Lecturas
Para los cubanos el mes de enero tiene dos fechas de honda significación. El día 1ro. porque fue el del triunfo de la Revolución, y el 28 porque es el día del natalicio de José Martí, Apóstol de la Independencia de Cuba. Otros acontecimientos memorables han tenido lugar a lo largo de sucesivos eneros. Veamos algunos de ellos hoy en que se conmemora el aniversario 171 del nacimiento del Héroe Nacional.
Es el 1ro. de enero de 1892 cuando José Martí, a la sazón en Cayo Hueso, vuelve prácticamente a la vida luego de sobreponerse a la dolencia con la que arribó, el 25 de diciembre anterior, a esa localidad y que, al recrudecerse, obligó al doctor Eligio Palma a prohibir que lo visitaran en la habitación donde permanecía recluido. Palma le había diagnosticado una broncolaringitis que se complicaba con padecimientos ya crónicos.
El día 1ro. Palma le dio de alta y fue motivo de júbilo para la colonia cubana verlo restablecido, mientras que conmovían al Apóstol las muestras de cariño y admiración que recibía en aquel islote que llegaría a definir como «la yema de la República».
Recién salido de su lecho de enfermo, lima asperezas entre viejos y jóvenes patriotas. Perduran todavía en el Cayo ciertas disensiones, resabios de la política del 68, pugnas entre aldamistas y quesadistas. Martí junta criterios y aúna voluntades y escribe allí, el 5 de enero, las bases del Partido Revolucionario Cubano.
Otro documento martiano, de capital importancia, está también fechado en el primer mes del almanaque, cuando años después, el 29 de enero de 1895, redacta Martí en Nueva York la orden de alzamiento que daría inicio a la Guerra de Independencia, el 24 de febrero del año mencionado. Se trata de un documento que firmaron además Enrique Collazo y José María «Mayia» Rodríguez, que lo hizo en nombre del mayor general Máximo Gómez, y que se envió, envuelto en un tabaco, a Juan Gualberto Gómez, avecindado en La Habana, y a través suyo a todos los grupos de patriotas del occidente de la Isla.
Decía Martí en el acápite primero de dicha orden: «Se autoriza el alzamiento simultáneo, o con la mayor simultaneidad posible, de las regiones comprometidas, para la fecha que la conjunción con la acción del exterior sea ya fácil y favorable, que es durante la segunda quincena, y no antes, del mes de febrero».
Advertía enseguida de lo peligroso que resultaría el alzamiento de no sincronizarse la acción con el de la región oriental y sin haber hecho los mayores acuerdos posibles en Camagüey y Las Villas.
Precisaba el tercer punto del documento: «Se asegura el valioso concurso inmediato de los poderosos recursos ya adquiridos y la ayuda continua e incansable del exterior, de los que los firmantes son actores o testigos y de que con su honor dan fe, en la certidumbre de que la emigración, entusiasta y compacta, tiene hoy la voluntad y capacidad de contribuir a que la guerra sea activa y breve».
Esa guerra «activa y breve» tendrá en la invasión del occidente de la Isla, hazaña que protagonizan Máximo Gómez y Antonio Maceo, uno de sus hitos medulares.
El 1ro. de enero de 1896 las huestes invasoras vivaquean en Bagáez, en las inmediaciones de Nueva Paz. Al día siguiente, con Gómez y Maceo a la cabeza, levantan el campamento y se acercan a Güines, después de pasar a tiro de fusil por Nueva Paz.
Pernocta el cuartel general en el ingenio Providencia y allí se enteran los dos caudillos de que la brigada enemiga del general García Navarro había estado horas antes en el mismo predio. Ansiaba el jefe español aniquilar los batallones mandados por los dos principales jefes insurrectos. Llegado el momento, sin embargo, ni siquiera lo intentó. Desde el observatorio del central Teresa vio a los invasores desplazarse por los trampales del río Mayabeque, ganando ventajas y laureles a través de la campiña de Güines. Eso demostró, en opinión de especialistas, que ya el 3 de enero la Revolución se había adueñado de los campos próximos a la capital de la Isla.
