La inocuidad del camarón cubano lo avala en el mercado internacional. Autor: Tomada de la edición digital de Radio Bayamo Publicado: 21/09/2017 | 06:57 pm
EL SALADO, Tunas de Zaza, Sancti Spíritus. — Es luna nueva y aunque el sol torturó toda la tarde, en la madrugada el agua fría del estanque entumece las manos de piel curtida; sin embargo, los movimientos rápidos calientan las arterias. Una y otra vez se repiten los mismos pasos aprendidos de memoria. Pero la atención está en guardia. Sacar todos los camarones con la calidad requerida para ser comercializados exige esfuerzo y mucha maña.
Bien lo saben los técnicos, especialistas y criadores de las 345 hectáreas de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Cultizaza de Sancti Spíritus, encallada en El Salado, a pocos kilómetros de Tunas de Zaza, una lengua de tierra disputada al mar, como la calificara Onelio Jorge Cardoso en 1955; un paraje agreste, surcado con cuadrantes de pequeños lagos artificiales y, más afuera por la línea del tren y un terraplén. Un lugar, al sur de la provincia, que se desprendió de la improductividad que por años lo ubicó en la rémora de los resultados de la Empresa para el Cultivo del Camarón (ECCAM) y que hoy, afortunadamente, se distingue entre sus homólogas.
La gran novedad es que logró quitarse esa «sal de encima» con la utilización de sus históricos estanques, casi su mismo personal y un mayor aprovechamiento de los recursos asignados para cumplir su objeto social.
En 2016, explica Leodán Quesada Roura, director de la UEB, lograron cosechar 704 toneladas del crustáceo y, de esa forma, coronaron ese año como el mejor de su historia,
«gracias a la obtención de 2 000 kilos por hectáreas con un peso por encima de los 12 gramos», explica el licenciado en Ciencias Biológicas. Indicadores de lujo para esa entidad con 30 años en su caparazón, si se comparan con el resto de las UEB de la ECCAM.
Hablar de los mejores índices productivos y de cómo el 2017 inició con pie derecho resulta fácil. No obstante, nadie ha olvidado las intensas jornadas de rigurosas preparaciones, fertilización y mantenimiento de los estanques artificiales para dar inicio a los ciclos establecidos, que permitieron obtener grandes volúmenes de camarones fuertes y, potencialmente, comerciables.
Igualmente, refiere Quesada Roura que ha sido esencial el control de los recursos, a partir de fomentar el sentido de pertenencia y las condiciones de trabajo del recurso humano.
Del pasado y el presente conoce Alexander Alonso Echemendía, con 17 años en esa UEB y testigo de tantas siembras de camarón que ya perdió la cuenta. No olvida que desde el 2015, la realidad de El Salao —como le dicen sus lugareños— es mucho más grata porque cuentan con un carro isotérmico para el traslado de las capturas a la planta procesadora; equipos más modernos que garantizan el líquido en los diferentes procesos; y se ha logrado, de forma estable, la entrega de las larvas procedentes del centro de desove de Yaguaramas, en Cienfuegos.
CON LOS ROSTROS DE LA LUNA
Yoan Martínez Valdivia parece mucho mayor. Detrás de la piel marcada por el sol y el olor a sal se vislumbra aún su lozanía, ya con 10 años metido hasta la cintura en el agua para realizar las capturas o trepado en un bote para darle de comer a las crías.
«Aquí no hay feriados. Ellos son como niños pequeños con horarios de comida tres veces al día. Y cuando ya están bien gorditos, comenzamos el ciclo que inicia con el secado del tanque y la desinfección », explica.
Una de las limitaciones que tiene Cultizaza para ampliar sus márgenes productivos es que el área de pre cría es pequeña.
«Allí es donde se recibe la larva y se mantiene entre 10 y 12 días para que se adapte a las características del agua y al alimento diferenciado. Ya después las ponemos en los estanques», aclara Luis Orlando Rodríguez Gutiérrez, jefe de producción de la UEB.
En la actualidad, se apuesta por ampliar ese importante espacio, en busca de disminuir los ciclos de cultivo.
«Aquí hay que superarse constantemente porque son animales con particularidades muy propias que no responden siempre de la misma manera. Por ejemplo, les damos de comer en horarios específicos porque sabemos que el sol los estresa; comen poco en el invierno y tienen hábitos nocturnos, por lo que su pesca se realiza según las fases de la luna», agrega.
Hasta 12 horas han dedicado en la captura de un solo estanque, donde si no se trabaja con concentración se puede echar por la borda en una noche la labor de tres intensos meses.
En el colectivo se implementa el pago por la Resolución 6 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. Desde que los índices productivos aumentaron, sus bolsillos también se engrosan. Los que laboran de forma directa en la actividad se han llevado a casa en un año hasta 55 mil pesos, y los de las oficinas cuentan con salarios mensuales de 1 500 pesos en moneda nacional, más la estimulación en divisas.
FUERA DEL AGUA
Se insiste, tal y como refiere Leodán Quesada, en mantener el alto valor de inocuidad del camarón cubano, particularidad que lo avala en el mercado internacional.
Y se aspira a que se amplíe la capacidad de la industria que recibe sus cosechas porque actualmente es insuficiente.
Transformaciones que se prevé vean la luz definitiva en el 2021, cuando culmine un programa de desarrollo que busca con el mejoramiento de todas las áreas y los cambios tecnológicos, la obtención de mil toneladas de crustáceo.
Retos que pondrán a prueba, una vez más, a un colectivo espirituano que demostró que no se precisa de acciones sobrenaturales para sacar del fondo uno de los recursos exportables con mejores dividendos para la nación. La organización, el control y el esfuerzo fueron sus únicas herramientas.
Y es que allí, en el inhóspito El Salao, con sus serpentinados vericuetos, se tararea a toda voz que camarón que no se duerme…
PRECISIONES
El cultivo del camarón tuvo sus orígenes en el sudeste de Asia hace más de cinco siglos. Entonces se utilizaban métodos rudimentarios para capturar y encerrar ese tipo de crustáceo en estanques con agua. Pasados unos meses, cuando aumentaban de tamaño eran cosechados.
No fue hasta 1933, que el doctor Motosaku Fujinaga en las salinas de la isla de Seto, al sur de Hiroshima, logró la reproducción en cautiverio del camarón japonés o kuruma, llamado Penaeus japonicus.
En Cuba las producciones dulceacuícolas fueron beneficiadas a partir de la década de 1980, al ampliarse las capacidades de las instalaciones productivas para la reproducción de las especies cultivadas y el crecimiento de las crías.
Específicamente, el cultivo, cosecha y procesamiento en su fase de descarte del camarón fueron potenciados con la estructuración, en 2011, de la Empresa Nacional para el Desarrollo del Camarón (Edecam).
Esa entidad nacional, con sede en La Habana, cuenta con cinco unidades productoras, en Sancti Spíritus, Camagüey, Las Tunas, Granma y Holguín. Además, cuenta con dos centros productores de poslarvas, ubicados en Cienfuegos y en el municipio de Manzanillo, y una unidad de logística y transporte, en la Ciudad de los Tinajones.
La Edecam concluyó el 2016 con la mayor producción de su historia al cosechar 5 mil toneladas del crustáceo y en este 2017 prevé sobrepasar las 5 100 toneladas.