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El misterio faraónico de la construcción (I)

La liberación de la venta de materiales ha contribuido a que muchas personas hayan podido emprender acciones de mantenimiento a sus casas e incluso otro tanto ha podido iniciar la construcción de sus viviendas. Sin embargo, construir, reparar o restaurar una casa es todavía un problema muy complejo

Autores:

Amaury E. del Valle
Héctor Carballo Hechavarría
Luis Orlando Hernández

Según los Libros de la Historia, escritos por el filósofo griego Heródoto, varios siglos antes de nuestra era, el faraón egipcio Keops, que reinó durante 23 años, dedicó casi 20 a la construcción del mayor monumento que el hombre jamás haya erigido: la Gran Pirámide.

En ese tiempo, cuando aún no se conocía el hierro, faltaban muchos siglos para que se descubriera el cemento, y ni siquiera se pensaba en el hormigón armado, la descomunal obra fue levantada uniendo con precisión asombrosa cerca de 2 600 000 bloques de piedra, cada uno de los cuales pesaba entre 200 y 250 kilogramos.

¿Cómo lograron tamaña hazaña? El misterio todavía no se ha logrado desentrañar por completo. Algunos, incluso, especulan fantasiosamente que fueron seres de otro planeta quienes con sus naves espaciales ayudaron a los egipcios a levantar esas moles, y les prestaron su sabiduría para hacerlo.

Muchos siglos después, en una esquina de Centro Habana, en pleno corazón de la capital cubana, Norkis Sánchez quizá también confíe en que solo un ser galáctico pueda resolverle los pocos sacos de arena lavada y polvo de piedra que le hacen falta.

Ella no quiere levantar una pirámide ni una muralla china. Solo necesita arreglar su deteriorada casa. Darle un retoquito a las paredes, alguna división interior, quizá enlosar nuevamente el baño para poder entrar a él como las buenas costumbres mandan.

Para ello, cuando la vimos a la entrada de una de las dos tiendas de venta de materiales de la construcción que existen en el céntrico municipio habanero, llevaba varios días durmiendo allí a ver si podía comprar algún que otro saco de arena.

Ese día, martes, que entró un camión con 20 metros cúbicos del ansiado árido, tampoco tuvo suerte. Se esfumó delante de ella en vagones y sacos la arena, pues «como la venta es liberada, los primeros de la cola lo compran todo, y eso que yo era el cinco».

¿Especuladores? ¿Mala organización? ¿Poca distribución? ¿Problemas con la producción? Hay, sin dudas, de todo lo anterior y mucho más. Lo cierto es que Norkis debía esperar otra semana más, con la esperanza de que el próximo martes pueda conseguir la arena que tanta falta le hace.

Polvo que se lleva el viento

Desde que se abrió la venta de materiales de la construcción para la población el pasado año, muchos han sido los que se han beneficiado de este proyecto, que constituye una vía para resolver los problemas constructivos acumulados durante tantos años y que, además, es una fuente de ingresos para el Estado.

Solo en lo que va de 2012, según cifras suministradas a la prensa por el Ministerio de Comercio Interior, encargado de las tiendas que venden estos productos, con cierre en el mes de abril se habían vendido 543 549 100 pesos, de un plan de circulación mercantil minorista para el cuatrimestre de 720 326 100 pesos, que se cumplió en un 75,5 por ciento.

No obstante, el plan no se ha ejecutado de manera similar en todas las provincias, ni tampoco han incidido en ello las mismas causas. Asombra saber, por ejemplo, que mientras Villa Clara tiene un 149 por ciento de sobrecumplimiento, la capital apenas llega a un 46 por ciento. ¿Cuál es el misterio?

En busca de algunas respuestas un equipo de JR recorrió varias tiendas de ventas de materiales de la construcción en La Habana. Lo hicimos un martes, «día de la arena». Y en todas el panorama era similar: personas que llevaban varios días durmiendo para esperar el camión que transporta este árido, grandes cantidades compradas por los primeros de la cola, sospechosamente los mismos que marcan una semana sí y otra también; protestas e incluso faltas de respeto a los administradores o entre los propios compradores...

