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El día encantado (+ Fotos)

Los terceros jueves de cada mes ocurre algo mágico en la escuela especial para niños con autismo, Dora Alonso. Ese día, hermanos de los pequeños acuden al centro para aprender a prodigar cariño y respeto

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Sonríe; parece no escuchar nada. Se queda quieto observando un punto como si estuviera hipnotizado. No habla, y comienza a articular un sonido incomprensible. Quien desconozca las características del autismo, podría desesperarse ante sus gestos aparentemente indescifrables.

Guillermo Lamela observa enternecido a su pequeño en ese reino del amor que semeja la capitalina escuela especial Dora Alonso, para niños con autismo. A dondequiera que se mire hay orden, horario riguroso y la sensibilidad inagotable de sus trabajadores.

Es imposible no emocionarse al verlos jugar, divertirse, conocer, aprender… En los espacios de la institución se entrecruzan disímiles historias y personas.

El centro se ha convertido en sitio que educa, orienta y complementa a las familias para optimizar la atención a sus hijos, lo que asegura una convivencia mejor en el hogar. Bien lo saben madres como Sara Baraguana, quien ha encontrado aquí «un gran tesoro para compartir muchas experiencias».

Eso es lo que facilita el interesante proyecto Hermanos, que los terceros jueves de cada mes permite el encuentro entre los infantes con autismo y sus hermanos. Allí los núcleos familiares interactúan, y de manera práctica, dibujan, cantan, bailan, cuentan anécdotas…

Hermanos es una iniciativa imprescindible para conocer sobre el síndrome y cómo tratar a quienes lo padecen, un propósito para comprender que existen niños diferentes con iguales derechos, necesitados de nuevas formas de comunicación, cariño y confianza.

Quien madruga más ayuda

Esos son jueves diferentes en la Dora Alonso. Temprano llegan los hermanos de los niños con el padecimiento —los más pequeños van junto a sus padres— y comienza entonces toda una mañana de ajetreo. Cada cual pone su magia. Unos con más picardía, otros con timidez; pero en todos, el deseo de lograr el bien de los suyos.

Una pequeña de cinco años, tan hiperactiva como los niños con autismo, dijo no saber qué pintar y, sin embargo, poco a poco llenó de arcoíris, flores y letras su cartulina. También habló de las «indisciplinas» de su hermana, con la inocencia de no saber que son consecuencia de esta patología.

Hay más. Cada hermano dibuja al suyo y escribe lo que este puede y no debe hacer. Y cuando todo parece acabar, las «seños» traen a los pequeños con autismo para intercambiar experiencias. Es un momento de nostalgia, pero también el de mayor alegría, regocijo y satisfacción. Todos juntos disfrutan al compás de melodías como Arroz con leche y A la rueda, rueda.

Luego se unen y se abrazan, estrechan sus manos con las del otro y el afecto que se respira provoca lágrimas. Karina Durán fue de las que no pudo aguantar la emoción. Su hermano no estudia en la escuela, pero recibe allí atención. Ella y su madre vienen a departir y a conocer a otros que tienen pequeños como el de ellas. Así aprenden cómo hacerle la vida más grata.

El que no sabe, aprende, y el que aprende, enseña. Esa es la máxima del proyecto Hermanos. Corazones, manos, soles, estrellas, letras, arcoíris… quedaron plasmados en grandes carteles para disfrutar en el nuevo encuentro, porque se trata, como dijo el adolescente Jonathan Castro, de un espacio excelente «para entender que la vida de los autistas puede ser tan feliz y satisfactoria como la suya normal».

A ver la vida de forma positiva, pensar que se pueden tener logros y aceptar a las personas tal y como son, enseña la escuela Dora Alonso. Lo conoce la Doctora Imilla Campo, su directora, quien afirma que los niños con autismo tienen los mismos derechos a recibir los beneficios educativos. «Son personas con las necesidades, los deseos y derechos que todo ser humano debe disfrutar dentro de la sociedad», subraya.

El autismo —que típicamente aparece durante los tres primeros años de vida—, como asevera la Directora, constituye un trastorno del desarrollo mental, permanente y profundo, que afecta la comunicación, la imaginación, la socialización y la conducta.

«Se trata de una enfermedad joven, definida por la ciencia en 1943, y que en Cuba tiene baja incidencia. Sin embargo, quienes la padecen necesitan de cuidados, sistematicidad, constancia y mente positiva».

La diversidad de los mundos

La cotidianidad de muchas familias varió cuando conocieron que sus chicos padecían autismo, pero también cambió cuando vieron sus progresos al asistir a la Dora Alonso. No rendirse ante el problema de sus hijos ha convertido a padres y familiares en mejores personas.

Todos, familiares y maestros, han vivido momentos conmovedores, como tener que abrazar y besar a los pequeños con autismo para que estos se acostumbraran a ellos,  hasta que fuesen capaces de reconocerlos.

Las jornadas siempre son de desvelo y dedicación en la escuela, porque muchos de sus alumnos reciben atención combinada: vienen algunos días a recibir cuidados educativos especializados, además de estar matriculados en círculos infantiles o en otras instituciones de enseñanza general o especial.

Basta solo una mañana allí para conocer cada detalle del centro. Las aulas son pequeñas. Las paredes están llenas de coloridos dibujos, fotografías de los niños y de espejos, muy importantes para ayudar a que los infantes afiancen su identidad.

El entorno es tranquilo, libre de ruidos y rodeado de abundantes árboles. Posee un parque infantil y áreas de estar, lo cual hace de este un sitio perfecto para lo que necesitan los chicos en cada jornada.

Las tareas de la escuela no se limitan al interior del centro: los muchachos van de paseo al Zoológico, al Acuario, al Coppelia, al Parque Lenin, a andar por La Habana Vieja. Porque el niño con autismo tiene que aprender a vivir en sociedad.

Son atendidos no solo por maestros y auxiliares pedagógicas, sino además por profesores de Música, de Computación, de Educación Física y por logopedas. Ellos manifiestan el orgullo de formar parte de una institución creada por Fidel el 4 de enero de 2002, cuando se recordaron las cuatro décadas de la enseñanza especial en Cuba.

Entonces el Comandante en Jefe dijo que no recordaba nada ni parecido a lo que en nuestro país se ha hecho en este tipo de educación. «Hemos tenido el privilegio de visitar e inaugurar una de las más humanas de las instituciones para atender a seres humanos».

Igualdad, amor, aceptación, diversidad, comprensión, enseñanza, inclusión… todo eso merecen las personas con autismo, porque pueden mejorar y crecer. Jamás subestime su potencial. Motíveles, ofrézcales espacio y ánimo para que desarrollen al máximo sus capacidades. No olvide las palabras de Eduardo Galeano: «Lo más lindo que el mundo tiene es la diversidad de los mundos que contiene».

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