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Con amor, a pie de obra

Constancia y dedicación caracterizan el trabajo de Mercedes Carbajo Piñón y Arismel Castillo Garbey, dos jóvenes vinculados con la construcción de diversos proyectos de relevancia para el país

Autor:

Monica Lezcano Lavandera

Construir casitas con bolas de colores. Ese era el juego más divertido para una niña de Las Tunas, que tiempo después se convertiría en una mujer con grandes responsabilidades. El interés le llega de la familia, pues siempre vio cómo las personas que la rodeaban se sumergían en grandes proyectos de planificación y construcción.

Cuando camina con pasos firmes por las obras que supervisa, recuerda sus años en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz, donde estudió la carrera de Arquitectura. «Nunca fui la estudiante más aplicada, pero si traté de aprovechar todos los conocimientos», dice, entre risas, la joven de 33 años de edad.

Esa base ha sido esencial para que Mercedes Carbajo Piñón pueda desempeñarse con seguridad como directora adjunta del contingente que fundara el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y cumpliera importantes misiones de la Revolución: el Blas Roca Calderío. «Ello es inspiración constante y vivo orgullosa de poder beneficiar a otros con mis esfuerzos».

—¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?

—Disfruto mucho cuando veo una obra terminada. Esa sensación de haber cumplido con todos los aspectos de mi trabajo me demuestra que con voluntad y amor todo es posible. Cada pequeño detalle significa mucho para mí, pues me permite ver los avances, y también los retrocesos, y así buscar soluciones cada vez más eficaces. Además, hemos conformado un gran equipo, en el que todos nos respetamos y apoyamos, lo que nos permite enfocarnos más para ganar en tiempo y calidad.

—¿Cuáles obras te han marcado más?

—Desde que me gradué he estado vinculada a obras de carácter social, como escuelas, policlínicos y viviendas. Pero sin duda la experiencia que más me ha impactado fue la que tuvimos cuando pasó el tornado en enero último por La Habana. Fueron momentos de extrema sensibilidad para quienes estuvimos involucrados en las principales tareas de la recuperación.

«Tuvimos que enfrentarnos a casos en que las personas afectadas estaban en situaciones de mucha vulnerabilidad. Recordemos que la gente se quedó sin techo, pertenencias y electricidad, con casas destruidas totalmente…, todo fue muy desolador, porque sabemos cuánto se necesita para comprar las cosas de la casa, y es muy duro perder todo así, tan rápido, sin poder hacer nada».

—¿Cómo recuerdas la conexión con las personas afectadas por el tornado?

—Aquello fue tremendamente significativo para todos los trabajadores de nuestro contingente. Estar ahí, codo a codo, con las familias afectadas, nos sirvió de aliento para trabajar jornadas intensas. Hubo muchas familias que nos ayudaron a preparar la mezcla y otras tareas muy necesarias, así completábamos más fácilmente sus viviendas. Pero también recuerdo a algunos propietarios que no colaboraban en nada, que ni siquiera recogían los escombros.

«Desde el principio sabíamos que serían días intensos, pero nunca fue un impedimento. Estuvimos constantemente en la calle Mango, en Jesús del Monte, Diez de Octubre, batallando con situaciones superdifíciles. Pusimos todo nuestro empeño para que las familias recuperaran un poco de tranquilidad en medio del desastre. Y te digo, la satisfacción es enorme, pues no hay nada como ver a la gente feliz gracias a la entrega de cada uno de nosotros».

—¿Y tu familia?

—Mi familia es mi sostén. Lo es todo para mí. Sin ellos no habría llegado hasta este punto. Mi mamá y mi esposo son una maravilla, y bueno, mi mayor alegría es Isabela, que tiene seis años y ya dibuja las escuelas y las casas que quiere construir en la ciudad.

«Este es un trabajo que me toma muchas horas diarias, y eso me sobrecarga un poco, ya que también tengo la responsabilidad del hogar, pero no por eso dejo de estar pendiente de ningún aspecto en la educación de la niña. Ella ve en mí un ejemplo a seguir y se emociona mucho cada vez que la traigo a ver las obras. Creo que mis familiares me complementan y hacen de mí una mujer feliz».

El sudor diario

Bloques, arena, concreto. Proyectos, ajustes, reuniones necesarias… Mercedes Carbajo Piñón siente el orgullo de ser cubana y haberse realizado como profesional en un país que tanta atención dedica a las obras sociales. «Este fue siempre mi sueño, y lo cumplí. Ahora solo queda seguir preparándome para ser mejor cada día», dice sin titubeos.

Allí a su lado, otro joven conversa con los obreros con la seguridad de quien conoce a fondo el oficio. Lo hace jocosamente, pero sin perder la seriedad y la autoridad para dirigir una brigada de construcción. Y es que Arismel Castillo Garbey es de esos muchachos con lo que se puede contar para cualquier tarea, porque pone todo su empeño en alcanzar el resultado.

Así lo hizo desde que comenzó como ayudante de construcción, y ha sido su perseverancia la que le ha permitido ir ascendiendo poco a poco hasta llegar a su puesto actual, después de haber pasado por casi todas las modalidades por las que puede pasar un constructor.

«Siento que en mi equipo de trabajo hemos logrado muy buena empatía. Eso nos permite resolver los contratiempos que se dan a pie de obra», explica el muchacho, a quien el sol radiante y el calor extremo tampoco le opacan la seguridad de sus palabras.

Con 33 años de edad, este santiaguero, que ahora aporta sus esfuerzos para que La Habana celebre con todo esplendor sus 500 años, ha podido aportar soluciones con su trabajo en momentos decisivos para el país. Él, también, estuvo codo a codo con las personas que fueron afectadas por el intenso tornado de principios de año en la capital.

«Ese fue un momento en el que sentí que todo esfuerzo es poco cuando se trata de ayudar a los demás. Me alegra saber que ayudé a devolver la sonrisa de muchos niños, y aún me queda el reto por delante con las seis viviendas que le faltan por concluir a mi brigada», señaló.

—Ser constructor y, además, jefe de brigada implica dedicar una gran parte de las horas al trabajo.

—Es verdad, y a veces no se puede estar todo el tiempo que uno quisiera con la familia. Tengo dos niños, uno de dos años y otro de siete, y trato de estar en todas sus cosas. Los fines de semana busco un lugar para salir, para ir a la playa, al parque… para no perder ninguna oportunidad de estar con ellos.

«Creo que a ellos también les entusiasma el mundo de la construcción, pues cada vez que me acompañan a las obras los veo jugando con la pala, la cuchara, la carretilla…. No pienso imponerles que elijan este trabajo, pero me alegra mucho saber que se sienten orgullosos de su padre».

—¿Qué nuevos proyectos tienes ahora mismo?

—Seguir superándome profesionalmente. En el próximo curso escolar voy a comenzar en la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría la carrera de Ingeniería en Construcción Civil, pues creo que la práctica es muy importante, pero la teoría es esencial para desempeñarme y lograr obras que sean más eficientes.

Trabajar siempre ha sido la máxima de Arismel Castillo Garbey, como reconocen sus compañeros. Y lo seguirá siendo hasta que las fuerzas se lo permitan. Personas como él, como Mercedes y como tantos que día a día dan lo mejor de sí en función de la sociedad, son los pilares sobre los que se sostiene nuestra Revolución.

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