La elaboración de frascos para medicamentos resulta la actividad más importante de la fábrica, que se sostiene gracias a la inventiva de sus trabajadores.
Fotos: Roberto MorejónLa Empresa del Vidrio de La Lisa padece de gigantismo. Esa enfermedad estructural de la antigua industria socialista. Ubicada en el municipio de igual nombre, en Ciudad de La Habana, lejos de las arterias principales de la localidad, las tres o cuatro naves inmensas que la conforman le dan a quien la visita la sensación de estar en medio de un emporio metálico inabarcable y silencioso, como si de pronto se recorriera una inmensa ciudad fantasma.
En esa suerte de combinado comprado en Europa en tiempos del Che como Ministro de Industria, luego fundada de manera oficial el 28 de noviembre de 1968, se elaboran anualmente unos 20 millones de frascos para medicamentos.
A pesar de los embates del tiempo, el bloqueo y el envejecimiento tecnológico es la única de su tipo que sobrevivió al colapso del campo socialista y al reordenamiento de la economía nacional en el período especial.
Por ese compromiso con la salud de todos es que Vidrios La Lisa, como popularmente se le conoce, sigue en pie. Una existencia que muchos consideran milagrosa, imposible sin la inventiva de sus trabajadores, cuyos remiendos alargaron la vida de esa tecnología, inexistente en el mundo.
Perteneciente al Grupo Empresarial CEMVI (Cemento-Vidrio), del Ministerio de la Industria Básica (MINBAS), esta fábrica le debe mucho al alto sentido de pertenencia de sus trabajadores —llama la atención la fuerte presencia de jóvenes— y al ingenio de los más experimentados, reconocidos más de una vez por la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores y por el Forum Nacional de Ciencia y Técnica.
Israel Furones, director comercial.
Israel Furones, director comercial de la entidad, lo confirma: «La producción de frascos para medicamentos, nuestra principal misión, ha estado apoyada y respaldada todo el tiempo por la actuación de los aniristas. Sin ellos, habrían sido imposibles las entregas hechas hasta hoy y el firme propósito de cumplir nuestro compromiso al cierre del año».Nosotros —abunda— nos ocupamos de la elaboración de frascos en tres formatos: 40 ml, 60 ml y 120 ml, los cuales son entregados a QUIMEFA, grupo empresarial de nuestro Ministerio, y a través de este se garantiza su distribuición a cinco importantes laboratorios farmacéuticos nacionales.
Estos últimos son Líquidos Orales Bayamo (MEDILIP), en Granma; Laboratorio Oriente, en Santiago de Cuba; Laboratorio Saúl Delgado y Laboratorio Roberto Escudero, ambos en Ciudad de La Habana, y Productos Dentales, en Bauta, La Habana.
En lo adelante se les adiciona el Centro de Investigaciones Médicas del MINSAP (CIDEM), institución que empleará los frascos en una planta experimental enclavada en el municipio habanero de Güira de Melena, que producirá medicamentos alternativos o naturales, una línea defendida por el país como prioritaria en la agenda del Programa Nacional de Medicamentos.
Aunque alguien pudiera creer que esos 20 millones anuales de frascos es una cifra respetable, la realidad es que apenas cubre una pequeña parte de la gran demanda existente en la Isla. Según cálculos, la industria farmacéutica de QUIMEFA, más la producción de Salud Pública, requieren de 120 a 130 millones de frascos de medicamentos al año, la mayor parte de los cuales se importan.
«La fábrica —explica el Director Comercial— tiene una capacidad instalada de tres hornos para producir alrededor de 60 millones de frascos al año, pero en explotación solamente está una línea, un solo horno; los otros están parados por falta de inversiones, un tema que ya se estudia por QUIMEFA y por el Ministerio. Si tuviéramos las tres plantas trabajando podríamos llegar a elaborar unos 60 millones, lo cual dejaría dinero libre y fresco».
—¿Qué perspectivas tienen las otras dos líneas?
—Ya se solicitó un financiamiento. De otorgársenos, se emplearía en la reactivación de una segunda línea. La perspectiva es tenerla el año próximo.
—Háblenos de la tecnología, los equipos y las materias primas que se emplean en el proceso.
