Uno de los momentos de la fundición ininterrumpida de las virolas. Foto: Cortesía del Parque Gibara 1. GIBARA, Holguín.— Un nuevo atractivo le ha nacido a la ya de por sí inigualable belleza natural del litoral noroeste de Gibara. Se trata de la imponente arquitectura del primer campo eólico de potencia media erigido en el país y cuya sincronización al Sistema Electroenergético Nacional (SEN) tuvo lugar en las últimas horas.
El Gibara 1, como se le conoce, pues se trabaja para la construcción de un segundo parque en áreas aledañas al lugar, está conformado por seis aerogeneradores posicionados a 55 metros de altura y con 850 kW de potencia cada uno, para una capacidad total instalada de 5,1 MW/hora.
Y es que sin menoscabo a su real crédito como la primera y mayor obra de su tipo en suministrar energía al SEN, lo realmente atrayente de este enclave radica en que frente a las inevitables contradicciones entre tecnología y naturaleza, su puesta en marcha implica un mínimo impacto ambiental y para los ecosistemas costeros.
La tecnología, considerada como limpia o ecológica, fue suministrada por la empresa española Gamesa —con vasta experiencia mundial en la construcción de maquinarias eólicas—, la cual tuvo a su cargo también la puesta en marcha de la obra. Completamente terminadas ahora, estas quijotescas figuras continúan despertando curiosidad no solamente entre los lugareños, quienes también sienten el orgullo de saberse protagonistas en esta nueva era para la Mayor de las Antillas en cuanto a generación eléctrica.
Estudios realizados por el Grupo Eólico Nacional apuntaron recientemente hacia unas 32 zonas con tales potencialidades en todo el archipiélago, de las cuales ocho se localizan en la región oriental. Solamente en las costas de la provincia de Holguín, sacar tajada de los dones del dios Eolo reportaría un potencial eléctrico de alrededor de 500 MW/hora.
¿Se mueven rápido las aspas? ¿Hacen mucho ruido las «góndolas»? ¿Cuánto estamos entregando al Sistema?, son algunas de las preguntas que pueden escucharse en medio del ajetreo cotidiano de las calles de la llamada Villa Blanca de los Cangrejos, a unos siete kilómetros del referido enclave.
Y lo cierto es que, pese a la distancia y a las disímiles ocupaciones, ni los niños gibareños perdieron pie ni pisada a cada una de las etapas constructivas por las que atravesó esta obra, convertida además en un nuevo símbolo que identificará al pintoresco poblado de las mil y una leyendas.
SE DICE FÁCIL
Hoy todo parece más sencillo, pero los inicios de este ingenio datan de hace tres años, con las investigaciones que dieron lugar más tarde a la colocación, en noviembre de 2005, de un primer mástil de 50 metros de altura para rastrear el comportamiento de las corrientes de aire en la zona.
El ingeniero José Luis Pifferrer Martínez, director del parque Gibara 1, explica que la energía del viento es directamente proporcional a la altura y a la velocidad del aire, y particularmente en las costas gibareñas los estudios arrojaron altas potencialidades, con un promedio anual de siete metros por segundo.
«Los indicadores más favorables son los que se registran entre los meses de noviembre y enero; en cambio, los de verano suelen ser de mayor calma», explica Pifferrer.
Un aspecto importante fue conocer que entre las diez de la mañana y las 11 de la noche es cuando se producen los embates más favorables para un funcionamiento eficiente de los aerogeneradores, algo coincidente con el horario en que se produce la mayor demanda de generación para el SEN. Otros factores favorables son la naturaleza costera de la zona, de muy baja altura, por lo cual no fue necesario aplicar grandes desbroces, así como la ausencia de accidentes geográficos que ofrezcan resistencia a los vientos.
Los primeros movimientos de tierra comenzaron en fecha tan significativa como el 10 de octubre de 2006. No pocas peripecias habrían de afrontarse en lo adelante. Una consistió en el traslado del equipamiento, de considerables dimensiones y peso, desde otros territorios del país, primero por ferrocarril y luego por carretera.
