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Mochilas cargadas (+Fotos)

El Consejo de Jóvenes Plaza Martiana reeditó la ruta De Artemisa al Moncada para acercar a los muchachos a la historia a la que tanto debemos. El homenaje martiano colmó estos días de satisfacción y orgullo

Autor:

Susana Gómes Bugallo

Cada historia trae su emoción. Pero la de estos días fue muy singular. El Mausoleo a los Mártires de Artemisa los despidió con el compromiso engrandecido. Serían otra vez pasos de jóvenes para formar parte de su historia, fragmento no fragmentado, batalla activa y formadora, más allá de los libros y el sentimiento. De nuevo 28 martianos artemiseños y otros que se unían a la expedición, saldrían a conquistar su Moncada. Y lo harían. Como 60 años atrás para no dejar que el Apóstol muriera en el año de su centenario. Tampoco en su aniversario 160.

El Consejo de Jóvenes Plaza Martiana de la Sociedad Cultural José Martí (SCJM) junto a integrantes de la FEU, la UJC e instructores de arte, anduvieron tras los pasos de Martí y revisitaron los hechos de aquel 26 de Julio para unirse a las filas activas de los que decidieron que vivirían del lado del deber y no del que se supone que se vive mejor.

Las palabras y admiración de Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega, José Mujica y todos los amigos foráneos que engalanaron este 26; la historia y emoción de Raúl, protagonista de aquella otra madrugada de carnavales; el pueblo rebosante de orgullo y compromiso porque «Con la ayuda de todos, venceremos» (como reza la frase convertida en grafiti de todas las paredes santiagueras en estos tiempos de recuperación y nuevas fuerzas)… todo ello se coló en las mochilas que los andantes llevan en estos años de expediciones e historias. Unas mochilas que cada vez crecen más sin que el peso moleste, porque los momentos que inspiran a ser más martianos engrandecen solo la carga del espíritu.

Hanábana se eleva entre la sabana matancera. Sabe que tiene su protagonismo en la historia de aquel gigante que, con solo nueve años, prometió allí la defensa de los esclavizados. Por allá pasaron los moncadistas del siglo XXI, después de haber recibido en la Casa Natal de la calle de Paula la réplica de la sortija Cuba que otorga la SCJM a los niños que la merezcan en las escuelas primarias de La Habana. Animados con semejante trofeo, otorgado de forma excepcional, respiraron del mismo aire que Pepe en su primer contacto con la Naturaleza, cuando ponía todo su cuidado en atender a su caballo y al nuevo gallo fino.

Fuera de los planes estuvo la emoción del Memorial al Che en Santa Clara. La momentánea parada garantizó el recuerdo recogido en una foto e hizo brillar más el compromiso de los viajeros que al día siguiente llegarían a Santiago de Cuba.

Antes de sacudirse cualquier polvo (aunque no habría mucho tiempo para ello en el resto de la travesía) completaron su ruta inicial: llegaron hasta un Cuartel Moncada que se arreglaba como novia nerviosa antes de la ceremonia que tanta ilusión hacía entre los santiagueros y cubanos todos. Al día siguiente sabrían que la gloria no era solo significativa para Cuba, sino para todos los amigos latinoamericanos que engalanaron el cuartel convertido en Ciudad Escolar. Pero aún era jueves en la mañana y los jóvenes seguían ansiosos por continuar su historia.

Y con ese propósito llegaron a la casa todavía pintada de blanco y rojo que alquilara Abel Santamaría para «montar granjas de pollos» (aunque ya sabemos el propósito real). En la Granjita Siboney quedó una de las huellas que siempre andan dejando los martianos: Alfredo Ruiz, quien lleva adelante el proyecto Guardianes de la Naturaleza y dirigió con dedicación el Bosque Martiano del Ariguanabo por cinco años, plantó juntó a todos una caoba criolla en los mismos jardines que tanto ánimo revolucionario cobijaron.

De pronto (como dicen los niños en sus cuentos) una fuerza sin precedentes embargaría el alma de cada miembro de la Columna José Martí: el cementerio de Santa Ifigenia, el sitio donde reposan los restos físicos del Apóstol y el lugar más sagrado de Cuba, como le gusta bautizarlo a Maykel Aledo, vicepresidente de Plaza Martiana, el mismo que sueña con sentarse allí todo un día a conversar con ese amigo, aunque sabe que se lo encuentra en cualquier lugar. Frente al sol, las flores, la bandera y los cadetes militares que acompañan cada día al más universal de los cubanos, estuvieron los jóvenes con esa emoción sincera que conmociona a quien llega a un altar de la grandeza.

¿Qué decir entonces del sueño convertido en realidad de formar parte de ese histórico acto? ¿Qué contar de cuando llegaron a Dos Ríos, el sitio donde nuestro Héroe Nacional honró las palabras que dijera unas horas antes en el campamento a los mambises que lloraron emocionados por su profundidad? Martí acababa de expresar que por la causa que recomenzaban a pelear estaría dispuesto a dejarse clavar en la cruz. ¿Cómo no desobedecer a Gómez, aun al precio de la muerte?

Un próximo viaje guarda el compromiso de sembrar un dagame y un fustete, árboles que se encontraban a ambos extremos del Apóstol cuando su caballo Baconao cayó a la tierra junto a él. Otro esfuerzo también pretende hacer brillar nuevamente la entrada de este simbólico sitio.

Nuevas rutas por venir anuncian otras cargas para las mochilas martianas. ¿De qué se trata sino de luchar por preñar estos días de orgullo, sacrificio y amor? El Consejo de Jóvenes Plaza Martiana lo sabe. Y a ello dedica todo su empeño.

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