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La respuesta de los 50 000

Con dificultades acumuladas y con una responsabilidad inmensa, la agricultura comienza a recibir el financiamiento necesario para su paulatina recuperación. La cara del campo cubano puede cambiar, aseguran los directivos del sector, pero para lograrlo se necesitan manos nuevas

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

BARAGUÁ, Ciego de Ávila.— Desde la presidencia preguntaron: «¿Ricardo, cuánto tú ganaste el año pasado al terminar la campaña del tabaco y repartirse las utilidades?». Ricardo Leal, un muchacho moreno y fornido, de la UBPC Batalla de las Guásimas, en Artemisa, no lo dudó mucho. «¿Yo? —respondió—. Bueno, me faltaron 300 pesos para llegar a 50 000».

En las últimas hileras de asientos algunos pegaron un brinco. Un invitado se inclinó hacia la persona que estaba sentada a su lado: «¿Oye —susurró—, cuánto…, cuánto fue que dijo…?». El compañero, impávido, lo ratificó: «Que se ganó 49 700 pesos».

Entre los invitados y los cien delegados al Activo Nacional de Jóvenes Agropecuarios primero se levantó un murmullo y luego se oyeron risas. Ricardo abrió los brazos: «¡Oigan, no se rían!». Y las risas aumentaron. «Ganarse eso no es fácil. Yo me sacrifico: tengo que levantarme todos los días a las cinco de la mañana y el trabajo se las trae. ¿Quieren hacer la prueba?»

El ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez Rollero, puso el punto final a las risas. «No se rían, es verdad —dijo—. La agricultura en Cuba tiene muchos problemas, aunque también comienza a tener otras caras. Su rostro puede ser otro, como el del lugar donde trabaja Ricardo. Pero, para lograrlo no solo se necesita dinero, hace falta trabajar duro, inteligencia y relevo joven».

I

El Activo Nacional de Jóvenes Agropecuarios, celebrado en la UEB Tres Marías, de la Empresa de Cultivos Varios de La Cuba, en Ciego de Ávila, agrupó a la máxima dirección de la UJC en el país y a un grupo de delegados, seleccionados entre los jóvenes más destacados del sector agrícola en la Isla.

El encuentro sirvió para hacer presente la mirada joven sobre el campo cubano. Allí se habló de experiencias y resultados. También —y sin muchos pelos en la lengua— se mostraron preocupaciones y trabas que lastran las posibilidades de incrementar la producción de alimentos y que limitan la presencia de los jóvenes en el surco y los potreros.

Y los números ponen a pensar. De acuerdo con el informe presentado, de las 100 000 personas a quienes les han entregado tierras ociosas en el país, más de 50 000 son jóvenes. Es un número halagüeño, sobre todo si se tiene en cuenta la tendencia al despoblamiento del campo cubano; pero en su labor no faltan tensiones.

II

Varios ejemplos de esas tensiones se escucharon en el Activo. Uno de ellos es el de Frank Reyman Guevara, campesino del municipio de Amancio Rodríguez en la provincia de Las Tunas. A él le otorgaron 1,6 hectáreas de tierras infestadas de marabú. Las limpió a mano, las puso a producir; luego pidió más y hoy en ellas se obtienen alimentos.

Su principal cultivo es el arroz, con rendimientos de 6,5 toneladas por hectárea. Sin embargo, detalló: «Los insumos valían 117 pesos y ahora cuestan alrededor de 800. En cambio, el precio del arroz lo bajaron. No entiendo eso. En los tiempos de cosecha las combinadas llegan tarde y debemos cortar el arroz a mano y venderlo húmedo. Con todo eso tenemos pérdidas o no recuperamos lo suficiente la inversión. El campesino tiene que ver el resultado de su trabajo».

Otras preocupaciones están relacionadas con aspectos de las legislaciones vigentes. A ello se refirió Aliesky Peña, presidente de la CCS Antonio Reyes, en Cumanayagua, Cienfuegos. Habló de la llegada tarde de insumos y medios de trabajo como botas y limas. No obstante, su unidad tiene resultados y jóvenes de la zona se han incorporado al trabajo.

