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Una arquitectura en equilibrio con la vida

Es un trabajo de muchos propiciar que la arquitectura esté a la altura de otros logros de la Revolución. Creo que entre todos podemos contribuir a que se salde esa deuda, afirmó Leonardo Montalván Cabrera, premio nacional de Arquitectura 2014

Autor:

Marianela Martín González

Este hombre de rostro apacible nos recuerda que solo dándonos podremos convocar a los demás a encontrarle sentido a la utilidad de la virtud. Leonardo Montalván Cabrera (La Habana, 1924), premio nacional de Arquitectura 2014, es respetado por no esquivar retos, a tal punto que empezó como albañil en 1944 y en 1969 se graduó de arquitecto.

Las personas que han dejado algún aporte valioso a la humanidad, seguramente no aspiraron a la gloria personal. Creyeron en el compromiso de satisfacer demandas colectivas, resolver urgencias históricas.

Con esas ideas estimulo sus reflexiones, porque Montalván no tiene un ápice de vanidoso. Todavía le cuesta creer que fue reconocido con el Premio por la obra de toda la vida. Lo realizado en Cuba y en diversos lugares fuera del archipiélago —incluidos los posgrados en Holanda y su asesoría al Ministro de Desarrollo en Seychelles— han sido tareas en las que su nombre se disuelve ante la inmensidad del país que representa, como señaló reiteradamente durante esta conversación.

«No es justo trabajar para premios. Sí es preciso superarse constantemente para ser mejor. Eso debe estar presente en cada profesional, en cada obrero, por simple que parezca lo que hace», observó.

Montalván cumplirá 90 años en agosto, 70 de estos dedicados al sector de la construcción. Su labor como investigador agregado y especialista ramal de proyectos ayudaron en la fundamentación de su propuesta para recibir el Premio Nacional de Arquitectura, otorgado por la Unión Nacional de Arquitectos e Ingenieros Civiles de Cuba (Unaicc).

Para la nominación contó, además, su bregar como inversionista principal en el Hospital Ortopédico Fructuoso Rodríguez, y su responsabilidad, desde 2009 y hasta hace unos meses, como asesor en la reparación del Hospital Docente General Calixto García.

—El inversionista está considerado el ojo del amo en cada obra que se respete. ¿Qué opina usted?

—Es cierto. Muchos de los problemas de calidad detectados en hospitales, escuelas y diferentes obras sociales se han debido fundamentalmente a que los inversionistas han sido profesionales que nada tienen que ver con la construcción. Por suerte, ya esa dificultad se corrige. Se está logrando que los inversionistas sean ingenieros civiles, arquitectos o técnicos que sepan de la especialidad.

«La eficiencia de las inversiones se determina fundamentalmente en la etapa inicial de diseño. O sea, que si la concepción tiene deficiencias, al final no puede esperarse una obra con calidad.

«Aunque se ha mejorado, continúa el menosprecio generalizado de la importancia de la etapa de preinversión por los actores del proceso inversionista. Ellos priorizan muchas veces la fase de ejecución y no valoran cuán definitiva puede ser la fase de proyectos en la eficiencia de una obra. En ese momento se determina cómo obtener resultados favorables con el menor costo posible».

—¿Por qué cree que se le reste importancia a esa etapa?

—Ha sido la fuerza de la mala costumbre. En realidad, los costos en diseño e ingeniería representan solamente el cinco por ciento de los gastos de una inversión.

«Es tarea urgente de estos momentos prestar más importancia a la preparación de las ejecuciones constructivas. Es necesario priorizar la eficiencia económica, el consumo racional, darle participación a la industria local y aplicar los logros de la ciencia y la técnica. Eso es apostar por la sustentabilidad.

«En los Lineamientos aprobados por el VI Congreso del Partido hay un llamado a la eficiencia del proceso inversionista. Eso requiere un trabajo integrador y mucha exigencia para que se entronice como cultura».

—Uno de los temas más perentorios de Cuba es la vivienda. Si bien es necesario construir más, no es menos cierto que a los inmuebles existentes hay que darles mantenimiento ¿Cómo se puede avanzar en ese aspecto?

