Los jóvenes yayaberos estarán este 26 en la Plaza como los primeros. Autor: Escambray Publicado: 21/09/2017 | 06:35 pm
SANCTI SPÍRITUS.— Literalmente hablando, como siempre disfruta hacerlo todo buen espirituano con su gracejo llano y directo, el Yayabo ha estado en la calle desde hace varias semanas, con multiples detalles en su cotidianidad y hasta con un ritmo de labores sin igual.
Aquí se ha vivido un jolgorio de trabajo, una inspiración multiplicada a la que no ha escapado el más recóndito espacio de la geografía central. Y se ha llegado a la celebración de este 26, tras varios días en ajetreo, con un magnetismo popular impresionante, que es fuerza compartida entre diversas generaciones, y que se hace evidente en el entusiasmo que da vitalidad a esta urbe.
Todos estaremos en la celebración. Nadie quiere perderse el acontecimiento, porque nos sentimos partícipes de la cultura del detalle que hemos construido, del optimismo que nos hemos insuflado de manera unánime y conjunta. Y ahí están los jóvenes, como los primeros, cual cauce innegable hacia el futuro, como el mismísimo río que baña y singulariza nuestra ciudad mayor, con un millón de anécdotas e impresiones, cuando el 26 se nos hace cada vez más intenso. JR comparte tres historias de bisoños espirituanos que, junto a muchos coterráneos, dan vida y entusiasmo a un amanecer memorable, tres décadas después de la última celebración en esta provincia de la heroica gesta del Moncada.
Un cumpleaños diferente
La guasimaleña Giselda Pardillo Álvarez aún se estremece al recordar los fuertes dolores de parto que vivió en la madrugada del 26 de julio de 1986. Por un momento, el mundo se le deshizo. Mas la alegría por la llegada de su primer y único hijo le dio las fuerzas suficientes para reponerse y arrullar a su bebé.
Y aunque todos los nacimientos llegan colmados de júbilo, el de su vástago, sin ella proponérselo, acaparó los titulares de la prensa provincial. La noticia se corrió como pólvora por los pasillos del Hospital Clínico Quirúrgico Camilo Cienfuegos, de Sancti Spíritus: había llegado al mundo el primer niño de un «Moncada» espirituano, y lo nombraron Fidel.
«Cuando rebasé el shock en que caí, porque la hemoglobina me bajó mucho, me preguntaron cómo le pondría. Ya en la casa habíamos estado de acuerdo en ponerle un nombre relacionado con el mes y su papá. Fue la tía materna quien dijo que se llamaría Fidel Antonio, porque el Comandante en Jefe estaba en aquel momento en Sancti Spíritus», dice, cuando rememora con una nitidez impresionante cada minuto de aquella histórica madrugada, a pesar de sus 68 años.
Pasado los cinco primeros días llegó otra sorpresa. En los brazos de Giselda Pardillo depositaron todos los elementos que componen una canastilla. Ella aún conserva una lista detallada de cada uno de los presentes.
«Varias compañeras de la Federación de Mujeres Cubanas me entregaron, en nombre del Partido, el Gobierno y el pueblo, todas esas cosas. Cuando el niño creció un poco le hice una foto y se la envié a Fidel en agradecimiento, y él me contestó que era una lástima no haber podido conocer a su tocayo», relata mientras hojea las amarillas páginas del periódico Escambray, donde se contó por vez primera esta historia.
Ahora a su lado, el joven Fidel Antonio Valdés Pardillo escucha detenidamente cada palabra de su madre. Las conoce de memoria. Aunque de poco hablar, este joven yayabero siempre disfruta volver a su génesis.
«Muchas personas me reconocen como el niño que llegó con el 26. Tengo dos nombres emblemáticos; eso siempre ha sido también muy especial», expresa.
Fidel Antonio, junto a su familia, festejará sus 30 años el próximo martes, con la agradable coincidencia de que, tres décadas después, su tierra natal volverá a protagonizar las celebraciones centrales por la gesta moncadista. «Estaré en la plaza y compartiré con el pueblo, porque la provincia ha cambiado muchísimo, y para bien», comenta expectante.
«El Moncada de la juventud espirituana es aportar desde cualquier frente al constante mejoramiento del país», considera.
