Junto a su mamá, Martha Belisario. Foto: Jorge Luis Téllez
CAMAGÜEY.— «Jorgito... ¡qué Jorgito!». Esa la exclamación que viene a los labios de quien comparte con el niño más arriesgado que se conozca.Cuentan sus amigos —y no son pocos— que con solo 14 años y sus «dificultades», este jovencito se abre paso en el largo camino de la vida con un ímpetu extraordinario, al punto que hace dudar sobre quién tiene realmente las limitaciones.
Aunque el milagro de la vida se le atrasó tres días y muchos temieron que no se recuperara, Jorge Enrique Jerez Belisario vive el tiempo como leyenda que queda para ser contada.
SOLO EL AMORAl nacer, la casualidad le arrebató al pequeño la oportunidad de articular palabra o moverse como cualquiera de sus semejantes. Una severa parálisis cerebral infantil mixta hizo de las suyas en el protagonista de esta historia.
Pero el tiempo pasó, y entre cuidados y manos profesionales se despertó el talento, que creció junto a él como el mejor de los amigos.
Ante tanto amor no se resistieron las primeras palabras mágicas: «mamá» y «papá», y después el aprendizaje de los colores, junto a las travesuras propias de la edad, hasta que a los cuatro años dio sus primeros pasos.
Cuentan aquí que un buen día el teclado inteligente, el mismo en que hace maravillas, lo atrapó para siempre.
Jorgito creció rebasando expectativas: en solo un año ganó 21 concursos, de estos cinco nacionales, además de obtener inesperadamente el premio más grande a su esfuerzo, ser delegado al IV Congreso Pioneril el pasado octubre.
«Tremenda alegría me dio esta invitación. Estoy agradecido de esto y de muchas cosas más, porque hoy también tengo mi computadora, mi maestra y a mi mamá todo el día cuidándome sin que sea afectado su salario».
Según explica, su medicamento es la toxina botulínica, producto altamente costoso —el precio de cada bulbo asciende en el mundo a más de 400 dólares.
Quizá el recuerdo que todos guardamos del jovencito fue el del momento en la clausura del Congreso, aquel 8 de octubre, cuando abrazó a Raúl haciéndolo portador de un mensaje para Fidel: «Cuenta mi historia imaginaria del nacimiento de Fidel. Parecía un día cualquiera, pero un hada madrina le otorgó al recién nacido siete dones: la inteligencia, la fortaleza, la justicia, la valentía, la dignidad, la honestidad y la verdad, y sentenció que a los 80 años el pueblo que comandaría le iba a conceder el octavo don: el de la inmortalidad».
Otra de sus satisfacciones en el Congreso, comenta, fue departir con familiares de los Cinco, algo maravilloso para él, dado su interés en el caso, sobre el cual nos explicó que ha presentado varios trabajos, los que considera su pequeño granito de arena en la lucha por el retorno de los héroes.
ASPIRACIONES EN EL CORAZÓNPoco a poco, con toques de inocencia, convierte sus sueños en realidades. Viene y va cultivando amigos, algunos sin conocerlos, como Tony, uno de los héroes, en quien se inspira para hacer poesías e historias.
Aunque sus condiciones le impiden que tenga un desempeño a la par que el de los demás niños, Jorgito no renuncia a ser como ellos. Le gusta la pelota y no se pierde un juego en el estadio, y se desvive por la lectura, la pintura, por escribir todo lo que su musa le permita y por la Informática:«De tanto practicarla, he terminado un software que trata sobre alguien con mi enfermedad que cuenta su historia. Quiero que otros niños con problemas como yo enfrenten la vida con ímpetu y sin miedo.
«Dibujar el rostro de Fidel es algo que añoro desde hace mucho; ya casi lo logro, y mi ilusión es ingresar al Instituto Politécnico de Informática de Camagüey».