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Buldózer contra los demonios

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En El Güiral Arriba, la gente empieza a sentirse más aliviada, en la medida en que estos buldózeres despejan el camino Realengo 18, El Salvador. — Hasta San Fernando de Bayate se llega hoy, dicho en buen güajiro, «con el fango al pecho». Lo había advertido el primer montuno que se cruzó con este equipo de reporteros, a pie entre lodazales por aquellas legendarias tierras de Lino Álvarez de las Mercedes: «esos caminos están endemoniados... meten miedo».

Pero las adversidades de miles de personas, separadas entre sí por el paso de algún río crecido, la rotura de un puente o la intransitabilidad del terraplén, valía el empeño periodístico de compartir la suerte estoica de aquellos habitantes, aunque fuera por unas horas.

Mientras pone a buen resguardo sus zapatos, Olíder García Jiménez, un joven de 34 años, chapalea en el fango y comparte su asombro por tan extendida capa de lodo que se adueñó del camino. «Dicen los más viejos que estas lluvias se cuentan entre las más dañinas que ellos recuerden».

El auxilio a la embarazada, cuyo antojo de parto no pudo ser más inoportuno en una de esas noches tempestuosas, observó Maritza Acosta Avilés, una mujer de 43 años, quien confiesa haber sentido «en carne propia la desesperación de estar aislados de la atención de salud, por varias horas o días», aunque siempre «más pronto que tarde, como ahora» las soluciones llegan, dice.

Y esa certeza la tuvo Juventud Rebelde mientras compartía la catarsis montuna, junto a los buenos augurios de que ahora sí mejorará, definitivamente, el camino en El Güiral Arriba, por la labor que acometen unidades de las FAR para facilitar el paso vehicular por aquellos caminos enlodados.

El coronel Ornedo Vega de los Ángeles, al frente de la tropa, explicó a JR que se ocupaban, en esta primera etapa, de resolver la incomunicación terrestre con el poblado de San Fernando, donde radica el hospital de esas serranías.

Las yuntas de bueyes, los caballos y algún que otro osado chofer de yip hacen la travesía hasta San Fernando. «Habíamos conseguido ya nuestro propósito de facilitar el acceso al hospital cuando las lluvias de ayer (madrugada del martes) complicaron nuevamente un tramo pantanoso de casi dos kilómetros hasta San Fernando», argumentó.

«En unas horas se restablecerá el tránsito vehicular y luego nivelaremos el terreno y levantaremos el terraplén en algunos tramos», afirma el oficial que dirige en ese escenario a 25 combatientes y trabajadores civiles de las FAR con sus medios técnicos, además de otra brigada emplazada en el trayecto Palenque-Bernardo, en el municipio de Yateras.

«Allí se han realizado trabajos de desvío de caminos, obras de fábrica como alcantarillas, y la aplicación de hormigonado hidráulico en las pendientes de Palenquito y Madre Vieja», detalló.

Los trabajos en Yateras, según el Coronel, deben concluir en los próximos días para de inmediato acometer con ambas brigadas el acondicionamiento de la Vía Mulata, un pintoresco vial intramontano que comunica tres provincias orientales: Guantánamo, Santiago y Holguín

Llega suplemento alimenticio al lomerío

Medios de transporte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias se han visto por estos días sorteando los peligrosos caminos montañosos de Guantánamo. Su objetivo: llegar hasta las más intrincadas bodegas del lomerío con un suplemento alimenticio que el Estado cubano ha asignado a las provincias orientales, golpeadas por las lluvias de Noel.

La tripulación de cada carro, compuesta por un oficial de las FAR, un soldado y el chofer, movilizado por su experiencia para el cumplimiento de esta misión, conoce los riesgos que enfrentan: «Atravesamos ríos crecidos, como el Toa, ayer mismo, caminos donde el carro patina muchísimo próximo a desfiladeros, lomas empinadas y resbaladizas que requieren sacar un cable para, apoyado de un árbol, ayudar a subir al vehículo», narra César Cuello Baute, chofer de uno de estos medios de transporte.

«Por suerte —agrega—, estos carros están muy bien técnicamente y, en buen cubano, se trepan hasta encima de una palma; sin embargo, no caben las improvisaciones al timón, hay que inspeccionar el terreno, asegurar bien la carga, protegerla de la lluvia, y cerciorarse bien antes de acometer la misión.

«Prevenir cualquier accidente que ponga en riesgo la vida de la tripulación, el cumplimiento de la tarea y el funcionamiento del carro, son cuestiones que el chofer, escogido por su experiencia, y el jefe a cargo de la misión, observan en cada jornada», sostuvo Cuello Baute.

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