Acuse de recibo
El pasado 20 de septiembre y desde Santiago de Cuba, José Orpí Galí sospechaba que los restos mortales de su padre habían sido relegados «al panteón oscuro del olvido», en el cementerio Santa Ifigenia, de esa ciudad.
Contaba el remitente que dichos restos habían sido sepultados en una fosa colectiva de esa necrópolis, y el 27 de octubre de 2006 fueron exhumados y colocados en una bóveda colectiva denominada Depósito 13-H de 2004, hasta que hubiese disponibilidad de nichos particulares.
Desde entonces, y durante 13 años, Orpí había ido al cementerio en numerosas ocasiones a preguntar por los restos de su padre, y siempre le respondían que seguían ahí donde estaban.
Lo desconcertante para él era que en todo este tiempo se habían construido más de 80 bloques de nichos, en los que habían colocado los restos de 2007, 2008 y hasta los de 2015. «¿Y los de mi padre, que son de 2006?», cuestionaba Orpí. Y precisaba que las compañeras que atienden los archivos del camposanto no pudieron darle una respuesta precisa.
Tampoco, refería, por diferentes razones había podido localizar nunca a ningún directivo de allí que le orientara sobre su preocupación. «¿Estarán realmente los restos de mi padre todavía allí?», dudaba Orpí.
Al respecto responde Yusmaikel Valier Ramírez, director de Servicios Comunales en Santiago de Cuba, que una comisión presidida por él e integrada, entre otros, por la Directora del cementerio patrimonial Santa Ifigenia, se entrevistó con Orpí y su hermano.
Se confirmó que el cadáver de su padre fue sepultado el 15 de octubre de 2004, y en octubre de 2006 se realizó la exhumación de sus restos, los que fueron colocados, en presencia de los familiares, en la bóveda 13-H. Y en marzo de 2019 fueron colocados en el osario moderno 72, nicho 344, «sin el conocimiento de los hijos».
Se comprobó la incorrecta información brindada a los familiares en la oficina de trámites del cementerio, pero estos no pudieron identificar a la persona que los atendió cuando fueron buscando información.
Precisa que las investigaciones arrojaron que en ninguna de las ocasiones en que ellos acudieron a Santa Ifigenia fueron atendidos por la administración de la necrópolis, solo por las tramitadoras de documentos. Y ellos nunca solicitaron un despacho o formularon una queja por tal situación en la Dirección Provincial de Servicios Comunales ni en la unidad presupuestada de Servicios Necrológicos.
«Como no se pudo identificar a la persona que en el departamento de Trámites debió orientarlo correctamente —señala— se decidió por la administración aplicarles a las tres compañeras que laboran allí el descuento del interés económico social; teniendo en cuenta que dentro de sus funciones principales está la correcta orientación a los familiares de los fallecidos».
Y añade que para que hechos como estos no se repitan, la dirección administrativa del cementerio realizó un proceso de perfeccionamiento del trabajo de la oficina de trámites, no sin antes darles la razón a los afectados.
Agradezco el esclarecimiento del caso y la respuesta, en la cual no se precisa si se les ofrecieron disculpas a los familiares, algo fundamental en servicios que requieren tanta sensibilidad y tacto, con más razón cuando se quebrantan las normas de atención y la necesaria información a los dolientes.
Lamentablemente, tampoco la respuesta esclarece lo señalado por el remitente en cuanto a que restos de años posteriores habían sido colocados en nichos y los de su padre no.
Ojalá esta historia sirva de alerta para que puedan exhumarse definitivamente desatenciones tales en un cementerio tan prestigioso del país, y con un trabajo esmerado de conservación.