Según Abel Milián Capote, administrador de una tienda de ese tipo en Centro Habana, como la venta es liberada ellos tienen que expender el producto a quien lo pida y en las cantidades que desee, pues no está regulada su adquisición. Aun así, y ante la evidente escasez o la repetición de caras, en coordinación con el jefe del sector de la PNR y el delegado del Poder Popular, han tratado de evitar a los revendedores.

«Pero eso no es fácil, porque esta semana hay una persona en la cola, la otra ponen a algún familiar, la próxima a un amigo, la sucesiva a un compinche… la necesidad y los precios que alcanzan “por fuera” los materiales hacen que sea tremendo negocio desgastarse unos días y después acapararlos».

Si hacemos algunos cálculos faraónicos habría que darle toda la razón. Un metro cúbico de arena oficialmente vale en la capital 109 pesos. Convertido en sacos son unos 12. Y de manera ilegal cada saco —sin estar ni muy lleno— vale unos 60 u 80 pesos.

Así, quien compre apenas un metro cúbico de arena para especular, restándole el costo oficial, tendrá a su favor unos 600 pesos de ganancia; y como puede comprar todos los que lleguen semanalmente… y de todos los materiales…

Tratando de poner un poco de orden en el tema, hace unos meses se decidió por parte del Gobierno provincial establecer días fijos para las distribuciones de los materiales de construcción más demandados, como la arena, polvo de piedra, gravilla e incluso en ocasiones el cemento.

Ahora en los municipios, según corresponda, entra la arena los lunes o martes; el polvo de piedra los miércoles o jueves; y la gravilla los viernes o sábado.

Sin embargo, el que necesite los tres elementos deberá tener tiempo para hacer una cola que posiblemente comience la semana anterior para comprar finalmente la arena, y después deberá continuar durante varios días si precisa también polvo de piedra y gravilla.

Esto sucede porque apenas llegan a los municipios cada semana unos 40 metros cúbicos de arena y otro tanto de polvo de piedra, los dos más demandados, los cuales deben ser distribuidos entre todas las tiendas.

Si hay una, como en Marianao o Plaza, allí va todo. Pero ¿y si hay dos como en Centro Habana? ¿O cinco centros de expendio como en La Lisa? ¿O cuatro como en Cotorro y Boyeros? ¿O tres como en La Habana del Este y Playa?

Con razón personas consultadas por este diario se quejaban durante nuestro recorrido de que en sus municipios la arena y el polvo llegaban apenas una vez al mes, o como dijera un jocoso cubano: «¡Oiga, compadre, aquí eso es “lo que el viento se llevó!”».

Para que no se agudice el acaparamiento

El secreto se convierte en tal cuando pertenece solo a una persona, pues cuando llega a dos se hace murmullo y con tres individuos ya es un escándalo. Esta máxima popular ha tenido que ser aplicada varias veces por las autoridades de Comercio en las 11 tiendas de materiales de la construcción existentes en el territorio espirituano, con la aplicación del «factor sorpresa» para «huirle» a los revendedores de barras de acero.

«Esto no ocurriría si existiera abundancia del producto, pues en ese caso informaríamos hasta por los medios de difusión los días de las ventas para que todo el mundo acudiera a comprarlo», refiere José Ramírez Aguiar, subdirector de Comercio en esta provincia.

De no tomarse tales iniciativas y otras como la de limitar la venta a 30 barras por persona, a pesar de que debería ser liberada, se agudizaría al máximo el acaparamiento y continuaría el negocio ilícito del nunca acabar.

Como todas las problemáticas no son iguales por provincia, según el subdirector de Comercio en Sancti Spíritus, en su territorio productos como el cemento, los áridos y los bloques gozan de una mayor estabilidad, aunque tampoco están desprovistos de fallos, pero al menos sí garantizan una mayor confianza a la familia con intenciones de construir.

