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Cuando se abrieron las rejas al futuro

Gracias a la amnistía política, ganada por esfuerzo popular hace 60 años, Fidel y los demás jóvenes asaltantes de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes salieron en libertad del Presidio Modelo en Isla de Pinos

Autor:

Roberto Díaz Martorell

NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— La excarcelación de Fidel Castro y los demás asaltantes a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, el 15 de mayo de 1955, del mal llamado Presidio Modelo en la otrora Isla de Pinos, abrió también en la historia nacional una nueva etapa de lucha, organizada durante 22 meses de injusto encierro.

A 60 años de aquel suceso, el pueblo de la Isla de la Juventud conmemora este día de recuerdos, de reflexión y de compromiso; de agradecimiento por vivir en un país que convirtió el Presidio Modelo en Palacio de pioneros, lugar además para acercar la historia a los jóvenes, con el fin de que crezcan como verdaderos revolucionarios y defiendan los más genuinos valores e ideales de la libertad y la soberanía plena del hombre y sus pueblos.

La celebración ha traído jornadas intensas de trabajo para exhibir una instalación remozada, a la altura del significado histórico de los sucesos. A la misma vez, se ha laborado en una mayor limpieza de marabú en tierras deficientemente explotadas y se han impulsado los planes productivos, la higienización y embellecimiento de los centros de estudios y laborales, y el afianzamiento de la identidad local.

Los pineros, en representación de todo el pueblo de Cuba, festejarán este día, entre otras razones, por el triunfo de las ideas que asaltaron el Moncada, la victoria popular del 15 de mayo de 1955, el desembarco del Granma y por la lucha insurreccional en la montaña y en el llano, que concluyó con el triunfo de enero de 1959.

Gracias a aquel suceso es posible hablar hoy de concreción de los sueños nacidos entre las rejas del Presidio Modelo, donde la Revolución encontró su fragua más fecunda.

La salida

Según se recoge en el texto Monografía Pinera, era la 1:00 p.m. de un domingo que se presagiaba distinto. Un numeroso grupo de personas se aglomeraba en la posta uno del penal, en espera impaciente. Se abrieron las puertas del Presidio y por las amplias escalinatas descendió el primer grupo integrado por diez jóvenes. Media hora después, lo hizo el segundo grupo, de ocho compañeros, entre quienes venía Fidel. Por último, unos minutos más tarde, salió el resto.

El júbilo popular estalló: abrazos, risas, apretones de manos, palmaditas en la espalda. En varios vehículos trasladaron a los moncadistas hasta Nueva Gerona, donde se dirigieron a distintos lugares. Juan Almeida Bosque, con sus familiares, fue a la casa de Francisca Herrera («Tin Tan»), quien residía en Sierra Caballos.

Otro grupo de jóvenes, entre los que se encontraba Abelardo Crespo, visitó la casa donde vivió José Martí, en la finca El Abra. Fidel, con el resto de los compañeros, se desplazó hasta la casa de la familia Montané Oropesa, donde intercambiaron con familiares, amigos y periodistas.

A las 3:00 p.m., en el hotel Isla de Pinos (hoy en su lugar existe el parque 15 de Mayo), el líder revolucionario habló a la prensa, agradeció públicamente a todo el pueblo cubano por el apoyo y confirmó la decisión de continuar la lucha. En la noche, en el muelle donde se encontraba atracado el barco El Pinero, la población de Nueva Gerona se reunió para observar la partida.

Antes de salir, los moncadistas entonaron la Marcha del 26 de Julio. Este día, el ya histórico buque zarpó más tarde de lo acostumbrado y con una única carga, los jóvenes de la Generación del Centenario, liberados del horrendo reclusorio y listos para hacer realidad la libertad de Cuba.

