Muchos de los suelos calizos húmedos, producto de las altas temperaturas que sufren con los incendios, se convierten en hidrato de cal y se vuelven más áridos cuando llueve sobre ellos.
Cuando ocurren grandes incendios forestales, la cubierta vegetal de los suelos sufre enormemente. Ello puede provocar que las lluvias se escurran por los terrenos sin infiltrarse y los laven, haciendo que se vuelvan infértiles y propensos a la sequía.
Paradójicamente, los incendios naturales son necesarios para algunas especies vegetales, pues facilitan su reproducción y evitan que se rompa el ciclo biológico, químico y geológico de la naturaleza.
Pero la acción constante y depredadora del hombre agrava fenómenos que la propia naturaleza se encarga de provocar.
Asegura Braulio Lapinel, investigador del centro del Clima del Instituto de Meteorología cubano, que cada región del planeta tiene sus particularidades. Aunque a escala local la presencia del agua es determinada por condiciones como la circulación atmosférica o las particularidades físico-geográficas del terreno, en cada zona las características cambian, afirma el experto.
En lo que sí coinciden los entendidos es que las regiones tropicales lluviosas, a las que pertenece nuestro país, son las más propensas a que durante la sequía ocurran fenómenos devastadores como los incendios forestales, que exterminan no solo a innumerables especies de la flora y la fauna sino también la vida de los suelos. Evitarlos ayudaría a preservar un recurso tan vital como el agua.
Tierras muertasSegún la Organización Meteorológica Mundial (1992), aproximadamente el 85 por ciento de las tierras emergidas de nuestro planeta están sometidas a la acción de la sequía. Y esta falta de agua para las actividades humanas, se ha convertido en uno de los principales problemas a nivel mundial.
Este fenómeno es definido por Braulio Lapinel como «un evento climático extremo, recurrente, que en ocasiones afecta de manera persistente durante algún período de tiempo y luego cesa, y comienzan las lluvias hasta que volvemos a padecerlo».
La sequía es un suceso resultante de la combinación de eventos meteorológicos, las características físico-geográficas de un territorio y la acción humana sobre el medio. Por sus causas se clasifica como sequía meteorológica y por sus impactos en agrícola, hidrológica, y social o económica.
Según diversas investigaciones, actualmente somos más propensos a la presencia y persistencia de procesos de sequía. Al decir del investigador del Centro del Clima, «las modificaciones de la circulación regional provocadas por grandes cambios globales, como la temperatura del aire en superficies terrestres y marinas en toda la región del trópico, nos preocupan.
«Cuando cesen determinados fenómenos como los de este año, que han incidido en el abundante período lluvioso de 2005-2006, signado por la presencia de actividad ciclónica, podrían presentarse procesos de sequía, al igual que ha estado ocurriendo en las décadas anteriores».
Agua que no ha de caerHablar de sequía en Cuba por estos meses no es cosa de locos ni de ningún fenómeno de la ciencia ficción. Es la realidad que viven algunas personas en distintas regiones de nuestro país.
Al cierre del actual período lluvioso (mayo-septiembre), según datos preliminares en algunas zonas de Pinar del Río, Cienfuegos, Sancti Spíritus, Camagüey, Las Tunas, Santiago de Cuba y Guantánamo, las lluvias han quedado por debajo de lo esperado.
No obstante, esta situación pudiera cambiar con las intensas precipitaciones de los últimos días, aunque para ser duradera habrá que esperar a ver cómo se comporta el período poco lluvioso que vendrá en los meses invernales.
Esta creciente incidencia de sequías, unida a la degradación de la tierra, podrá traer como consecuencias, a corto y largo plazo, la disminución productiva de los suelos, el descenso de las aguas en cantidad y calidad, las dificultades para el llenado de los embalses, la pérdida de la diversidad biológica, e importantes problemas socioeconómicos.
De hecho, los procesos de sequía en nuestro país se han estado intensificando y presentando con mayor frecuencia, según investigaciones de este Centro, pues los períodos moderados y severos de déficit de lluvia en los últimos 40 años se han duplicado en cantidad e intensidad.
Un ejemplo de ello fue la sequía que a finales de la década de los 90 azotó a las provincias orientales prácticamente durante nueve años hidrológicos (mayo-abril) consecutivos, y terminó afectando prácticamente a todo el país, por lo cual es considerado el evento más intenso de todo el siglo pasado y lo que va de este.
Un aumento en Cuba de meses con déficit de lluvia moderado y severo, sugiere un corrimiento de las características estacionales del clima, situación que favorece, según plantea Lapinel, la idea de una redistribución de estas características en la región.
En los últimos años, se han producido frecuentemente procesos de sequía de corto período de duración, vinculado esto, probablemente, al incremento de la variabilidad climática.
«En Cuba no podemos decir que tenemos períodos secos, sino menos lluviosos, porque no es que no llueva nada, sino que llueve muy poco», plantea Juan Manuel Fernández, profesor de la Facultad de Geografía de la Universidad de La Habana e integrante del Grupo de Hidroclimatología y manejo de cuencas hidrográficas.
Lo cierto es que en el mapa isoyético de Cuba, en los últimos 40 años, el valor medio de las precipitaciones disminuyó de 1 370 milímetros anuales a 1 335 milímetros, diferencia que puede parecer mínima, pero en realidad es significativa.
Nunca es tarde...En nuestro país constituye un tema priorizado el Programa Nacional de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, no solo desde el punto de vista medioambiental, sino también en lo que se refiere al desarrollo socioeconómico.
Este proyecto incluye el diagnóstico de los principales procesos degradativos que afectan los diferentes ecosistemas, y propone una estrategia que involucra a todas las esferas de la sociedad cubana.
El Centro del Clima continúa desarrollando los sistemas de vigilancia y alerta temprana de la sequía, además se realizan investigaciones en función de conocer las causas, y poder introducir elementos de estimación para pronosticar la evolución de los diferentes eventos climáticos.
Pero según aclara Lapinel, la mejor manera de luchar contra la sequía «es a través de las medidas de mitigación proactivas, anticipatorias, evaluando el riesgo, siguiendo la evolución del proceso de las lluvias, a través de una vigilancia permanente».
Sin embargo, muchas de estas medidas podrían caer en saco roto si no se rompe con el ciclo incendios forestales-impacto ambiental-más incendios forestales, que los especialistas aseguran es cada vez más nocivo.