Tanto él como su mamá reconocen cuánto se ha avanzado en este terruño. Incluso no solo en las cabeceras municipales, sino en las comunidades más alejadas, como Guasimal, donde ellos residen.
«Aquí se amplió la Secundaria, con condiciones que cuando yo estudié no tenía. Se construyeron una panadería especial, varios puntos de venta en moneda convertible y la estación del ferrocarril. Hay que seguir trabajando, sobre todo para mejorar el transporte, pero para eso estamos los jóvenes, quienes no podemos ponernos límites», agrega.
Y es que «Fide», como todos le dicen, conoce al dedillo cuánto pesa la palabra sobreponerse, pues en dos ocasiones ha sufrido accidentes que lo han obligado a permanecer en cama durante largos períodos de tiempo.
«Mi adolescencia fue diferente a la de los muchachos de mi edad. Permanecí durante dos años en la casa, recuperándome por haber perdido los ligamentos de la pierna izquierda. Pero terminé la Facultad. Me hice operador de micro y luego técnico de nivel medio en Seguridad social. Después en una moto padecí de otro contratiempo, por lo que aún tengo como deuda culminar la licenciatura en Sicología», refiere este enamorado del mundo de los radioaficionados.
Ser testigo de mi tiempo
Como Fidel Antonio, muchas personas se han mantenido al tanto de los cambios de imagen que ha experimentado la provincia y especialmente la plaza de la Revolución Mayor General Serafín Sánchez Valdivia. Cuando el proyecto de remodelación integral de ese espacio concluya, exhibirá por vez primera un concepto que equilibra la tradición y la contemporaneidad.
Detrás de esa transformación están las manos del joven arquitecto espirituano Leonardo Pizarro Zulueta, quien se fogueó con el proyecto del parque central de la ciudad del Yayabo, en 2014.
«He tenido mucha suerte, porque han confiado en mí en ambas obras, pero soy un joven con muchas ganas de trabajo y, sobre todo, un cubano ciento por ciento», alerta.
Aunque este yayabero aún no ha alcanzado su primera década como egresado de la Universidad Central de Las Villas, el proyecto marcará un antes y un después en su carrera.
«La propuesta no puede desligarse del contexto histórico, pues hablamos de un espacio con un fuerte valor socio-testimonial, testigo de gran parte de los hechos ocurridos aquí desde la pasada década de los 80 del siglo XXI», dice quien, con orgullo, asegura que estará en la Plaza este martes, porque «sencillamente quiero ser testigo de mi tiempo».
Que los ojos de Fidel sean nuestros ojos
Lisset María Pérez Rodríguez, bautizada con apenas seis años como «la poetisa espirituana», añora regresar a la Plaza Mayor General Serafín Sánchez, donde en 1989 le declamó al mundo unos extensos textos dedicados a Fidel, que aprendió de memoria, sin aún saber leer y escribir.
Todo fue con motivo de un acto que tuvo lugar ese año aquí, con la presencia del Comandante en Jefe, tras ser inauguradas varias obras en el territorio.
«En ese instante puse mi vista en él. Al concluir, y con los aplausos de fondo, me llevaron a saludarlo. Recuerdo sus manos, muy blancas. Él insistió en cargarme, (...). Al tenerme en sus brazos me transmitió paz, tranquilidad y el amor que hasta hoy les ha regalado a todos los niños. Aquel fue un suceso inolvidable», cuenta quien labora en el Jardín Botánico de la ciudad del Yayabo.
Esta espirituana guarda con orgullo lo sucedido aquel día, y también la experiencia de cuando conoció, dos años antes, a Raúl y Vilma, durante la reinauguración del Campamento de Pioneros Ismaelillo, en Cienfuegos.
«Hace pocos días escuché el poema en un acto por la televisión. Fue como regresar al pasado. Me hizo pensar en la posibilidad de reeditar ese instante, lo cual sería lo más grande en mi vida», expresa quien no ha olvidado ni un solo vocablo del texto: «siempre será hora para que los ojos de Fidel sean tus ojos, los míos, los de este y los de aquel», declama emocionada una joven que, de seguro, no dejará de vivir este 26, en el que los espirituanos estaremos todos tan cerca del líder cubano.