—¿Los equipos?... Muy, muy viejos. Imagínate que las máquinas son de la Segunda Guerra Mundial. Hace poco nos visitó un empresario europeo que se mostró muy sorprendido al ver que todavía están funcionando y el resultado es de calidad. La tecnología que se usa es succión-soplo, o sea, succiona el vidrio y después lo sopla. Y con la línea automática el vidrio cae por diferencias de temperatura y gravedad.
«Las materias primas que empleamos en lo fundamental son nacionales. La arena sílice es de las minas de la provincia de Pinar del Río; el feldespato viene de la Cerámica de Holguín; el carbonato de calcio, de las minas de Tapaste, en La Habana. También empleamos un poco del vidrio roto reciclado por nosotros mismos y colorantes. Solo importamos el carbonato de sodio. Pero hasta la fecha no ha habido problemas con el suministro».
—Si hablamos de fundir el vidrio en el horno, hay que amar este oficio...
—Sí. Y mucho. Las condiciones de trabajo en la Industria del Vidrio son duras. Por citarte un ejemplo, en las zonas donde se realizan las labores fundamentales las temperaturas son muy altas, de hasta 1 400 grados Celsius; en la zona de elaboración del envase alcanza los 1 200.
«Tan difíciles condiciones son compensadas con medios de protección; desde el punto de vista salarial, con el sistema de alimentación, y el otorgamiento de estímulos morales y materiales; y también con una preocupación permanente por mejorar la atención integral a los trabajadores».
UN MERCADO VIRGEN
En el combinado del vidrio se producen frascos en tres formatos diferentes que se destinan en lo fundamental a cinco importantes laboratorios del país.
Según Furones, existe también la posibilidad de cubrir la demanda de la Dirección Nacional de Farmacia para envasar la medicina verde y dipensarizada, para la cual se necesitan 75 millones de frascos.«De esos 75 millones podemos garantizarle 54, porque son de los tres tipos de formatos que se elaboran en la empresa. Para lograrlo solo necesitamos que se garantice el financiamiento.
LA OTRA CARA DEL VIDRIOLa Empresa del Vidrio La Lisa se sigue ocupando todavía de la producción de vajilla, algo que hacen en un horno con prensa semiautomática y mediante el procedimiento de soplado con caña. Esta última prácticamente es una producción artesanal, linda.
Esta otra cara del vidrio está dirigida en lo fundamental a las cadenas de tiendas en divisas: TRD Caribe, Panamericana y Cubalse. Aunque también tienen presencia en las cadenas de tiendas en moneda nacional del Ministerio del Comercio Interior (MINCIN), exactamente, en la red de Mercados Artesanales Industriales, los llamados MAI.
Esa vajilla contiene vasos soplados de 6, 8, 10 y 11 onzas; vasos prensados, desde 6 hasta 14 onzas; jarras de cerveza; jarras de agua; ceniceros; adornos, y copas de agua, vino, cerveza y daiquirí.
«Esa es una línea de gran demanda en el país», sostiene Juan Antonio Hernández, jefe de la Línea de Soplado.
Pero a juicio de Furones podrían ser más las entregas de este surtido. «Tenemos parada una línea automática cuya capacidad de producción es de 23 a 24 millones de vasos en el año porque, lamentablemente, existe un mercado en demanda pero no en liquidez financiera, es decir, no existe el cliente que pueda pagar esa producción. Y en las tiendas en divisas, por ejemplo, hoy solo se consumen alrededor de cuatro y cinco millones de vasos de la producción, el resto se queda almacenado.
«Estamos todos de acuerdo en que en el país hay necesidad de vasos. Tú llegas a cafeterías y restaurantes de renombre y a los de la esquina, y te encuentras que no cuentan con suficientes, además de faltar copas, ceniceros y de toda la gama de productos que usa la gastronomía. Nosotros los hacemos aquí, aunque no nos compran por problemas de liquidez.
«Nuestro Grupo y el Ministerio estudian variantes de integración o cooperación, y fórmulas financieras que resulten aplicables y que nos permitan producir más de este tipo de útiles.
«Somos un museo produciendo y con calidad. Confesó finalmente Furones, esta fábrica sobrevivió al período especial, y hoy continúa siendo la única del país que se ocupa de esta producción, porque las otras dos que existían —la de Las Tunas y la de San José de Las Lajas, en La Habana—, eran de tecnología de avanzada y se fueron del mercado».