«De 345 toneladas de cemento que era el plan para abril, hemos extraído de la fábrica de Siguaney más de 600 toneladas. Igual ocurre con los bloques, donde hemos sobrecumplido con un 127 por ciento en el último trimestre, y con la arena en sus dos variedades por encima del 115 por ciento», plantea.

No obstante, como sucede en gran parte de La Habana y en otras provincias, allí productos como las bovedillas de poliespuma y los techos de zinc se encuentran estancados o tienen lento movimiento, por sus elevados precios, o porque para su uso en techos dependen de las barras de acero.

A pesar de que el promedio mensual de entrada a territorio espirituano de barras de acero es de unas 35 toneladas para llegar a las 390 planificadas anualmente, en todos los meses del presente año se ha sobrecumplido, con cifra máxima de 46 toneladas en febrero —las que pueden abastecer aproximadamente a unas 170 personas si fueran de 1/2 pulgada, y a unos 200 individuos si fueran de 3/8 pulgadas por la venta restringida de 30 unidades.

En esta provincia también se repite el panorama de las personas que realizan guardias de varios días, con certeza de la hora exacta de la llegada de la rastra cargadora para luego vender el turno, o de las caras archiconocidas que mercadean el producto, incluso inmediatamente después de realizada la compra.

Según la investigación realizada por JR, de manera ilegal en este territorio se venden las barras de acero, a 15 pesos el metro de las de 1/2 pulgada y a diez pesos la de 3/8».

Una simple cuenta matemática puede ilustrar que si las barras de acero de 1/2 pulgada cuestan nueve pesos en los patios, y las de 3/8, cinco pesos; con 30 barras que obtiene beneficios monetarios sin haber producido nada.

Ante esta problemática el Subdirector de Comercio espirituano reflexiona en que «la lógica impone que el oficio del vendedor debe ser la venta, y no estarle mirando la cara al comprador, más cuando estos son productos liberados. No obstante, hemos tratado de que cada uno de nuestros administradores supervise la comercialización de cabillas. Pero es muy necesario que entren a fondo en este juego los cuerpos de inspectores, las autoridades y las organizaciones sociales. Porque no hacemos nada si la población se hace cómplice y no denuncia», sostiene.

La escasez de acero es generalizada en el país. Provincias como Sancti Spíritus, por ejemplo, reciben cantidades de barras irrisorias para las necesidades y demandas de la población. Igual sucede en la capital, donde para este año se pidieron por parte de la Dirección de Comercio unos 12 000 metros cúbicos y apenas se asignaron 2 000, pues no hay producción para más.

Así, repartirlo entre todos los puntos es un paliativo para darle un «buchito» que apenas moja los dedos de unos pocos para intentar saciar su sed.

Techos sin cabillas y bloques sin cemento

El ambiente en los alrededores del mercado para la venta de materiales ubicado en las cercanías de la terminal de ferrocarriles en la ciudad de Holguín luce más bien apacible por estos días.

Según Roberto Parra, un joven veinteañero, quien afirma estar concluyendo la ampliación de un cuarto y una cocina más en su casa, los días de mayor ajetreo en el lugar son aquellos cuando traen materiales de los que más necesita la gente, como bloques, cemento, cabillas o mosaicos.

«Los que más están al tanto son los que tiene más posibilidades de comprar, pues si andas despistado, te enteras que ayer vendieron, pero ya se acabó», afirma el improvisado albañil.

A eso se une otra problemática encontrada también en nuestros recorridos por otras provincias: la mala calidad de algunos productos, o lo que es peor, una desigual correlación calidad-precio.

«Actualmente hay muchos estados de opinión sobre la calidad que tienen esos productos. Si no les gustan, o tienen algún defecto, ahora sencillamente no se los llevan y podemos quedarnos con ellos sin que nadie los compre», agrega sobre el tema René Mesa Sánchez, jefe del referido punto de venta.

