Acuse de recibo
Marisol Reyes Morales (Artes 201, entre San Antonio y San Ambrosio, Casablanca, Regla, La Habana) relata que el pasado 3 de junio, bajo las constantes lluvias de ese día, se registró un fuerte derrumbe del techo en su modesta casa, que ya de por sí se filtraba. De milagro ella y su esposo no pagaron con sus vidas. Y no se hizo esperar la ayuda y solidaridad de los vecinos. Y desde entonces, están durmiendo en casa de uno de ellos.
El sábado 4 de junio se personaron la delegada de la circunscripción y un representante del Partido, que hizo fotos del derrumbe. El lunes 6 de junio llamaron a Vivienda municipal, y el 7 fue allí el jefe técnico de esa entidad, quien hizo un análisis de los daños y el peligro por lo que quedaba todavía del techo. Y les dijo que al día siguiente iban a contactar con la brigada que debía ir a apuntalar el techo que quedaba en peligro, y el camión que recogería los escombros.
Y no fue así. Tuvieron ellos que cargar, con ayuda familiar, 25 carretillas de escombros, bajo el riesgo aquel. Ese día 7 fueron los trabajadores sociales para hacer el levantamiento de lo sucedido; y la presidenta del Gobierno municipal se personó allí, tomó imágenes del desastre y las envió a Vivienda Municipal.
Entonces fueron dos técnicos de la Vivienda, hicieron una revisión y les dijeron que irían la próxima semana. «Todavía los estamos esperando, el peligro sigue latente, y nosotros confiando en que algún día se acuerden del riesgo que corremos aún», afirma Marisol en su carta, fechada el 26 de junio.
Claudia Arias Sánchez (Altarriba no. 7, entre Delicias y Diez de Octubre, Lawton, Diez de Octubre, La Habana) relata que el pasado 3 de junio, por las intensas lluvias, ocurrió también un derrumbe parcial donde ella vive. Y se evacuaron a las familias de la planta alta y la azotea rápidamente, debido al inminente peligro de derrumbe.
En la planta baja quedaron diez familias, con niños, personas de la tercera edad y discapacitados. La orden inmediata fue apuntalar y después demoler la planta alta. «Han pasado 16 días, dice en su carta del 20 de junio Claudia, y nadie se persona en el edificio. No ha sido apuntalado ni un 20 por ciento, y el desinterés por parte del Gobierno de Diez de Octubre, y la delegada es total. Vivimos atemorizados ya que hay filtraciones en la planta alta. Continúan las lluvias y vivimos entre escombros, que no se han retirado a pesar de las incesantes quejas», concluye.
El ahorrar el gas licuado, para que le dure la balita correspondiente más allá del ciclo de aprovisionamiento, se le ha convertido en un problema a Esperanza Bárbara Linares Armenteros, residente en Calle 2da., edificio 503, apto. 5, en el reparto Vigía Sur de la ciudad de Santa Clara.
Cuenta ella que es cliente del gas licuado, y hoy por hoy es su principal fuente de cocción; en primer lugar por el lógico deterioro de los efectos eléctricos para ello, y en segundo lugar por la ocurrencia de apagones en los horarios pico en medio de la inestable situación electroenergética del país.
«No me puedo dar el lujo de que la bala del gas se termine antes de la fecha en que me toca el cambio, afirma. Me veo en la necesidad de ahorrar al máximo. Mi cambio de la bala correspondía al pasado 14 de junio, y mi balón aún contenía suficiente combustible». Y hoy 23 de junio, cuando decidimos cambiarlo, aparece en la pizarra informativa que se está realizando «la recuperación» hasta el 29 de este mes.
«Es decir, que aunque no averigüé a qué ritmo avanza la tal recuperación, me deben faltar por lo menos siete días para poder realizar el cambio. No entiendo cómo ahorrar se puede convertir en un bumerán, si a eso precisamente nos está llamando la dirección del país.
«¿Por qué debo escuchar tranquilamente de una funcionaria del punto de gas que el director dio la explicación en la radio, aunque ella no me la pudo dar? Y por último, ¿por qué nombrar recuperación a algo que se debía estimular, en vez de castigarme con una larga cola y la incertidumbre de cuándo podré tener gas?
«Solo espero que las autoridades de esta provincia me den una respuesta que intente ser coherente para tamaño bloqueo de la lógica y el sentido común», concluye.