Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El plan infinito de Irma

Culminan su estancia los seis viajeros que permanecieron 14 días en un centro de aislamiento de Calimete

Autor:

Hugo García

MATANZAS.— El tiempo es un tesoro que a menudo no valoramos con la dimensión expresa de aprovecharlo plenamente, como decía Jean Paul Sartre en una frase inamovible: «No perdamos nada de nuestro tiempo; quizá los hubo más bellos, pero este es el nuestro».

Por estos días en que numerosos cubanos ingresan en centros de aislamientos, ese axioma se eleva por sobre las cumbres para esas personas, a las que cada segundo les pesa infinitamente. Unos miran al techo o duermen, otros piensan en disímiles cosas, algunos se entretienen con el teléfono… Aun así, el tiempo los castiga y desespera, por eso es preciso aislarlo con optimismo.

«Leí un interesante libro de Isabel Allende, El plan infinito, y alterné noticias con música en nuestra televisión», narra Irma R. García Montero, quien estuvo en el Centro de aislamiento Derivadora Hanábana, en Calimete, cerca de Caimito de Hanábana, lugar donde vivió nuestro Apóstol.

_ ¿Ese fue su plan para vencer el tiempo?

— Hay que aprovechar el tiempo en cosas útiles, como una buena lectura. Como medidas más personalizadas, amanecía abrigada para evitar resfriados y confusión de síntomas, y además hacía caminatas y ejercicios acordes a mi edad en el área exterior con que afortunadamente contábamos, para mantener buena aptitud y ánimo.

— ¿Qué le preocupa del virus?

— En el centro, la revisión médica era exhaustiva tres veces al día. Me preocupa el hecho de que aún se desconozcan otros modos de trasmisión (le temo a las moscas) y que la población no comprenda que por el momento (sin vacunas), uno mismo es responsable de detener el virus, porque nuestros médicos están en su lugar, no hay dudas de eso, y cada cubano tiene que estar en el suyo.

— ¿Cómo se siente de salud?

— Hasta hoy no he presentado síntomas, al igual que los otros cinco que fuimos negativos a la prueba. El personal que nos atendió, todos de Calimete, son ejemplos de profesionales en sus puestos. Nos explicaban bien todo y velaban el día entero por las medidas orientadas, como el uso del nasobuco y el lavado frecuente con jabón, nos decían que tomáramos mucha agua, nos desinfectáramos las manos y mantuviéramos dos metros de distancia.

«Yo estaba en Cuautla, Estado de Morelos, México, y cuando supe de la suspensión de los vuelos contacté con nuestra embajada en Ciudad de México. No puedo pasar por alto la fuerza y el apoyo que recibimos de nuestro embajador, el señor Pedro Núñez Mosquera, el cónsul Moreno Carpio, el vice cónsul Ariel y su esposa Indira. Gracias a las gestiones y avisos de ellos, sintiéndome protegida por mis representantes en México, llegué al aeropuerto José Martí en vuelo humanitario de la Fuerza Aérea de México.
«Aunque soy residente en Jovellanos, el ómnibus de turismo me trasladó al centro de Calimete, donde nos atendieron nuestros héroes personales: Mabel Rojas Castro, que es la responsable; Mariley Delgado Menéndez, la administradora, el médico Jorge del Monte Azcuy y el enfermero Raúl Corzo Corredera. También agradecemos a la auxiliar Olga Lidia Samá Romero, la lavandera Ania Lamorú Tomacén y el cocinero Jorge Luis Sequeira Noda (Chagüi); y por supuesto a la presidenta del gobierno en ese territorio, Damaris Linares, y la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
«Además del avituallamiento de aseo y alimentos, limpieza y lavado, nos proporcionaron incalculables atenciones, por ejemplo un cake para Laura, una joven que cumplió años durante el aislamiento, y hay que reconocer la excelente cocción de la comida e inventiva en variedad de platos por parte de Chagüi, la atención sin descanso del personal de la salud y el interminable ir y venir diario de Mabel, sin obviar ningún detalle de sus seis viajeros aislados».

Irma es jubilada del Ministerio de la Agricultura, donde laboró sus últimos nueve años, específicamente en la Dirección municipal de Control de la Tierra en Jovellanos.
«En el centro pensaba en mi hija, Yanara Rodríguez García, licenciada en Derecho, de 36 años de edad y residente en Cojímar, quien se desempeñaba como guía de turismo antes de la suspensión de los cruceros por la administración Trump».

¿Cuáles fueron los momentos más amargos para este grupo?

— ¿Los más difíciles? Para Alexis, procedente de Estados Unidos, el conocer la cantidad de fallecidos en ese país desde el inicio. Para Antonio, que viene de México, el cómo regresar a la patria, y para Ana, Laura y Yenlis, viajeras desde Rusia, el no saber si podrían regresar hacia Cuba. En mi caso, la angustia de cómo regresar me tuvo noches sin dormir. Ahora confío en mis médicos y mi sistema de salud, porque sentí que en México iba a estar a merced de la COVID-19.
«Todos tenemos que estar en nuestras casas aislados otros 14 días, pero percibimos una inexplicable sensación, que se revierte en una convincente protección a nuestras vidas», sentencia Irma.

Este centro de aislamiento se habilitó en un local perteneciente a la Dirección de Hidrología y no posee mucha capacidad: solo un salón para la estancia del personal y seis cuartos independientes de hasta cuatro capacidades, que hoy ocupan los seis en solitario para evitar riesgos.

Para ellos, como para toda la población recogida en sus casas, en hospitales y en otros centros de aislamiento del país, el mayor reto es, sin dudas, aislar el tiempo, vencerlo… Y lo lograremos, cada cual quizás con su propio plan infinito, como el de Irma.

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