«Un ejemplo es la llamada carpintería de aluminio. Son materiales que si no se transportan o manipulan con cuidado reciben abolladuras y el cliente los rechaza, aunque sean poco visibles. Este es uno de los productos considerados como deficitarios en nuestro mercado, pues apenas llegan se agotan, debido a su alta demanda.

«Otro producto de los que se nos abastece en reducidas cantidades, incluso por debajo de lo previsto en el plan, son las tejas de fibrocemento. En abril solamente hemos vendido poco más de 300 unidades», apunta Mesa.

El cumplimiento del plan anual de venta, al cual se refiere el administrador del mercado, luce visible en una pizarra enganchada sobre una de las paredes de la pequeña oficina, que sirve al mismo tiempo como almacén, pantry y único espacio para guarecerse del sol.

La cifra a recaudar por los trabajadores de este establecimiento asciende a 683 523 pesos. Sobrepasada la primera quincena de abril apenas se han ingresado 227 000 pesos.

Lo cierto es que tras esos números se esconde un proceso previo de conciliaciones entre productores y suministradores, supuestamente basado en las posibilidades técnicas, materiales y humanas para garantizar tales abastecimientos, que se ha ejecutado a nivel de país, pero concretado municipio por municipio, en aras de organizar mejor la producción y venta de materiales de construcción.

Pero no todo es color de rosa en esta supuesta organización. «Al inicio de esta experiencia íbamos personalmente a los Almacenes Universales y hacíamos los pedidos según nuestras necesidades. Este es un procedimiento que ahora corresponde a la unidad empresarial de venta de materiales a instancia municipal, la cual está al tanto de nuestras reservas en almacén. Aunque la variedad y cantidad a la venta se ha diversificado, el talón de Aquiles continúa siendo que la entrada de recursos no satisface la demanda», reflexiona el jefe del llamado Mercado del Ferrocarril, en la Ciudad cubana de los Parques.

Otro de los productos tras los cuales anda una parte de la población son los tanques plásticos para agua, de varios tonelajes. El usuario Ramiro Reyes cuenta que ya tiene el dinero y le avisaron que se venderían.

Y es cierto. Según los papeles que constan en el establecimiento debían «entrarles» 45 unidades, pero aún no ha vendido ni uno. Algo parecido sucede con un «nivelito» de barniz, azulejos o de lavaderos de concreto, que debieron arribar.

«Al final voy a tener que “morir” en manos de un vendedor pirata, que vaya usted a saber de dónde los saca y a cuánto me lo vende», afirmó con gran disgusto Ramiro.

La punta del iceberg

Lo realmente preocupante es que La Habana, Sancti Spíritus u Holguín tienen problemáticas similares en la insatisfacción con respecto a los revendedores, pero en cada caso las causas o más bien los materiales propensos a la especulación difieren, lo cual sugiere que algo todavía no está bien engrasado en materia de organización.

Un ejemplo de lo anterior es la ausencia de áridos en La Habana, la de peor cumplimiento del plan de ventas en lo que va de año, que sin embargo tiene «mosqueadas» las tejas de asbesto cemento que piden los holguineros.

Allá faltan, y sin embargo en La Habana, de un plan de 216 000, lo cual significa vender mensualmente 18 000, apenas se han vendido 700 hasta el cierre de marzo, según datos de la Unión de Empresas de Comercio de La Habana.

Lamentablemente en un lugar se especula con una cosa, mientras que en otros la reventa tiene otras aristas, aunque elementos como el acero o las tazas y lavamanos escaseen por igual.

Los especuladores y revendedores, no obstante, son apenas la punta del iceberg. Debajo subyacen problemas organizativos, de planificación, productivos y muchas aristas más que iremos abordando en otros trabajos.

Más allá de que la demanda todavía sigue siendo mayor que la oferta, es imperativo organizar mejor la venta de materiales para hacerla más eficiente y accesible a la población.

Así, quizá Norkis no tenga que invocar al faraón Keops o soñar con extraterrestres alados para que la arena no se le escape entre los dedos.

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