—Una vivienda digna es derecho de todo ciudadano. En Cuba se están haciendo esfuerzos extraordinarios para que así sea. Pero el bloqueo económico —que no es un mito, sino una realidad que nos golpea desde que nos levantamos hasta que nos acostamos— incide en poder satisfacer las necesidades de miles de personas que viven albergados, u otros que en sus hogares carecen de comodidades y privacidad. Es frecuente ver hasta tres generaciones bajo el mismo techo.

«Para avanzar en ese sentido, es preciso el uso de la producción local de materiales en todos los proyectos que se desarrollen en conformidad con el Programa Nacional de Ejecución de Viviendas por medios propios.

«Es importante además recuperar la industrialización del proceso constructivo y el desarrollo e introducción de tecnologías avanzadas en la vivienda estatal. Hay países donde el Estado hace la estructura básica del edificio y los moradores se encargan de los demás componentes.

«Es importante para avanzar la incorporación de los jóvenes de las carreras técnicas y universitarias en el trabajo de las empresas».

—¿Cómo valora usted la arquitectura cubana en los momentos actuales?

—No debemos perder de vista que las ciudades son responsables en buena medida del cambio climático, de cuanto ha pasado con la crisis ecológica. La energía consumida, los residuos, la transportación son elementos que dejan una traza irreversible en el entorno.

«Teniendo en cuenta ese precepto, la Unaicc trabaja para  reducir las necesidades de transportación o buscar formas colectivas menos contaminantes y eficientes. Propone proyectos que sean compatibles con el tratamiento de los residuos urbanos y el consumo de energía de manera eficiente.

«La Unaicc tiene en cuenta siempre la dimensión social. Trata de que los proyectos sean viables económicamente, pero maneja el concepto de la economía a largo plazo. También pensamos en los costos ambientales, para que en realidad sean rentables.

«Sucede que a la hora de valorar algunas inversiones se piensa que son caras, como el sistema de energía solar. La energía eléctrica que empleamos en el sistema nacional es más barata, pero está siendo subsidiada y se sustenta en recursos finitos.

«Cuando se invierte en un sistema de energía renovable, ya sea por el empleo de biomasa o con celdas fotovoltaicas,  la inversión se amortiza si se consideran los beneficios ambientales y sociales que traerá en el futuro.

«Los arquitectos no somos decisores, y a veces quienes deciden cómo construir, cómo delinear la fisonomía de una barrio, no tienen el conocimiento suficiente para ejecutar las acciones.

«Tampoco nos hemos despojado de la manía de imitar proyectos foráneos. Pensamos en que para estar a tono con el mundo, todos los edificios tienen que ser casi completamente de cristal. O hay que usar el techo de dos aguas, como si en Cuba cayera nieve.

«El techo de dos aguas, además de salir más caro porque requiere más materiales en la ejecución y la terminación, es más difícil de construir, si se trata de hacerlo bien, como dictan las norma técnicas. Y la cristalería es un riesgo en un país como el nuestro, donde los ciclones hacen estrago cada cierto tiempo.

«Tenemos también la dificultad de repetir los mismos errores, a veces sin pensar que el resultado puede ser perjudicial. Por ejemplo, seguir empleando los inmuebles típicos. Una casa y un edificio no tienen por qué parecerse al del lado. Cada uno debe tener su fisonomía de acuerdo con el lugar, la entrada de la luz y el viento. Teniendo en cuenta esos detalles, se puede hablar de sustentabilidad. Con esas premisas se logra ahorrar luego en electricidad para la iluminación y la ventilación.

«La tendencia posmodernista implantada por el capitalismo irresponsable del siglo XXI es no prestar atención a cómo se utilizan los recursos. La fastuosidad es lo importante. Ni siquiera importa el precio de la inversión; mientras más cara sea una inversión, mayores serán los dividendos que luego se obtendrán.

«Aquí no sucede eso, pero falta bastante para propiciar el ordenamiento urbanístico y la funcionabilidad de las ciudades. Estamos a tiempo. Es un trabajo de muchos propiciar que la arquitectura esté a la altura de otros logros de la Revolución. Creo que entre todos podemos contribuir a que se salde esa deuda».

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