Solo que el ingreso de esa membresía pudiera ser mayor. Según precisó Aliesky, el Decreto-Ley 300, que ha otorgado mayor agilidad a los trámites agrícolas, dispone que la afiliación a una cooperativa de créditos y servicios (CCS) solo puede hacerse por disposición de los directivos de la Agricultura, lo cual debía revisarse —señaló—, para facilitar el ingreso de los jóvenes que se acercan a una CCS con deseos de trabajar y ser útiles.

III

Sin hacer mucha bulla, la Agricultura ha aplicado cambios estructurales. La premisa ha sido prepararse para cuando lleguen las inversiones y el capital. Un ejemplo de eso ha sido convertir los centros de inseminación en unidades de servicio, donde el trabajador vea el resultado de su esfuerzo.

Ese enfoque posibilita dejar atrás el criterio estático del sueldo fijo de 400 pesos, y permitir que el inseminador gane cerca de 2 000. Si se tuviera un motor —y no un caballo con alforjas y el termo de inseminación— la productividad pudiera ser mayor y con ello el salario. El vehículo puede llegar.

No obstante, los jóvenes señalaron la carencia de una estrategia para el obrero calificado. En muchas ocasiones, muchachos recién egresados de los politécnicos, con deseos de ir al campo, se deben ir al Servicio Militar. Al cumplir el tiempo, sus intereses son otros: una novia en otro lugar, otras fuentes de empleo, probar suerte en otros lados… El caso es que se van y las unidades agrícolas pierden personal calificado.

La propuesta de los participantes consistió en buscar las alternativas para que ese joven, sin dejar de cumplir su compromiso con la defensa de la patria, pueda sentirse motivado a continuar en la agricultura. Una variante, expresaron, pudiera ser que se evaluara la posibilidad de permitirle realizar su Servicio Militar en una unidad productiva donde a la vez se prepare para la defensa y ejerza su profesión.

IV

En el Activo se constató que la motivación en el joven campesino puede ser posible. Solo hace falta atenderlo y que él vea el resultado de su esfuerzo. También que los reclamos de la UJC y la FEU, relacionados con la mayor vinculación de los estudiantes con las prácticas docentes, no caigan al vacío.

Sin ser perfecta, esa vinculación muestra resultados en Ciego de Ávila y Camagüey. En esta última provincia los universitarios se han insertado en el estudio de variedades resistentes a la sequía en varios territorios.

Ese aporte es más que necesario. Diríamos que urgente, y algunas vivencias lo indican, como se constató en el debate. Por ejemplo, el país cuenta en la actualidad con un fondo de tierras de diez millones de hectáreas. De ellas, seis millones se dedican a los cultivos y tres millones a la ganadería. En su contraparte están los dos mil millones de dólares que todos los años se deben gastar para adquirir alimentos en el exterior.

Una de las estrategias adoptadas consiste en buscar créditos a mediano y largo plazos, con facilidades de pago, para adquirir equipamientos y tecnologías que permitan incrementar las producciones, sustituir los alimentos importados, y con ese ahorro pagar el dinero prestado.

Según informó el Ministro de la Agricultura, hoy entran los recursos. Unidades que antes debían arar con bueyes o con vehículos muy deteriorados, ya tienen tractores modernos con su equipamiento. La ganadería debe entrar en una paulatina inyección de capitales. Ya se tienen seleccionadas las primeras 33 empresas para realizar inversiones integrales y no repetir el error de antaño, de invertir solo en una parte de esas unidades.

También se encuentran en montaje cien nuevos despulpaderos de café, más eficientes y ecológicos, y que solo utilizan el 20 por ciento del agua requerida por las viejas instalaciones.

«Todo eso se llama tecnología y preparación para que ella pueda ser explotada eficientemente —explicó Rodríguez Rollero—. Por eso es decisivo el papel de los jóvenes. Si existe una proyección de desarrollo, entonces el capital humano es fundamental y ahí entra a jugar el papel de la juventud. El joven es un agente vital para la agricultura en Cuba».

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