No pocas jornadas del mes de enero de 1896 se relacionan con la invasión. Güira de Melena reporta, el día 4, un cuantioso botín de guerra para los libertadores. Con posterioridad se separan Maceo y Gómez. El General en Jefe se sostendría en La Habana para imprimir energía y eficacia al esfuerzo de los mambises y se trasladaría luego a Las Villas; en tanto Maceo, el 7 de enero, está a las puertas de Pinar del Río. Recorre los límites de la provincia habanera con ese territorio y explora el angosto paso del Mariel, que se consideraba infranqueable para los invasores. Quiere Maceo propinar «un susto» a tropas enemigas destacadas en La Habana, pero tan atrevido designio encuentra dificultades. El 8 está ya en la zona de Vueltabajo, región que los españoles tenían como inexpugnable.
Al día siguiente inicia la campaña de Pinar del Río. Cruza la carretera de Guanajay a Mariel y pernocta en Cabañas, luego de apoderarse de la plaza y lograr un botín de 200 armas, 15 000 cartuchos, equipos, medicamentos y prendas de vestir y calzar. El 10 se le rinde San Diego de Núñez y se suma con su tropa Carlos Socarrás con un grupo de valiosos patriotas. El 13 de enero, Manuel y Ramón Lazo y Policarpo Fajardo, al frente de un grupo de valientes, se alzan en armas en el caserío de El Cayuco e inician la organización del primer escuadrón vueltabajero, el mismo que una semana después desfila en Guane en presencia de Maceo.
No se detiene el lugarteniente general del Ejército Libertador en su campaña pinareña. El 16 vivaquea en un barrio de la capital y hubo escaramuzas hasta las últimas horas. El 17 se colocó a un tiro de fusil de la ciudad y los españoles repelen a los libertadores a cañonazos. Persiste Maceo en rondar la urbe y tiene un encuentro inevitable en Las Taironas con la columna que sale hacia el embarcadero de La Coloma.
El combate se inició tan pronto cubanos y españoles se vieron cara a cara. La vanguardia mambisa atacó con ímpetu. Los españoles resistieron con seriedad y bravura y tuvieron el refuerzo de una segunda columna. El fuego fue horrible. Maceo dirigió personalmente a sus hombres y derrotó al enemigo en toda la línea. El camino estaba expedito para que el lugarteniente general completara su misión y llegara a la ciudad más occidental de la Isla. El 22 de enero entraba en Mantua al frente de la columna invasora, y al día siguiente se izaba allí la bandera de la estrella solitaria que le habían obsequiado unas damas de Camagüey.
Así, también en un mes de enero, pero de 1896, concluía la mayor hazaña militar del siglo XIX cubano.
Otro 1ro. de enero, ahora de 1898, tras tres años de lucha en la manigua, España concedía la autonomía a Cuba y el Gobierno autonómico instalaba sus «poderes» en el lujoso palacio de Villalba, frente a la plaza de las Ursulinas. Esa «solución» hubiera sido medianamente aceptable antes de la Guerra de Independencia, pero llegaba demasiado tarde, y la autonomía fue un fracaso. Sus leyes no podían arraigar ni implantarse en un país asolado por la guerra y los autonomistas fueron al gobierno como quien va al martirio, con la intención de conservar el cadáver de la colonia. Por eso, al palacio de Villalba la gente lo llamó la cámara frigorífica.
Otro 1ro. de enero, de 1899, a las 12 del día, cesaba la soberanía de España en Cuba, y Estados Unidos asumía el control de la Isla. Adolfo Jiménez Castellanos, último capitán general, a nombre de su rey, entregaba el mando al mayor general John R. Brooke, que lo recibía a nombre del presidente norteamericano.
Terminaron los breves discursos y se escucharon los cañonazos con que las tropas norteamericanas saludaban el ascenso de su bandera en el Morro, la Cabaña y en la Casa de Gobierno.
En la Plaza de Armas se hallaban dos bandas de música. Una interpretó la Marcha Real española; la otra, el himno de Estados Unidos. El pueblo, contenido en las bocacalles, gritó al oírlos: «¡Viva Cuba libre!». Sostenida por medio de dos heliógrafos, una bandera cubana, puesta a volar, sabe Dios por quién, flotaba en el espacio a una altura inmensa.