Las experiencias en este tipo de inversiones eran prácticamente nulas no solo para la Organización Básica Eléctrica del territorio, como inversionista, sino para el resto de las empresas que tuvieron a su cargo la construcción, por lo que se pusieron a prueba sus capacidades organizativas y la profesionalidad de sus trabajadores.
La preparación del personal técnico para la explotación y mantenimiento del parque requirió también de un ritmo acelerado, con el ingreso en cursos de energía eólica en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE), en la capital.
Entre las mayores complejidades enfrentadas en la terminación de la obra figuró la fundición de las bases de las torres, o virolas, lo cual requirió un trasiego ininterrumpido de hormigón desde distintos puntos de la provincia, con el empleo de un promedio diario de 15 «camiones-trompo».
Solamente en la fundición de las seis virolas, de unos 12 metros de largo por 12 de ancho y dos de profundidad, llegaron a utilizarse 18 toneladas de acero y más de 160 metros cúbicos de hormigón.
El izamiento de los aerogeneradores, de 24 toneladas cada uno, hasta una altura de 55 metros, requirió del uso de la mayor grúa del país, con capacidad de 150 toneladas y procedente de la provincia de Villa Clara. Para la conexión con el SEN fue necesaria la instalación de una red de siete kilómetros, hasta la subestación de Gibara, con capacidad para 33 000 voltios.
Para revertir el impacto ambiental, bajo la supervisión del CITMA se concreta en estos momentos un proyecto encaminado a la recuperación de los suelos y la repoblación forestal del área.
VIVIR DEL VIENTO
El ingeniero José Luis Pifferrer, de 43 años de edad, no se pone bravo porque le digan que «vive del viento». Este ha sido el mayor reto de su vida profesional. «Mis compañeros y yo hemos tenido que aprender de varias especialidades al mismo tiempo, de Electrónica, Automatización y hasta de Meteorología. Nunca había seguido tanto el estado del tiempo como ahora», asevera.
«Valió la pena, continúa diciendo el director del Gibara I, porque tenemos el compromiso con la máxima dirección del país de convertir esta obra en una escuela, para generalizar nuestras experiencias a futuras inversiones de este tipo», acotó. De hecho, este campo eólico está considerado un laboratorio de pruebas que permitirá ir asimilando nuevas tecnologías. Según se conoció, en una zona cercana comenzará este mismo año la construcción del parque Gibara II, con capacidad para generar 4,5 MW y de fabricación china. Y es que la energía eólica, dentro de este evidente renacer en el uso de las energías renovables a la que asiste el planeta, no solo llegó para quedarse, sino que es una necesidad ante la inevitable extinción de los combustibles fósiles.
BENEFICIOSLa energía eólica tiene claras ventajas medioambientales, ya que su reducido impacto ambiental, es significativamente menor que el de las fuentes de energía convencionales. Estas son: no existe minería, es decir, no hay grandes movimientos de terreno, ni arrastre de sedimentos, ni alteración de cauces de agua... No hay metalurgia ni transformación del combustible o, lo que es igual, no hay grandes consumos de energía, ni residuos radiactivos, problemas de transporte, mareas negras, contaminación del aire en las refinerías, explosiones de gas, ni agentes químicos muy agresivos. Tampoco tiene lugar combustión ni fisión de combustible, lo que equivale a la imposibilidad de accidentes nucleares, a la inexistencia de emisiones a la atmósfera de CO2 u otros gases de efecto invernadero, provocadores del cambio climático, de contaminantes ácidos, gases tóxicos, polución térmica... No se generan residuos, por lo que no hay escombreras, que además pueden arder, ni productos radiactivos que controlar ahora o por las generaciones que, dentro de cientos y miles de años, tendrán que habitar el planeta que hereden de nosotros. Gracias a la energía eólica y a toda la infraestructura que conlleva se genera un número importante de puestos de trabajo; según la revista World Watch, en España se han creado más de 5 000 empleos en la industria eólica.