partir de la crisis que afectó la economía mundial, en particular a Estados Unidos, a inicios de los años 80.
«Por otra parte, en la década de 1980 explotó la burbuja que se había creado en torno a la deuda externa de los países subdesarrollados. La crisis estalló por la economía mexicana, cuando el país azteca declaró su imposibilidad de pagar en 1982 y a partir de ahí se produjo una cadena de impagos en un conjunto de países deudores, situación que llegó a denominarse como la Crisis de la Deuda del decenio de 1980, la llamada década perdida para el desarrollo.
«Estamos hablando de una deuda que había sido contratada sobre todo durante el período de los 70, lapso en el cual se elevaron los precios del petróleo, se generó gran cantidad de petrodólares, y proliferó el crédito fácil. Muchas de las dictaduras militares en América Latina, en esa etapa, se apoyaron en deudas importantes. El auge que tuvo la explotación del petróleo en todo el mundo, al calor de los altos precios, contribuyó en gran parte a la deuda acumulada durante los 70 que, por cierto, era una deuda contratada preferentemente con tasas de interés flotantes (o sea, regidas por las condiciones del mercado en el momento del pago), lo cual no era un problema para los deudores entonces, pues predominaban tasas de interés bastante bajas en esos años.
«Sucedió, sin embargo, que justamente asociado a todas las políticas que se pusieron en marcha en los años 80 para combatir la inflación en países como EE. UU. y Reino Unido, se elevaron las tasas de interés internacionales. Entonces, una deuda externa contratada a tasas de interés flotantes empezó a exigir pagos por concepto de intereses que se dispararon al alza y que se volvieron impagables para muchos de los países deudores.
«A mediados de los 80 La Habana fue epicentro de una campaña contra el pago de aquella deuda externa, con el liderazgo y la conducción del Comandante en Jefe, Fidel Castro, en la que se llamaba la atención acerca del obstáculo que representaba la deuda para el desarrollo de los países pobres, la imposibilidad del pago de la deuda en aquellas condiciones, y todas las consecuencias económicas, sociales, incluso medioambientales que se derivaban de la manera en que fue contratada la deuda, los niveles que ella había alcanzado, el uso que esta había tenido, y sobre todo lo que se estaba proponiendo por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y también por el Banco Mundial para “solucionar” el tema del endeudamiento.
«Es decir, el neoliberalismo alcanzó en esa época una vía de transmitirse al resto de la economía mundial a partir de los programas de ajuste estructural que se implementaron por parte del FMI, como precondición para que los países deudores pudieran renegociar sus deudas.
«Un país deudor que cayera en situación de impago, o que se viese amenazado por una situación de tal naturaleza, para poder acceder a una renegociación —muchas veces la deuda no era con el FMI, sino con acreedores privados— necesitaba tener el aval del FMI; y ello implicaba pasar por programas de ajustes estructurales muy rígidos, que incorporaban con mucha fuerza preceptos neoliberales. ¿En qué sentido?: reduciendo, en primer lugar, la participación del Estado en la economía.
«Lo anterior significaba, por ejemplo, la exigencia de la privatización a ultranza, que era un modo de reducir la presencia del Estado. Las empresas se privatizaban a veces a precios de remate, y en la agricultura se afianzó el agronegocio en función de intereses transnacionales. También el FMI exigía en esos países la reducción del gasto social y la liberalización comercial y financiera.
«Casi toda América Latina, excepto Cuba, en algún que otro momento del período referido —desde los años 70, y sobre todo en los 90— pasó por la aplicación de prácticas neoliberales. Argentina fue un caso típico. Centroamérica también. Colombia…; y Chile fue la vitrina del neoliberalismo en América Latina y el Caribe. En el caso de Argentina, durante el Gobierno de Menen se subastaron líneas aéreas, yacimientos de petróleo…, a precios de remate muchas veces.
«Con la caída del Muro de Berlín los expaíses socialistas resultaron un campo muy fértil para la expansión casi sin límites del neoliberalismo, que fue presentado como la gran solución a los problemas de esos países. En consecuencia, en todas esas naciones retrocedieron, de manera notoria, los indicadores sociales, entre los cuales estaba el de la esperanza de vida al nacer».
—¿El fortalecimiento del neoliberalismo tiene que ver con la globalización?
—La historia del capitalismo es la historia de la globalización. En el período más reciente, me refiero a los años transcurridos desde inicios de los años 70 del siglo XX —y con un reforzamiento en las décadas posteriores— la globalización ha pasado a ser esencialmente un proceso neoliberal, es decir, un proceso de globalización neoliberal.
«A finales de los 80 se escuchó hablar mucho del Consenso de Washington. Se dice que el neoliberalismo, donde mejor quedó definido fue en un documento elaborado en esa ciudad en 1989. ¿Cuál fue su contenido?: eran las medidas principales de los programas de ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial ya mencionadas.
«Se abogó en ese programa por una desregularización y liberación a ultranza del comercio, las finanzas, los mercados laborales… Según el neoliberalismo, por ejemplo, en los mercados laborales de lo que se trata es de “flexibilizar” el proceso de trabajo, lo que tiende a desmontar y fragmentar la actividad sindical».
En un seguimiento al hilo de la historia despiadada del neoliberalismo, Pichs explicó que los años 90 del siglo XX fueron de consolidación de esa doctrina, con la incorporación de los países exsocialistas. Durante esos años se afianzaron como instituciones insignias del neoliberalismo a escala global tanto el FMI como el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (OMC).