El encierro

La liberación de estos jóvenes no fue casualidad o gracias a la «gentileza» del tirano Fulgencio Batista en tiempo de elecciones. Se logró por el empuje del movimiento proamnistía que tomó fuerza en todo el país. En La Isla se destacó la acción popular encabezada por Juan Almeida —el padre de Juan Almeida Bosque— y Sergio Montané, quienes crearon el Comité Pro Amnistía en territorio pinero que, con una incansable agenda de reclamo de libertad para los jóvenes, presionó también al Gobierno para que firmara la amnistía.

Áreas interiores del otrora Presidio Modelo. Foto: Calixto N. Llanes

 

El pueblo de esta ínsula, no muy numeroso por aquella época y estigmatizado por los horrores del Presidio Modelo, despertó entonces del letargo y unió sus voces a las de familiares y amigos de quienes, guiados por las ideas del Apóstol, no vacilaron jamás en lanzarse a la lucha por la total independencia de la Patria.

Algunos historiadores coinciden en señalar el 15 de mayo de 1955 como una de las fechas más importantes del proceso revolucionario cubano. Cuando los moncadistas, liderados por Fidel, se trasladaron al reclusorio, los gobernantes pensaron que acababan con la historia de un grupo de revoltosos sin organización ni futuro. Poco después, la vida les demostró su equivocación.

Durante su estancia en el Presidio, estos jóvenes cambiaron los fusiles por libros y profundizaron en las ideas marxistas, base ideológica de la Revolución. Allí también se habló de compañerismo y de solidaridad con quienes no recibían ayuda de sus familias. Se ganó en argumentos y creció el sentido del deber con la patria. Esa unidad y el aprovechamiento del tiempo fueron vitales en los años posteriores para la lucha.

Presidio Modelo en crímenes

La Isla de la Juventud conserva el tristemente célebre Presidio Modelo como símbolo de rebeldía, en cuyas galerías fallecieron muchos hombres valientes y otros tantos cumplieron condenas, entre quienes figuró Pablo de la Torriente Brau, quien la llamó la Isla de los 500 asesinatos.

No le faltaba razón al intelectual y revolucionario cubano. La penitenciaría se había construido por orden del dictador Gerardo Machado a imagen y semejanza de la cárcel de Jolliet, en Estados Unidos, y su principal objetivo era «reeducar» a individuos de alta peligrosidad y a quienes pensaran diferente de los gobernantes.

La realidad era muy distinta: macabras torturas, «accidentes casuales», un mandarriazo «mal dado», un tiro tras un supuesto intento de fuga, la cruel obligación de cavar la propia tumba antes de ser asesinado o el lanzamiento a la muerte desde cualquiera de los pisos de las circulares de quienes no soportaron la humillante violación de su hombría, son historias que trascendieron estos muros.

Algunas personas de edad avanzada recuerdan que sus abuelos contaban con tristeza y temor que muchas familias dejaban en las puertas de sus casas un plato de comida y una muda de ropa, por miedo al contacto físico con los evadidos de la prisión. Esta fue la realidad que le tocó vivir a una población en ocasiones inferior a la penal.

Inaugurado el 16 de septiembre de 1931, este recinto fue testigo de crímenes y torturas cometidos en complicidad de presos y guardias, que identificaban el penal como un centro de exterminio.

Desde esa cárcel y bajo amenaza constante, Fidel escribió de manera clandestina La historia me absolverá, documento que luego se convirtió en el programa de desarrollo económico y social de Cuba, y que fomentó la rebeldía entre los cubanos que miraban la posibilidad real de desterrar por siempre el yugo de esta tierra.

Los visitantes del antiguo reclusorio para hombres, hoy Monumento Nacional, pueden suponer la angustia de aquellos jóvenes que, a pesar de los rigores carcelarios, desarrollaron una intensa preparación y organización para continuar el combate, mientras que familiares y amigos libraban la batalla por la amnistía.

De esa manera, la presión de la opinión pública obligó al régimen tiránico de Fulgencio Batista a firmar la Ley que abrió las puertas a los revolucionarios el 15 de mayo de 1955.

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