NUEVA GERONA, Isla de la Juventud.— Los muros del mal llamado Presidio Modelo, hoy Monumento Nacional, retumbaron una vez más con las notas y lírica del Himno de la Libertad, que hace 60 años provocó la ira del tirano Fulgencio Batista durante una visita al antiguo reclusorio para hombres en la entonces Isla de Pinos, suceso considerado por los historiadores como una osadía histórica.
Aquel 12 de febrero de 1954 el dictador llegó al Presidio con el propósito de inaugurar una planta eléctrica sin la menor idea del sonoro recibimiento que le tenían preparado los asaltantes a los cuarteles Moncada (Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (Bayamo).
La «singular bienvenida» al tirano se preparó cuando el joven Fidel Castro notó movimientos inusuales de soldados, y pidió a Juan Almeida vigilar el patio por una pequeña ventana del pabellón, con lo que se percataron del cordón de seguridad desplegado por toda el área.
Las voces rebeldes que entonaban la Marcha del 26 de Julio se empezaron a escuchar con nitidez y salían como ráfagas de entre los muros de la prisión. Del desconcierto inicial se pasó al estado de cólera. Desmoralizado, Batista rugía. «¡Los mato, los mato!», gritó, y furioso abandonó el lugar.
Entretanto, Pistolita, uno de los más sanguinarios esbirros del penal, golpeaba la puerta con la intención de silenciar a los jóvenes, quienes continuaron cantando, sin miedo a las represalias de los sicarios.
La fiera respuesta no se hizo esperar. Señalaron a Agustín Díaz Cartaya, autor de la marcha, como uno de los responsables por el parecido color de la piel con Almeida, a quien vieron asomado por la ventana; separaron a Fidel de sus compañeros con la intención de aplacar los ímpetus de rebeldía, pero ya la semilla de la verdad estaba sembrada en cada corazón de los rebeldes.
Díaz Cartaya solo necesitó tres días para componer la obra que nació con el nombre de Himno de la Libertad, aunque la pieza sería más tarde nombrada Marcha del 26 de Julio, porque surgió durante las jornadas de preparación combativa previas a las acciones del 26 de julio de 1953.
Entonar sus versos animó a los revolucionarios durante el combate, cuando fueron recluidos en la cárcel de Boniato (antigua provincia de Oriente), y luego en el mal llamado Presidio Modelo, de la entonces Isla de Pinos, adonde fueron a cumplir prisión y fraguaron el camino a la libertad definitiva lograda el 1ro. de enero de 1959.