«Por lo general, se dice desregular, quitar trabas, una idea que puede interpretarse como algo positivo, pero en la práctica esa liberalización es sobre la base de condiciones de partida muy diferentes. Cuando tú pones en condiciones de libre comercio a agentes tan diferentes en un mundo como el que estamos viviendo, el pez grande siempre se come al pequeño. Con el neoliberalismo desaparece toda visión de equidad y de trato preferencial para las economías más pobres, se aboga por la reciprocidad a ultranza».
Un concepto que no ha funcionado, según puntualizó nuestro entrevistado, habita en la base teórica del neoliberalismo: la creencia de que si se crece económicamente, las brechas sociales (ejemplo: la inequidad, la pobreza) y los retos ambientales (ejemplo: la contaminación, el cambio climático) se irán resolviendo a partir de los recursos materiales generados por la actividad económica. En la práctica, no basta con generar crecimiento económico; se requieren también políticas de desarrollo integrales que incorporen explícitamente objetivos socioeconómicos y ambientales.
«Hoy, por demás, lo que se vive es un proceso de desaceleración y retroceso de la economía mundial, prácticamente en todas las regiones. Es una realidad que se ha reforzado recientemente con el advenimiento y la expansión de la pandemia de la COVID-19, ante la cual el neoliberalismo ha mostrado una gran incapacidad para generar respuestas acertadas».
—El neoliberalismo y la obsolescencia tecnológica programada, ¿acaso tienen una relación directamente proporcional?
—Tienen mucho que ver, pues el objetivo es priorizar la ganancia a corto plazo y a toda costa. Desde el punto de vista ambiental, ¿qué conviene?: que las cosas duren más, que sean reciclables. Desde el punto de vista estricto de la ganancia comercial eso no interesa; lo que interesa es generar nuevos consumidores.
—¿Entonces son ciegos?
—Es simplemente la lógica del mercado, y según esa lógica lo que interesa no es satisfacer una necesidad social, sino que al buscar la satisfacción de las necesidades las personas se vuelvan compradoras compulsivas. Por eso se recurre a la obsolescencia programada, mediante la cual se acorta artificialmente la vida útil de los productos, lo que al final tiene un impacto ambiental funesto.
—¿En qué estado se encuentra la corriente de pensamiento sobre la cual hemos conversado?
—Yo diría que vive en una crisis que no ha sido totalmente superada y que ha revelado con mucha nitidez sus límites no solo en lo social (con la creciente polarización social) y en lo medioambiental, sino también en otras dimensiones que pretendía potenciar, como son las variables económicas.
«Es decir, no se ha logrado salir de la crisis, por tanto es una línea de pensamiento que está marcada por ese golpe contundente que recibió con la crisis global de los años 2008-2009. La economía se mantuvo desacelerada durante diez años hasta 2019, y en 2020 ha sido nuevamente golpeada, esta vez por los efectos contractivos de la pandemia de COVID-19.
«Las acciones comerciales de la actual administración norteamericana también contrastan con la idea de liberalización a ultranza de los mercados, porque han puesto determinados límites, toda vez que ha entronizado el proteccionismo en Estados Unidos, y esto ha generado respuestas similares de los países afectados. Eso no está alineado con los preceptos neoliberales, de la manera en que venía funcionando antes. La actual administración norteamericana ha puesto en primer plano la recuperación de la hegemonía perdida en su competencia con otros actores emergentes y dinámicos como China».
Reforzamiento del cambio climático, pérdida acelerada de la biodiversidad, piratería biológica, robo de materias primas que retornan convertidas en carísimos productos de biotecnología, subestimación de los conocimientos tradicionales ancestrales de muchas de las sociedades hundidas en la pobreza, búsquedas de soluciones a corto plazo en temas que requieren una perspectiva de largo plazo. Todo lo anteriormente mencionado son nocivos frutos de la filosofía neoliberal.
«En relación con las perspectivas, si las cosas siguen como van estamos condenados a un colapso ecológico, porque el mismo tema del cambio climático pone de manifiesto, y cada vez las evidencias son mayores, que continúan aumentando las temperaturas y el nivel del mar, los eventos extremos tienden a ser cada vez más intensos, algunos de ellos son cada vez más frecuentes, y en algunos casos se combinan ambas condiciones.
«En medio de la crisis sanitaria generada con la expansión de la pandemia de COVID-19 y su secuela de impactos socioeconómicos adversos, se ha puesto de manifiesto la incapacidad del neoliberalismo. Cabe recordar que las fórmulas neoliberales venían favoreciendo, por ejemplo, sistemas de salud, de asistencia social y hasta cementerios privatizados y, por tanto, regidos por prácticas eminentemente comerciales, las que han resultado ineficaces para enfrentar una crisis sanitaria como la desatada con la COVID-19, donde la colaboración, la solidaridad y la participación social son resortes insustituibles, como se ha demostrado aquí.
«Cuba, en medio de toda esta situación, enfrenta un reto enorme. Debe encontrar los necesarios equilibrios y las soluciones más adecuadas: nos estamos moviendo en un entorno extraordinariamente complejo, agravado por el recrudecimiento del bloqueo del Gobierno de EE. UU., y necesariamente tenemos que sacar lecciones no solo de la historia nuestra, sino también de la historia de otros, y es por eso que aquí, en el diseño de muchas de las acciones que se han estado implementando para la actualización del modelo económico, han sido convocadas muchas instituciones académicas a debates sobre estos temas, sobre los retos y las experiencias internacionales.
«Que lo hagamos bien o mal, en medio de un panorama tan complejo, depende en definitiva de nosotros».